El pueblo indígena achuar aspira a utilizar la tecnología limpia para mejorar su calidad de vida
Como
un diminuto punto en el horizonte que se agranda poco a poco, la embarcación se
aproximó al precario puerto de la comunidad de Sharamentsa. La primera canoa
solar de la Amazonía concluyó así su periplo de 25 días a través de cinco
grandes ríos selváticos de Ecuador y Perú. Sus impulsores, un equipo coordinado
por un barbudo joven estadounidense y todo el pueblo indígena achuar,
demostraban así que un transporte limpio y comunitario es posible en la
profundidad de la jungla.
Kara Solar, el nombre del pionero proyecto, terminó su primer viaje
a orillas del río Pastaza tras haber recorrido la Amazonía peruana en busca del
territorio achuar ecuatoriano. Movida solo por la energía del sol, la canoa
encarna la materialización de un añorado sueño: poner la tecnología al servicio
de los pueblos indígenas y del medio ambiente.
“Kara significa sueño. Un sueño de nuestros
ancestros achuar”, explica Hilario Saant, originario de Kapawi, la comunidad
que ejercerá de núcleo de operaciones de la canoa. “Este barco es un kara,
un sueño hecho realidad”, asegura convencido este hombre de 52 años que
participó en su primera expedición.
En
su fase inicial, el proyecto dotará de un transporte ecológico y barato a nueve
comunidades achuar situadas en los ríos Pastaza y Capahuari, en la Amazonía sur
de Ecuador. No obstante, la canoa fue construida cientos de kilómetros al
norte: en la provincia petrolera de Sucumbíos. Allí, los promotores de Kara
Solar dieron a luz al sueño, que facilitará la movilidad de la población hacia
los centros educativos y sanitarios y fomentará el intercambio comercial.
Aprovechando la existencia de carreteras y demás infraestructura creada por la industria petrolera,
el equipo de Kara Solar construyó el barco en esa región amazónica fuertemente afectada por la contaminación. La canoa fue bautizada como Tapiatpia,
dando vida a una vieja leyenda sobre un gran pez eléctrico que ayudaba a los
animales del bosque a cruzar el río. Una vez concluido el ensamblaje y puesta a
punto de Tapiatpia, solo
restaba conducirla hasta la región achuar, adonde solo se puede acceder por
avioneta o embarcación, dada la falta de vías terrestres.
Tras completar su primera hazaña, ahora Tapiatpia tendrá que servir como medio de
movilidad comunitario para los indígenas
La
canoa, cuya estructura respeta el diseño tradicional de los pueblos
originarios, partió a finales de marzo de la Amazonía norte de Ecuador para
alcanzar casi un mes después la comunidad achuar de Sharamentsa, al sureste del
país. Todo ello sin abandonar el agua. Para conseguirlo tuvo que recorrer 1.800
kilómetros descendiendo los ríos Aguarico y Napo hasta llegar a la ciudad
peruana de Iquitos, en la ribera del Amazonas, para después remontarlo hasta el
Marañón y, posteriormente, el Pastaza. Una odisea difícil de igualar. Más aun
teniendo en cuenta lo novedoso de la aventura: surcaban las aguas a lomos del
primer barco solar de la cuenca amazónica. “Después de este viaje tan largo sin
mayores problemas, el recorrido de 67 kilómetros que hará en el territorio
achuar será un chiste para la lancha”, argumenta Peter May, ingeniero eléctrico
de Kara Solar. “Estamos demostrando que las energías alternativas también
sirven”, agrega.
