El
planteamiento verde de la política es una especie de celebración. Reconocemos
que cada uno de nosotros es parte de los problemas del mundo y también somos
parte de la solución. Los peligros y las posibilidades de curación no están
fuera de nosotros. Comenzamos a trabajar allí donde estamos. No hay
necesidad de esperar hasta que las condiciones sean ideales. Podemos
simplificar nuestras vidas y vivir de un modo que afirme los valores ecológicos
y humanos. Llegarán condiciones mejores porque hemos empezado [...] Por lo
tanto, puede decirse que la meta fundamental de la política verde es lograr una
revolución interior, "el reverdecimiento del yo".
Si hemos de evaluar los
movimientos sociales por su productividad histórica, por su repercusión en los
valores culturales y las instituciones de la sociedad, el movimiento ecologista
del último cuarto de este siglo se ha ganado un lugar destacado en el escenario
de la aventura humana. En los años noventa, el 80% de los estadounidenses y más
de dos tercios de los europeos se consideran ecologistas; es difícil que un partido
o candidato sea elegido para un cargo sin "reverdecer" su programa;
tanto los gobiernos como las instituciones internacionales multiplican
programas, organismos especiales y legislación para proteger la naturaleza,
mejorar la calidad de vida y, en definitiva, salvar la Tierra, a largo plazo, y
a nosotros, a corto plazo.
Las empresas, incluidas algunas contaminantes tristemente famosas, han incluido el ecologismo en su agenda de relaciones públicas, así como entre sus nuevos mercados más prometedores. Y a lo largo de todo el globo, la antigua oposición simplista entre desarrollo para los pobres y conservación para los ricos se ha transformado en un debate pluralista sobre el contenido real del desarrollo sostenido para cada país, ciudad y región. Sin duda, la mayoría de nuestros problemas fundamentales sobre el medio ambiente permanecen, ya que su tratamiento requiere una transformación de los modos de producción y consumo, así como de nuestra organización social y vidas personales. El calentamiento global se cierne como una amenaza letal, aún arde la selva tropical, las sustancias químicas tóxicas impregnan las cadenas alimentarias, un mar de pobreza niega la vida y los gobiernos juegan con la salud de la gente, como ejemplificó la locura de Major con las vacas británicas. No obstante, el hecho de que todos estos temas y muchos otros estén en el debate público y de que haya surgido una conciencia creciente sobre su carácter global interdependiente crea la base para su tratamiento y, quizás, para una reorientación de las instituciones y políticas hacia un sistema socioeconómico responsable en cuanto al medio ambiente. El movimiento ecologista multifacético que ha surgido desde finales de los años sesenta en la mayor parte del mundo, con fuertes pilares en los Estados Unidos y la Europa del Norte, se encuentra en buena medida en el origen de la inversión espectacular de los modos en que concebimos la relación entre economía, sociedad y naturaleza, induciendo, así, una nueva cultura 2.
Las empresas, incluidas algunas contaminantes tristemente famosas, han incluido el ecologismo en su agenda de relaciones públicas, así como entre sus nuevos mercados más prometedores. Y a lo largo de todo el globo, la antigua oposición simplista entre desarrollo para los pobres y conservación para los ricos se ha transformado en un debate pluralista sobre el contenido real del desarrollo sostenido para cada país, ciudad y región. Sin duda, la mayoría de nuestros problemas fundamentales sobre el medio ambiente permanecen, ya que su tratamiento requiere una transformación de los modos de producción y consumo, así como de nuestra organización social y vidas personales. El calentamiento global se cierne como una amenaza letal, aún arde la selva tropical, las sustancias químicas tóxicas impregnan las cadenas alimentarias, un mar de pobreza niega la vida y los gobiernos juegan con la salud de la gente, como ejemplificó la locura de Major con las vacas británicas. No obstante, el hecho de que todos estos temas y muchos otros estén en el debate público y de que haya surgido una conciencia creciente sobre su carácter global interdependiente crea la base para su tratamiento y, quizás, para una reorientación de las instituciones y políticas hacia un sistema socioeconómico responsable en cuanto al medio ambiente. El movimiento ecologista multifacético que ha surgido desde finales de los años sesenta en la mayor parte del mundo, con fuertes pilares en los Estados Unidos y la Europa del Norte, se encuentra en buena medida en el origen de la inversión espectacular de los modos en que concebimos la relación entre economía, sociedad y naturaleza, induciendo, así, una nueva cultura 2.
