Los niveles de desnutrición aguda
ubican a Venezuela en los parámetros internacionales de una alarma por
inseguridad alimentaria, mientras que la desnutrición crónica ya se hace
presente en 18 % de los niños evaluados por Cáritas Venezuela
Los diagnósticos médicos demuestran
que los niños son vulnerables ante la crisis económica. El hambre ha golpeado a
los más pequeños y los ha hecho comer menos veces al día, menor
cantidad y un solo grupo alimenticio, situación que ha impactado en su
peso, talla y desarrollo fisiológico hasta dar con un panorama que alerta a
toda la población: los niveles de desnutrición infantil han afectado a más de
la mitad de los niños del país.
En el último trimestre de 2016 la
fundación de la iglesia católica, Cáritas Venezuela, así lo comprobó a través
de la evaluación nutricional en
25 parroquias de cuatro entidades de Venezuela: Miranda, Vargas, Zulia y
Distrito Capital. Este monitoreo determinó que los escenarios de
desnutrición aguda (expresada en el poco peso según estatura) se hicieron presentes
en 53 % de los niños menores de cinco años a diferente escala: 28 %
está en riesgo por desnutrición, 15 % demuestra signos de afección leve, 7 %
tiene desnutrición moderada y los casos más graves alcanzan el 3 % de
desnutridos severos.
Las cifras las engrosan los niños
entre seis meses y dos años. En este grupo de
edad la prevalencia de desnutrición aguda global es de 22,1 %, mientras que los
menores de seis meses presentaron un 14,3 %.
De acuerdo con Susana
Raffalli, asesora nutricional de Cáritas y especialista en seguridad
alimentaria, estas cifras son preocupantes pues los primeros mil días de vida
son fundamentales para el desarrollo físico y cognitivo de la persona, la falta
de nutrientes puede causar un daño irreparable en la masa del cerebro.
“Un día de nutrientes que se pierda
es irrecuperable y eso se puede convertir en una espiral de mortalidad infantil
con implicaciones humanitarias contundentes, porque esos niños probablemente ya
nacieron con retardo de crecimiento en sus tejidos producto de limitaciones en
la alimentación de la madre durante el embarazo”, explica Raffalli, y añade que
un niño desnutrido tiene de 10 a 20 veces más probabilidades de
contraer y no sobrevivir a una enfermedad prevalente de la infancia.
“Estas son edades que tienen máximas
necesidades no solo de alimentos sino de nutrientes específicos. No hablamos de
una bolsa Clap, sino de alimentos con sentido y valor nutricional determinados
y de mecanismos de protección especiales para esa edad, no vale un subsidio
universal abierto del cual pueda alimentarse ese niño, tiene que ser
específico”.
“EN ABRIL EL
ESTADO VARGAS PODRÍA LLEGAR A 15 % DE DESNUTRICIÓN Y PASAR A ESTAR EN LOS
PARÁMETROS INTERNACIONALES DE CRISIS HUMANITARIA”
Pero a estos números de desnutrición
se les debe sumar una segunda medición sobre el retardo de crecimiento en la
que uno de cada cinco niños (18,4 %) presentó estatura baja para su
edad. Este segundo grupo, independiente del primero, es el que evidencia
una situación sostenida en el tiempo en la que la acumulación de la privación
nutricional ha frenado su crecimiento, pues para que se presente un retardo en
la talla tienen que pasar de tres a cinco años de malnutrición, según explica
la nutricionista.
Además, la especialista señala que
los niños que han mantenido un desarrollo bajo, por esta desnutrición crónica,
son menos propensos a entrar en el primer grupo que mide la pérdida de peso
reciente, siendo una caída más drástica y menos estructural en el problema, sin
embargo, demuestran una afección mayor que no solo impacta el crecimiento en
talla sino el desarrollo psicofisiológico a largo plazo.
El Sistema de Monitoreo, Alerta y
Atención en Nutrición y Salud (Saman) que llevó a cabo Cáritas, de acuerdo a la
internacional Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases,
también arrojó resultados por estados. Estos análisis demostraron que el
mayor número de niños desnutridos se encuentran en el estado Vargas, donde
se localiza el principal puerto internacional del país, con 12,9 % de desnutrición
en sus dos niveles más graves. Para Raffalli estas cifras se traducen en un
peligro cercano: “En abril el estado Vargas podría llegar a 15 % de
desnutrición entre moderada y severa y pasar a estar en los parámetros
internacionales de crisis humanitaria”.