Tras
completar su primera hazaña, ahora Tapiatpia tendrá que servir como medio de
movilidad comunitario para los achuar. “Por primera vez va a haber aquí un
transporte confiable y regular”, afirma Oliver Utne, el cooperante
norteamericano de 31 años que concibió la idea en 2009 tras convivir durante
meses con la comunidad. “Hasta ahora el transporte era totalmente dependiente
de los aviones que venían de la ciudad con gasolina”, aclara uno de los
artífices de un proyecto en el que se han invertido 127.000 dólares procedentes
de donaciones privadas y que ganó el premio IDEAS sobre innovación energética del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Rayos
de sol en vez de gasolina
Separada
de la capital provincial, Puyo, por casi 200 kilómetros de frondosa vegetación,
Sharamentsa es una diminuta aldea formada por un puñado de chozas de madera y
techo de palma. La pista de tierra que sirve de aeropuerto es la única conexión
con el exterior. Allí aterriza una avioneta casi todas las semanas, trayendo
consigo la gasolina que alimenta a las canoas motorizadas, único medio de
desplazamiento entre las comunidades del río. Dada la inaccesibilidad del lugar
y el alto coste de los vuelos, el combustible multiplica su precio en
Sharamentsa.
“Aquí, un galón (3,8 litros) de gasolina cuesta cinco dólares,
mientras que en la ciudad cuesta 1,45”, expone Agustín Tentets, presidente de
la Nacionalidad Achuar del Ecuador (NAE). “Por eso a veces la gente no tiene dinero para
movilizarse. Pero ahora con Kara Solar podrán desplazarse con un mínimo
presupuesto”, reconoce el dirigente indígena.
En
el territorio achuar, como en casi toda la Amazonía, abundan las embarcaciones
motorizadas. Las familias con más recursos adquieren un motor fuera de borda de
dos tiempos y lo usan a modo de taxi, cobrando a los pasajeros por el
desplazamiento entre comunidades. Sin embargo, la mayoría opta por los llamados
motores peque peque, más lentos y
ruidosos, pero más económicos. Kara Solar, con capacidad para 18 asientos,
aspira a sustituir a esos motores de gasolina por un transporte limpio, más
barato y más fácil de mantener, que no dependa de los vuelos del exterior, sino
de los rayos del sol.
“En
esta región no hay ningún taller válido para motores fuera de borda”, sostiene
May, explicando la dificultad de la gente local para arreglar los daños en sus
motores, demasiado pesados para trasladarlos en avioneta. “Hemos trabajado para
que la lancha solar necesite el mínimo mantenimiento, aunque es muy importante
que limpien los paneles”, admite este científico alemán, convencido de que Tapiatpia será más sostenible económicamente que
los motores tradicionales.
La canoa, cuya estructura respeta el diseño tradicional de los
pueblos originarios, tuvo un mes de trayecto hasta alcanzar la comunidad achuar
de Sharamentsa
El
barco, que tiene instalados 32 paneles solares en su techo, 12 baterías que
almacenan la energía y dos motores eléctricos, cobrará una pequeña cuota a los
usuarios para cubrir gastos de operación y mantenimiento. A pesar de moverse a
menor velocidad que los de combustión, permitirá a los viajeros escuchar el
concierto de la selva, donde los sonidos de la exuberante fauna suelen quedar
opacados por el ruido de los peque peques.
“Me
gusta este barco porque no usa gasolina y no daña el río”, declara Isabel
Wisum, vicepresidenta de la NAE. “Lo mejor es que no hace ruido. Durante el
viaje veníamos escuchando los sonidos del río”, añade Saant, cuyas principales
preocupaciones son la fragilidad de los motores eléctricos —que cuentan con hélices
plásticas y no metálicas— y la posible falta de luz solar por condiciones
meteorológicas adversas.
Además
de los beneficios ecológicos y económicos, Kara Solar también pretende mejorar
las condiciones de educación, sanidad
y alimentación de los indígenas. Al ofrecer un transporte regular y barato, más
jóvenes podrán continuar sus estudios en la única escuela secundaria de la
región. Asimismo, facilitará la movilidad hacia los centros de salud de la
zona, dado que no todas las comunidades cuentan con uno. En cuanto a la alimentación,
Tapiatpia favorecerá el intercambio de frutas,
verduras y animales entre localidades, permitiendo la diversificación de la
dieta de una población que tiene difícil acceder a productos del exterior.
“En
algunas comunidades hay condiciones de desnutrición muy fuertes”, asevera con
preocupación Paola Maldonado, presidenta de la Asociación Latinoamericana para el Desarrollo Alternativo (Aldea), responsable legal de Kara Solar. “El único
alimento que tienen los niños es la chicha”, manifiesta refiriéndose a la
bebida de yuca omnipresente en las comunidades amazónicas.