Sin embargo, resulta algo
arbitrario hablar del movimiento ecologista, puesto que su composición es muy
diversa y sus expresiones varían mucho de un país a otro y entre las diferentes
culturas. Así pues, antes de valorar su potencial transformador, trataré de
presentar una diferenciación tipológica de diversos componentes del ecologismo
y utilizaré ejemplos de cada tipo para bajar de las nubes el argumento. Luego
proseguiré con una elaboración más amplia de la relación entre los temas
ecologistas y las dimensiones fundamentales sobre las que se efectúa la
transformación estructural en nuestra sociedad: las luchas sobre el papel de la
ciencia y la tecnología, sobre el control del espacio y el tiempo, y sobre la
construcción de nuevas identidades. Una vez caracterizados los movimientos
ecologistas en su diversidad social y en su comunidad, analizaré sus medios y
modos de actuar en la sociedad en general, explorando el tema de su
institucionalización y su relación con el estado. Por último, abordaré la
vinculación creciente entre los movimientos ecologistas y las luchas sociales,
tanto local como globalmente, así como la perspectiva cada vez más popular de
la justicia medioambiental.
La cacofonía
creativa del ecologismo: una tipología
La acción colectiva, la política
y los discursos que se agrupan bajo el nombre de ecologismo son tan diversos
que ponen en entredicho la idea de un movimiento. Y, no obstante, yo sostengo
que es precisamente esta diversidad de teorías y prácticas la que caracteriza
al ecologismo como una nueva forma de movimiento descentralizado, multiforme,
articulado en red y omnipresente. Es más, como trataré de mostrar, hay algunos
temas fundamentales que caracterizan la mayoría, si no toda, la acción colectiva
relacionada con el medio ambiente. Sin embargo, en aras de la claridad, parece
útil proceder al análisis de este movimiento siguiendo una distinción y una
tipología.
La distinción se establece entre
el medioambientalismo y la ecología. Por "medioambientalismo" hago
referencia a todas las formas de conducta colectiva que, en su discurso y
práctica, aspiran a corregir las formas de relación destructivas entre la
acción humana y su entorno natural, en oposición a la lógica estructural e
institucional dominantes. Por "ecología", en mi planteamiento
sociológico, entiendo una serie de creencias, teorías y proyectos que
consideran a la humanidad un componente de un ecosistema más amplio y desean
mantener el equilibrio del sistema en una perspectiva dinámica y evolucionista.
En mi opinión, el medioambientalismo es la ecología puesta en práctica, y la
ecología es el medioambientalismo en teoría, pero en las páginas siguientes
restringiré el uso del término ecología a las manifestaciones explícitas y
conscientes de esta perspectiva holística y evolucionista.
Esquema 1
Tipología de los movimientos ecologistas
|
Tipo (ejemplo)
|
Identidad
|
Adversario
|
Objetivo
|
Conservación de
la naturaleza (Grupo de los Diez, EE.UU) |
Amantes de la
naturaleza |
Desarrollo
incontrolado |
Naturaleza
original |
Defensa del
espacio propio ("En mi patio trasero, no") |
Comunidad local
|
Contaminadores
|
Calidad de vida/salud
|
Contracultura, ecología
profunda (Earth First!, ecofeminismo)
|
El yo verde
|
Industrialismo,
tecnocracia patriarcado |
Ecotopía
|
Salvar al planeta
(Greenpeace) |
Ecoguerreros
internacionalistas |
Desarrollo global
incontrolado |
Sostenibilidad
|
Política verde
(Die Grünen) |
Ciudadanos
concienciados |
Establishment
político |
Contrapoder
|
En cuanto a la tipología, recurriré
de nuevo a la útil caracterización que hace Alain Touraine de los movimientos
sociales para diferenciar cinco tipos principales de movimientos ecologistas
"según se han manifestado en las prácticas observadas" en las dos
últimas décadas en el ámbito internacional. Sugiero que esta tipología tiene un
valor general, aunque la mayoría de los ejemplos se han extraído de las
experiencias estadounidense y alemana porque cuentan con los movimientos
ecologistas más desarrollados del mundo y porque tuve un acceso más fácil a esa
información. Acéptese el descargo habitual por el reduccionismo inevitable de
esta, y todas, las tipologías, que espero compensar con los ejemplos que
introducirán la carne y hueso de los movimientos reales en esta caracterización
algo abstracta.