EL 22,1 % DE LOS NIÑOS CON DESNUTRICIÓN AGUDA SON
MENORES DE DOS AÑOS
“Esto es un referente en
epidemiología, porque indica que hay un factor constante que es la
alimentación, además de los otros indicadores que afectan como el deterioro de
la salud y la precariedad de los servicios de agua y saneamiento. Cuando
hablamos de crisis nutricional subyace también una crisis de salud”, indica
la especialista.
Pero el diagnóstico de Cáritas no
llega allí, la fundación realiza, paralelo a su monitoreo nutricional, charlas
de lactancia materna, ollas comunitarias y entregas de medicamentos para la
diarrea, sarna, parásitos y suplementos nutricionales. Sin embargo, estas
alternativas no han sido fáciles de lograr luego de que el 70% de las
donaciones con las que comenzarían el programa venían en un contenedor que fue
confiscado por el Seniat y posteriormente entregado al Instituto
Venezolano de Seguros Sociales.
“El cargamento de los tres primeros
meses tuvimos que sobrepagarlo con 30% más, esto con el agravante de que
estamos en un estado de emergencia económica que prevé que en esta situaciones
el Estado debe facilitar los mecanismos aduaneros”, comenta la nutricionista.
Hambre enmascarado
Las historias de niños
visiblemente afectados por el hambre se han hecho cotidianas en
sectores populares. Las estadísticas del Servicio de Nutrición Crecimiento y
Desarrollo del Hospital de Niños J.M de Los Ríos indican que por cada niño con
desnutrición grave que llega a una consulta médica, unos 20 casos adicionales
que no se tratan ni se cuantifican están presentes dentro de esa misma
comunidad.
Así pasa con Emily Díaz, de tres
años, quien ha adelgazado dos kilos en los últimos dos meses por falta de
alimentos, según menciona su abuela. Emily desayuna con un tetero de crema de
arroz y cena plátano con queso porque en su casa no consiguen leche. Aunque la
niña no ha recibido atención médica nutricional, su primo de un año de edad ya
fue diagnosticado con desnutrición, uno de los 110 casos que se
registraron en el J.M. de Los Ríos en 2016, cifra que cuadruplicó los 30
pacientes graves que se atendieron en 2015.
Aaron Gómez es otro ejemplo de esas
consecuencias físicas por el hambre. Tiene tres años pero su peso y
talla corresponden al de un niño de 18 meses. El pequeño aún toma leche
materna y con eso desayuna la mayoría de los días, el resto de sus comidas son
inciertas pues debe compartirlas con su hermana de ocho años y debe aumentar un
mínimo de tres kilos para poder estar en el rango indicado para su edad.
“Comprar está difícil pero yo les
hago arepas de yuca, auyama o apio y les digo que eso es lo que hay, o comen
eso o pasan hambre”, dice la madre de los niños, que intenta mantenerlos
nutridos comprando los suplementos que les indica el médico, aunque difíciles
de conseguir y muy costosos. Ambos niños son pacientes de la consulta de
nutrición infantil del Centro de Atención Pediátrica y Psicológica Ambulatoria
del municipio Sucre (CAPAS).
EL 52 % DE LA POBLACIÓN MOSTRÓ UNA DIETA CON
MENOS DE SEIS ALIMENTOS BASE, SEGÚN ESTUDIO DE CÁRITAS
En una situación similar, aunque sin
atención médica, se encuentran Vanessa de 25 años y su hijo Fabio de ocho
meses. La comida no es garantía en su casa y aunque Vanessa lo ha intentado no
produce leche para su hijo, por lo que el hambre es una constante para ellos.
Fabio es un bebé extremadamente delgado, que luce como un recién nacido: sus
huesos sobresalen en sus hombros y rodillas y su semblante está marcado por
ojeras y poco cabello. Vanessa tiene otro hijo de dos años, un niño tímido con
la barriga hinchada y los brazos flacos; esta familia recibe alimentación de
forma periódica en un programa comunitario de alimentación en La Pastora donde
normalmente toman sopas y arepas.