Está
por ver si Kara Solar cumple las expectativas. A pesar de algunas disputas
entre las comunidades que han sido beneficiadas y las que no, los promotores
del proyecto aseguran que, si todo va bien, piensan aumentar la cobertura
geográfica del barco. Hasta el momento, Tapiatpia solo llegará a una pequeña porción de
los 84 asentamientos achuar que existen en Ecuador. “Lo más importante es hacer
que el proyecto sea sostenible, es decir, crear las condiciones para que las
comunidades puedan llevarlo ellas solas adelante”, expresa Wain Collen,
director de PlanJunto, la organización encargada de fortalecer las estructuras
de gobernanza indígena.
A veces la gente no tiene dinero para movilizarse. Pero ahora con
Kara Solar podrán desplazarse con un mínimo presupuesto
En
sus planes también está construir
otra embarcación solar que
conecte tanto con el resto de las comunidades achuar de Ecuador como con las de
Perú, tratando de fortalecer los lazos entre un mismo pueblo indígena dividido
por una frontera estatal. “Cuando llevemos trabajando un año, queremos
acercarnos a nuestros hermanos de Perú para hacer visitas familiares y dar
salida a nuestros productos”, pronostica Saant. Pese a los nexos de parentesco
que los unen, los achuar de Perú —alrededor
de 12.000— han vivido históricamente
separados de sus congéneres ecuatorianos — unos 7.000—. Comparten lengua y
cosmovisión, pero en las numerosas guerras que enfrentaron a los dos países, los de un lado y otro
de la frontera lucharon por sendos estados en vez de unirse por una misma
causa. “Siempre hemos tenido esa idea de construir una nueva conexión entre los
dos”, asegura Utne, quien durante el primer viaje de Kara Solar comprobó las
diferencias entre los indígenas de ambos países. “En Perú, los achuar no están
unidos en una sola organización, hay mucha presencia de colonos por la
industria petrolera”, comenta este ecologista que fue obligado a abandonar Ecuador en 2014 por participar en la disuelta Fundación Pachamama, pero que regresó poco después para continuar el
proyecto solar.
Precisamente
para hacer frente al avance de la explotación petrolera, Kara Solar busca dar
salidas socioeconómicas al pueblo achuar para que este no se vea tentado a
ceder su territorio de aproximadamente 679.000 hectáreas para esa actividad. Creando una alternativa de transporte
fluvial de gestión comunitaria, tratan de aplacar la necesidad de construir
carreteras que unan la remota región con el resto de Ecuador. “En vez de
explotar el petróleo, nosotros queremos implementar un proyecto sostenible que
nunca se vaya a terminar. Con el petróleo todos los desechos se quedan en la
Amazonía, pero todos los recursos se van fuera”, revela Tentets, quien también
trabaja en la creación de una reserva ecológica comunitaria junto a WWF. “Siempre nos han dicho que las nacionalidades indígenas
somos un obstáculo para el desarrollo, pero vamos a demostrar que somos una alternativa”,
reitera el presidente achuar, un pueblo conocido por su espíritu innovador y
que cuenta con su
propia aerolínea y proyecto
turístico.
Buscando
materializar el sueño achuar, Kara Solar se erige como una tecnología limpia y
moderna capaz de mejorar las condiciones de vida de este pueblo aislado de la
ciudad. “La energía solar en la Amazonía podría tener un rol muy importante,
capaz de contribuir a que la gente se sienta orgullosa de lo que tiene”, revela
Utne, quien en uno de sus primeros viajes al territorio achuar hace casi una
década se dio cuenta de la trascendencia de empoderar a los pueblos indígenas
mediante la tecnología. Mientras, en Sharamentsa la vida discurre tranquila,
como las aguas del imponente Pastaza que descienden de los volcanes nevados de
los Andes. Al ver la canoa solar por primera vez, muchos sonríen esperanzados:
saben que el sueño de sus ancestros está ahora más cerca de cumplirse.
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