Para emprender nuestro breve
viaje por el calidoscopio del ecologismo valiéndonos de la tipología propuesta,
se necesita un mapa. El esquema 1 lo proporciona, pero requiere cierta
explicación.
Cada tipo se define, desde el
punto de vista analítico, por una combinación específica de tres
características que definen a un movimiento social: identidad, adversario y
objetivo. Para cada tipo, identifico el contenido preciso de las tres
características resultado de la observación, utilizando varias fuentes a las
que hago referencia.
De acuerdo con ellas, otorgo un
nombre a cada tipo y proporciono ejemplos de los movimientos que encajan mejor
en cada uno. Como es natural, en cualquier movimiento u organización
determinados, puede haber una mezcla de características, pero, para fines
analíticos, elijo aquellos movimientos que parecer aproximarse más al tipo
ideal en su práctica y discurso reales. Tras observar el esquema 1, les invito
a una breve descripción de cada uno de los ejemplos que ilustran los cinco tipos
para que las distintas voces del movimiento puedan oírse a través de su
cacofonía.
La conservación
de la naturaleza
La "conservación de la
naturaleza", bajo sus diferentes formas, fue el origen del movimiento
ecologista en los Estados Unidos, según lo establecieron organizaciones tales
como el Sierra Club (fundado en San Francisco en 1891 por John Muir), Audubon
Society o la Wilderness Society 3. A comienzos de los años ochenta, diversas organizaciones
ecologistas antiguas y nuevas se unieron en una alianza conocida como el Grupo
de los Diez, que incluyó, además de las organizaciones ya citadas, a National
Parks and Conservation Association, National Wildlife Federation, Natural Resources
Defense Council, la Izaak Walton League, Defenders of Wildlife, Environmental
Defense Fund y Environmental Policy Institute. Pese a las diferencias de
planteamiento y su ámbito específico de actuación, lo que une a estas
organizaciones y muchas otras creadas según líneas similares, es su defensa
pragmática de las causas conservacionistas en todo el sistema institucional. En
palabras de Michael McCloskey, presidente del Sierra Club, su planteamiento
puede caracterizarse como "salir del paso": "Provenimos de una
tradición montañera en la que primero se decide que se va a escalar la montaña.
Se tiene una noción de la ruta general, pero los asideros para manos y pies se
encuentran según se sube y hay que adaptarse y cambiar constantemente" 4. La cima que hay que escalar es la conservación de la vida
natural, en sus formas diferentes, dentro de unos parámetros razonables de lo
que puede lograrse en el sistema económico e institucional presente. Sus
adversarios son el desarrollo incontrolado y las burocracias irresponsables,
como la Oficina Federal de Reclamación, que no se preocupa de proteger nuestra
reserva natural. Se definen como amantes de la naturaleza y apelan a ese
sentimiento en todos nosotros, prescindiendo de las diferencias sociales.
Operan mediante las instituciones y utilizan a menudo la influencia política
con gran destreza y determinación. Se basan en un amplio apoyo popular, así
como en las donaciones de las élites acomodadas de buena voluntad y de las
empresas. Algunas organizaciones, como el Sierra Club, son muy grandes (en
torno a 600.000 miembros) y están estructuradas en organizaciones locales,
cuyas acciones e ideologías varían considerablemente y no siempre encajan con la
imagen del "ecologismo establecido". La mayor parte del resto, como
el Environmental Defense Fund, se centran en las campañas políticas, el
análisis y la difusión de información. Suelen practicar una política de
coalición, pero se cuidan de no alejarse de su objetivo medioambiental,
desconfiando de las ideologías radicales y la acción espectacular que está en
desacuerdo con la mayoría de la opinión pública. Sin embargo, sería un error
oponer los conservacionistas establecidos a los ecologistas verdaderos y
radicales. Por ejemplo, uno de los dirigentes históricos del Sierra Club, David
Brower, se convirtió en fuente de inspiración para los ecologistas radicales.