Pero estas ayudas alimentarias
también son un mecanismo que ha disminuido. De acuerdo al estudio realizado a
finales de 2016 por el Centro de Investigación Social (Cisor) y la organización
por la defensa de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, Cecodap,
sobre los efectos de la crisis general en los menores en el Área Metropolitana
de Caracas, los programas de alimentación escolar abarcan solo el 20 %
de los encuestados, y los centros médicos tampoco son garantía de
nutrición. Ya en agosto de 2016, la Encuesta Nacional de Hospitales del
Observatorio Venezolano de Salud reflejaba que en 63,64 % de los servicios
pediátricos no existían fórmulas lácteas, en 27 % de ellos las cantidades eran
muy limitadas y la falla en los servicios de nutrición hospitalaria general
superaba el 70 %.
Dejar de comer
El sacrificio de comidas se presenta en 44 % de las
mujeres, 33 % de los hombres y 18 % de los ancianos, para poder garantizar un plato
más a los niños del hogar
Sin estos servicios complementarios
las familias deben asumir por completo la alimentación de los niños. Para
proveer comida, los padres han optado por dejar de comer y garantizar un plato
más a sus hijos. En la investigación de Cecodap el 67 % de los hogares
no disponía de suficiente comida para todos sus miembros y para todos
los días, mientras que las cifras de Cáritas asoman que el sacrificio de
comidas se presenta en 44 % de las mujeres, 33 % de los hombres y 18 % de los
ancianos.
Además, los últimos resultados de la
Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) 2016 que realiza las universidades
Católica Andrés Bello, Central de Venezuela y Simón Bolívar también demuestran
que al 93,3% de la población no les alcanza sus ingresos para
comprar comida, lo que ha impactado en que el 74,3% de la población
haya perdido al menos 8,7 kilos de peso en el último año por reducción de
porciones y tipo de alimento.
Así es en la casa de Emily Díaz,
donde su madre y sus dos abuelos han dejado de comer para que ella pueda
almorzar. En esta familia las estrategias de supervivencia también
han abarcado la venta de la litera en la que dormía la niña y la disminución a
cero de las proteínas. Lo mismo ocurre en el hogar de Estalianys, otra pequeña de
cinco años de edad, donde ya han vendido herramientas, carretillas y utensilios
de cocina para comprar alimentos que rinden un solo día.
En la investigación de Cáritas,
señala Raffalli, se registraron también estrategias como comer “en la calle”,
incluyendo la mención de las sobras de restaurantes y contenedores de
basura (en 8 % hogares), “pedir” comida en la calle y comer con ayuda de la
iglesia (en 3 % de hogares).
EL 74,3% DE LA POBLACIÓN HA PERDIDO AL MENOS 8,7
KILOS DE PESO EN EL ÚLTIMO AÑO
Sobre este punto, Gloria Perdomo, de
la Fundación Luz y Vida, también realizó un estudio en grupos focales en zonas
de Antímano, Petare y El Hatillo para determinar si la alimentación de los
niños y adolescentes era adecuada. “La mayoría de los niños refería haber
comido un solo grupo alimenticio o comer y haber quedado con hambre. Lo que más
comen es arroz, arepa y plátano”, dice Perdomo.
En esta investigación, aún en curso,
los testimonios de menores con episodios de desmayos por falta
de comida son recurrentes, así como la alimentación poco variada e
insuficiente.
Este índice sobre la mala diversidad
en la dieta familiar, refiere la nutricionista Raffalli, abarca al 94 % de los
hogares con niños menores de cinco años: el 42 % de la población registró una
diversidad de dieta pobre (de seis a nueve grupos de alimentos) y el 52 % de la
población mostró una diversidad inadecuada (con menos de seis alimentos base).
Esta deficiencia alimentaria también
abarca a unas 9,6 millones de personas que come dos o menos veces al
día, según la Encovi 2016, lo que representa un 21,2% más que en 2015.