De forma recíproca, Dave Foreman, de Earth First! formó parte, en 1996, de la
junta directiva del Sierra Club. Existe una gran ósmosis en las relaciones
entre los conservacionistas y los ecologistas radicales, ya que las ideologías
tienden a ocupar un segundo lugar en su preocupación compartida por la
destrucción incesante y multiforme de la naturaleza, pese a los agudos debates
y conflictos dentro de un movimiento tan grande y diversificado.
La movilización
local
La "movilización de las
comunidades locales en defensa de su espacio", contra la intrusión de los
usos indeseables, constituye la forma de acción ecologista de desarrollo más
rápido y la que quizás enlaza de forma más directa las preocupaciones
inmediatas de la gente con los temas más amplios del deterioro
medioambiental 5.
Con frecuencia etiquetados, con
cierta malicia, como el movimiento "en mi patio trasero, no", se
desarrolló en los Estados Unidos en primer lugar bajo la forma del movimiento
contra los tóxicos, originado en 1978 durante el vergonzoso incidente de Love
Canal sobre vertidos industriales tóxicos en Niagara Falls (Nueva York). Lois
Gibbs, el ama de casa que se hizo famosa debido a su lucha por defender la
salud de su hijo, así como el valor de su hogar, acabó estableciendo, en 1981,
la Citizens Clearinghouse for Hazardous Waste. Según los recuentos de la
Clearinghouse, en 1984 había 600 grupos locales que luchaban contra los
vertidos tóxicos en los Estados Unidos, que aumentaron a 4.687 en 1988. Con el
tiempo, las comunidades también se movilizaron contra la construcción de
autopistas, el desarrollo excesivo y la localización de instalaciones
peligrosas en su proximidad. Aunque el movimiento es local, no es
necesariamente localista, ya que suele afirmar el derecho de los residentes a
la calidad de vida en oposición a los intereses de las empresas o burocracias.
Sin duda, la vida en sociedad se compone de equilibrios entre gente como
residentes, trabajadores, consumidores, personas que se desplazan al trabajo y
otros viajeros. Pero lo que estos movimientos cuestionan es, por una parte, el
sesgo de la localización de materiales o actividades indeseables en comunidades
de renta baja y zonas habitadas por minorías; y por la otra, la falta de
transparencia y participación en la toma de decisiones sobre el uso del espacio.
Así pues, los ciudadanos demandan la extensión de la democracia local, una
planificación urbana responsable y equidad para compartir las cargas del
desarrollo urbano/industrial, a la vez que se impide la exposición a vertidos o
instalaciones peligrosos. Como concluye Epstein en su análisis del movimiento:
La demanda del movimiento sobre
tóxicos/justicia medioambiental de un estado que tenga mayor poder para regular
las empresas, un estado que sea responsable ante el público más que ante las
empresas, parece muy apropiada y probablemente constituya una base para la
exigencia más amplia de que se reafirme y extienda el poder estatal sobre las
empresas y que se ejerza en nombre del bienestar público y sobre todo del
bienestar de quienes son más vulnerables 6.
En otros casos, en los suburbios
de clase media, las movilizaciones de sus residentes se centraron más en
conservar su "status quo" contra el desarrollo indeseado. No
obstante, prescindiendo de su contenido de clase, todas las formas de protesta
aspiran a establecer un control sobre el entorno en nombre de la comunidad
local y, en este sentido, las movilizaciones defensivas locales son, sin duda,
un importante componente del movimiento ecologista más amplio.
La vertiente
contracultural
El ecologismo también ha
alimentado algunas de las contraculturas que brotaron de los movimientos de los
años sesenta y setenta. Por contracultura entiendo el intento deliberado de
vivir de acuerdo con normas diferentes y hasta cierto punto contradictorias de
las aplicadas institucionalmente por la sociedad y de oponerse a esas
instituciones basándose en principios y creencias alternativos.
Algunas de las corrientes
contraculturales más fuertes de nuestras sociedades se expresan bajo la forma
de guiarse sólo por las leyes de la naturaleza, afirmando, de este modo, la
prioridad del respeto a la naturaleza sobre cualquier otra institución humana.
Por eso creo que tiene sentido incluir bajo la noción de "ecologismo
contracultural" expresiones tan aparentemente distintas como los
ecologistas radicales (tales como Earth First! o Sea Shepherds), el movimiento
para la liberación de los animales y el ecofeminismo 7. De hecho, a pesar de su diversidad y falta de coordinación, la
mayoría de estos movimientos comparten las ideas de los pensadores de la
"ecología profunda", representados, por ejemplo, por el escritor
noruego Arne Naess. Según éste y George Sessions, los principios básicos de la
"ecología profunda" son:
Los principios
de la "ecología profunda"
-El bienestar y florecimiento de la vida humana y no humana en la Tierra
tienen valor en sí mismos. Estos valores son independientes de la utilidad del
mundo no humano para los objetivos humanos.
-La riqueza y diversidad de las formas de vida contribuyen a la
percepción de estos valores y son también valores en sí mismos.
-Los humanos no tienen derecho a reducir esta riqueza y diversidad, salvo
para satisfacer necesidades vitales.
-El florecimiento de la vida y cultura humanas es compatible con un
descenso sustancial de la población humana. El florecimiento de la vida no
humana requiere ese descenso.
-La interferencia humana actual en el mundo no humano es excesiva y la
situación empeora por momentos.
-Por lo tanto, deben cambiarse las políticas. Estas políticas afectan a
las estructuras económicas, tecnológicas e ideológicas básicas. El estado de
cosas resultante será profundamente diferente del presente.
-El cambio ideológico consiste fundamentalmente en apreciar la calidad de
vida (vivir en situaciones de valor inherente) más que adherirse a un nivel de
vida cada vez más alto. Habrá una profunda conciencia de la diferencia entre
grande y excelente.
- Quienes
suscriben los puntos precedentes tienen la obligación directa o indirecta
de tratar de llevar a cabo los cambios necesarios 8.
Para responder a esa obligación,
a finales de la década de los setenta, varios ecologistas radicales,
encabezados por David Foreman, un ex marine convertido en ecoguerrero, crearon
en Nuevo México y Arizona Earth First!, un movimiento intransigente que utilizó
la desobediencia civil e incluso el "ecosabotaje" contra la
construcción de presas, la tala y otras agresiones a la naturaleza, con lo que
se enfrentó a procesos y cárcel. El movimiento, y otras organizaciones diversas
que siguieron su ejemplo, estaba completamente descentralizado, formado por
"tribus" autónomas que se reunían de forma periódica, según los ritos
y fechas de los indios norteamericanos, para decidir sus acciones. La ecología
profunda era la base ideológica del movimiento y figura de forma prominente en
"The Earth First! Reader", publicado con un prefacio de David Foreman
9. Pero
igualmente influyente, si no más, fue la novela de Abbey "The Monkey
Wrench Gang", acerca de un grupo contracultural de ecoguerrillas que se
convirtieron en modelos para muchos ecologistas radicales. En efecto,
"monkeywrenching" (utilizar la llave inglesa) se convirtió en un
sinónimo de ecosabotaje. En la década de los noventa, el movimiento para la
liberación de los animales, centrado en la oposición abierta a la
experimentación con animales, parece ser el ala más militante del fundamentalismo
ecológico.
El ecofeminismo
El ecofeminismo se distancia
claramente de las tácticas "machistas" de algunos de estos
movimientos, pero comparte el principio del respeto absoluto por la naturaleza
como la base para la liberación tanto del patriarcado como del industrialismo.