Desnutrición aguda
Desnutrición crónica
Normal
Riesgo
Leve
Moderada
Severa
Fuente: Cáritas Venezuela.
Peleas por alimentos
La situación alimentaria también ha
presentado consecuencias psicosociales: las familias se pelean por la
disponibilidad y distribución interna de los alimentos en la casa, los padres
dejan de comer, no hay posibilidad de mandar a los menores a la escuela y
los hijos se preocupan.
“Saliendo del liceo y haciendo cola”,
así respondían los adolescentes ante preguntas sobre su situación alimentaria
en la encuesta de la Fundación Luz y Vida. “Los que son hermanos mayores
comentaban que muchas veces dejan de comer para darles alimento a sus
hermanos pequeños y presentaban grandes reclamos porque no les vendían
comida al ser menores de edad. Ellos se preocupan y quieren ayudar pues si sus
papás trabajan ¿quién compra la comida?”, explica Perdomo.
LOS MOTIVOS
ALIMENTARIOS CONCENTRARON UN 25 % DE LAS CAUSAS PARA NO IR A CLASES
Fernando Pereira, coordinador de
Cecodap, también hace referencia a esas consecuencias psicosociales que se
derivan del hambre. “Nosotros pensábamos que en los indicadores de alimentación
del estudio se agotaban las menciones a problemas nutricionales, pero en las
respuestas en los aspectos de convivencia comenzamos a registrar peleas
y discusiones entre hermanos o entre padres e hijos por los alimentos”,
dice el investigador.
El estudio además confirmó el marcado
ausentismo escolar por la falta de comida en los hogares, que se hizo presente
desde inicios de 2016. Los motivos alimentarios concentraron un 25 % de las
causas para no ir a clases. Perdomo añadió que de 30 días del mes, las
ausencias pueden alcanzar hasta nueve jornadas.
Desmembramiento de
hogares
El 31 % de las familias ha tenido que separarse
para enviar a los miembros más vulnerables a alimentarse a otro lugar
Esta espiral de impacto social queda
agravada por los casos de desmembramientos de los hogares, en los que un 31 %
de las familias ha tenido que separarse para enviar a los miembros más
vulnerables a alimentarse a otro lugar, según las cifras de Cáritas, que quedan
reforzadas por los informes de los consejos de protección municipal dentro del
Área Metropolitana de Caracas, en los que las medidas de abrigo hacia
casas hogares infantiles ha aumentado entre 50 % y 60 % desde junio de
2016 por la imposibilidad de garantizar alimentos.
Enfermedades derivadas
El impacto biológico de la
desnutrición sobrepasa los problemas con la pérdida de peso y la baja talla. La
nutricionista Susana Raffalli también refiere patologías derivadas de la falta
de nutrientes que se presentaron en las encuestas familiares realizadas por
Cáritas.
Entre ellas, el escenario de anemia
registrada en el Zulia coincide con los límites de una situación de
severa gravedad según los criterios epidemiológicos de la Organización Mundial
de la Salud: en 80 casos estudiados, el 60 % de los niños con determinación de
hemoglobina mostró algún grado de anemia; 21 % de formas leve y 79 % severa.
“Esto es expresión de lo que se denomina ‘hambre oculta’, como reflejo de una
alimentación no solo deficiente en cantidad, sino también en calidad”, refiere
el texto del estudio.
Además, la salud se vio comprometida
en las cuatro entidades evaluadas. Un 39 % de los niños presentaron afecciones
respiratorias recientes, otro 21 % presentó afecciones
gastrointestinales, 19 % casos de escabiosis, 10 % episodios
de asma, 4 % refirieron alergias y 2 % parasitosis.
Estos registros de morbilidad revelan
problemas relacionados con falta de cuidados primarios mínimos, fallas de
higiene, acceso al agua segura y saneamiento ambiental. Los especialistas
indican que el círculo vicioso entre la desnutrición y la enfermedad, en el
cual una condición estimula a la otra, puede tener consecuencias muy graves en
el corto plazo y desencadenar un incremento exponencial de la
mortalidad infantil.
Por Mónica Duarte
Mar 2, 2017
Si quieres contactar al autor de esta
historia, escribe a: monicaduarte@larazon.net
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