Consideran a las mujeres víctimas de la misma violencia patriarcal que se
inflige a la naturaleza. Y, por lo tanto, el restablecimiento de los derechos
naturales es inseparable de la liberación de la mujer. En palabras de Judith Plant:
A lo largo de la historia, la
mujer no ha tenido un poder real en el mundo exterior, ni lugar en la toma de
decisiones. La vida intelectual, el trabajo de la mente, no ha sido
tradicionalmente accesible a las mujeres. Las mujeres han solido ser pasivas,
al igual que la naturaleza. Sin embargo, hoy la ecología habla en favor de la
tierra, en favor del "otro", en las relaciones
humanas/medioambientales. Y el ecofeminismo, al hablar en favor de los otros
originales, pretende comprender las raíces interconectadas de toda dominación y
los modos de resistencia al cambio 10.
A algunas ecofeministas también
las inspiró la polémica reconstrucción histórica de Carolyn Merchant, que se
remonta a las sociedades prehistóricas y naturales, libres de la dominación
masculina, de una edad de oro matriarcal, donde había armonía entre naturaleza
y cultura, y donde tanto hombres como mujeres adoraban a la naturaleza en forma
de diosa 11. También ha
habido, sobre todo durante la década de los setenta, una interesante conexión
entre el ecologismo, el feminismo espiritual y el neopaganismo, algunas veces
expresada en la militancia ecofeminista y la acción directa no violenta de
brujas pertenecientes a la Congregación de Brujería 12.
Así pues, mediante formas
variadas, de las tácticas ecoguerrilleras al espiritualismo, pasando por la
ecología profunda y el ecofeminismo, los ecologistas radicales vinculan la
acción medioambiental y la revolución cultural, ampliando el alcance de un
movimiento ecologista abarcador, en su construcción de la "ecotopía".
Greenpeace
Greenpeace es la organización
ecologista mayor del mundo y probablemente la que más ha popularizado los temas
medioambientales globales mediante sus acciones no violentas orientadas a los
medios de comunicación 13. Fundada en Vancouver en 1971, en torno a la protesta antinuclear
frente a la costa de Alaska, estableció después su sede en Amsterdam,
convirtiéndose en una organización transnacional interconectada que, en 1994,
contaba con 6 millones de miembros a lo largo de todo el mundo y unos ingresos
anuales de más de 100 millones de dólares. Su perfil tan característico como
movimiento ecologista se deriva de tres componentes principales. En primer
lugar, un sentimiento de urgencia en cuanto a la desaparición inminente de la
vida en el planeta, inspirado por una leyenda india norteamericana:
"Cuando la tierra esté enferma y los animales hayan desaparecido, llegará
una tribu de pueblos de todos los credos, colores y culturas que crean en los
hechos, no en las palabras, y que devolverán a la Tierra su antigua
belleza. La tribu se llamará los 'Guerreros del Arco
iris'" 14. En segundo lugar, una actitud de
inspiración cuáquera de atestiguar, como principio de acción y como estrategia
de comunicación. En tercer lugar, una actitud pragmática y comercial, en buena
medida influida por el dirigente histórico y presidente de la junta directiva
de Greenpeace, David McTaggart, de "hacer las cosas". No hay tiempo
para discusiones filosóficas: los temas clave deben identificarse utilizando el
conocimiento y las técnicas de investigación en todo el planeta; han de
organizarse campañas sobre objetivos específicos; seguirán acciones
espectaculares destinadas a atraer la atención de los medios de comunicación,
con lo que un tema determinado se expondrá a la mirada pública y se obligará a
las empresas, gobiernos e instituciones internacionales a tomar una
determinación o afrontar más publicidad perjudicial.
Greenpeace es a la vez una
organización muy centralizada y una red global descentralizada. Está controlada
por un consejo de representantes de los países, un pequeño comité ejecutivo y
unos fideicomisarios regionales para Norteamérica, América Latina, Europa y el
Pacífico. Sus recursos se organizan en campañas, cada una de ellas dividida por
temas. A mediados de los años noventa, las principales campañas eran:
sustancias tóxicas, energía y atmósfera, temas nucleares y ecología
marina/terrestre. Sus sedes, situadas en 30 países del mundo, sirven para
coordinar las campañas globales y recaudar fondos y apoyo nacional/local, pero
la mayor parte de la acción aspira a obtener una repercusión global, ya que los
principales problemas medioambientales son globales. Greenpeace considera su
adversario a un modelo de desarrollo caracterizado por la falta de preocupación
acerca de sus consecuencias sobre la vida del planeta. Por consiguiente, se
moviliza para aplicar el principio de la sostenibilidad medioambiental como principio
general, al que todas las demás políticas y actividades deben subordinarse.
Debido a la importancia de su misión, los "guerreros del arco iris"
no están inclinados a participar en debates con los otros grupos ecologistas y
no se recrean en la contracultura, pese a las variaciones personales en las
actitudes de sus numerosos miembros. Son internacionalistas resueltos y
consideran al estado-nación el principal obstáculo para lograr el control sobre
el desarrollo actual, desenfrenado y destructivo. Están en guerra contra un
modelo de desarrollo ecosuicida y pretenden obtener resultados inmediatos de
cada frente de acción, desde la conversión del sector frigorífico alemán a una
tecnología de "congelación verde", ayudando así a proteger la capa de
ozono, hasta influir en la restricción de la pesca de ballenas y la creación de
un refugio para ellas en la Antártida. Los "guerreros del arco iris"
se encuentran en la encrucijada de la ciencia para la vida, la tecnología de la
comunicación de redes globales y la solidaridad intergeneracional.
Política verde
A primera vista, la
"política verde" no parece ser un tipo de movimiento por sí mismo,
sino más bien una estrategia específica, a saber, entrar en el ámbito de la
política electoral en nombre del ecologismo. No obstante, un examen más atento
del ejemplo más importante de la política verde, Die Grünen, muestra claramente
que, en su origen, no era la política habitual 15.
El Partido Verde alemán, constituido el 13 de enero de 1980 a partir de una
coalición de movimientos populares, no es un movimiento ecologista
estrictamente hablando, aun cuando puede que haya sido más efectivo para el
avance de la causa medioambiental que ningún otro movimiento europeo en su
país. La principal fuerza subyacente en su formación fueron las
"iniciativas ciudadanas" de finales de los años setenta, organizadas
sobre todo en torno a las movilizaciones pacifistas y antinucleares. Reunió,
excepcionalmente, a los veteranos de los movimientos de los años sesenta con
las feministas, que se descubrieron como tales al reflexionar precisamente
sobre el sexismo de los hombres revolucionarios de la década de los sesenta, y
con la juventud y las clases medias cultas preocupadas por la paz, la energía
nuclear, el entorno (la muerte de los bosques, Waldsterben), el estado del
mundo, la libertad individual y la democracia de base.
La creación y el rápido éxito de
Los Verdes (entraron en el parlamento nacional en 1983) tuvieron su origen en
circunstancias muy excepcionales. En primer lugar, no había expresiones
políticas reales para la protesta social en Alemania más allá de los tres
partidos principales que se habían alternado en el poder y que incluso formaron
una coalición en los años sesenta: en 1976, más del 99% de los votos fueron a
los tres partidos (democristianos, socialdemócratas y liberales). Por lo tanto,
existía un voto desafecto potencial, sobre todo entre la juventud, que esperaba
la posibilidad de expresarse. Los escándalos sobre la financiación política (el
caso Flick) habían puesto en entredicho la reputación de todos los partidos
políticos y sugerido que se sostenían con las aportaciones de la industria.
Además, lo que los politólogos denominan la "estructura de oportunidades
políticas" apoyaba la estrategia de formar un partido y mantener la unidad
entre sus constituyentes: entre otros elementos, el movimiento podía obtener
cuantiosos fondos gubernamentales si llegaba, con arreglo a la ley electoral
alemana, al 5% de los votos, porcentaje necesario para entrar en el parlamento.
Esto contribuyó a unir a Los Verdes, antes fraccionados.
La mayor parte de los votantes
verdes eran jóvenes, estudiantes, profesores o miembros de otras categorías
alejadas de la producción, ya fueran desempleados (pero subsidiados por el
gobierno) o trabajadores gubernamentales. Su agenda incluía ecología, paz,
defensa de las libertades, protección de las minorías y los inmigrantes,
feminismo y democracia participativa. Dos tercios de los dirigentes del Partido
Verde eran participantes activos en varios movimientos sociales en los años
ochenta. En efecto, Die Grünen se presentaba, en palabras de Petra Kelly, como
un "partido antipartido" que pretendía "una política basada en
una nueva concepción del poder, un "contrapoder" que es natural y
común a todos, que ha de ser compartido por todos y utilizado por todos para
todos" 16. En
consecuencia, los representantes elegidos para los cargos rotaban y tomaban la
mayoría de las decisiones en asamblea, siguiendo la tradición anarquista que
inspiró a Los Verdes más de lo que admitirían. La prueba de fuego de la
política pragmática deshizo estos experimentos unos cuantos años después, sobre
todo tras el fracaso electoral de 1990, motivado fundamentalmente por su total
incomprensión de la importancia de la unificación alemana, en una actitud
coherente con su oposición al nacionalismo. El conflicto latente entre los
"Realos" (dirigentes pragmáticos que trataban de potenciar la agenda
verde mediante las instituciones) y los "Fundis" (leales a los
principios básicos de la democracia de base y el ecologismo) estalló
abiertamente en 1991, dejando el control del partido a una alianza de
centristas y pragmáticos. Reorientado y reorganizado, el Partido Verde alemán
recobró su fortaleza en la década de los noventa, volvió al parlamento y obtuvo
posiciones fuertes en los gobiernos locales y regionales, sobre todo en Berlín,
Frankfurt, Bremen y Hamburgo, algunas veces gobernando en alianza con los
socialdemócratas. No obstante, no era el mismo partido: se había convertido en
un partido político. Además, este partido ya no poseía el monopolio de la
agenda medioambiental puesto que los socialdemócratas, e incluso los liberales,
se abrieron mucho más a las nuevas ideas planteadas por los movimientos
sociales. Y lo que es más, la Alemania de la década de los noventa era un país
muy diferente. No había peligro de guerra, sino de declive económico. El
desempleo generalizado entre los jóvenes y la reducción del estado de bienestar
se convirtieron en temas más acuciantes para los votantes verdes
"canosos" que la revolución cultural. El asesinato de Petra Kelly en
1992, probablemente a manos de su compañero, que luego se suicidó, tocó una
fibra sensible, sugiriendo los límites de la huida de la sociedad en la vida
cotidiana, mientras se dejan intactas estructuras fundamentales económicas,
políticas y psicológicas. Sin embargo, mediante la política verde, el Partido Verde
se consolidó como la izquierda coherente de la Alemania de fin de siglo y la
generación rebelde de los años setenta siguió conservando la mayoría de sus
valores mientras envejecía y los transmitió a sus hijos a través de su modo de
vida. Así pues, del experimento de la política verde surgió una Alemania muy
diferente, tanto desde el punto de vista cultural como desde el político. Pero
la imposibilidad de integrar partido y movimiento sin conducir al totalitarismo
(leninismo) o al reformismo a expensas del movimiento (socialdemocracia)
recibió otra confirmación histórica como ley de hierro del cambio social.
La conservación de la naturaleza,
la búsqueda de la calidad medioambiental y un planteamiento ecológico de la
vida son ideas decimonónicas que, en su expresión más definida, permanecieron
durante largo tiempo confinadas a las élites ilustradas de los países
dominantes 17. Con
frecuencia fueron el dominio exclusivo de una alta burguesía abrumada por la
industrialización, como en el caso de los orígenes de la Audubon Society en los
Estados Unidos. Otras veces, un componente comunal y utópico fue la cuna de los
primeros ecologistas políticos, como en el caso de Kropotkin, que enlazó para siempre
el anarquismo y la ecología, en una tradición bien representada en nuestro
tiempo por Murray Bookchin. Pero en todos los casos, y durante más de un siglo,
se mantuvo como una tendencia intelectual restringida, que aspiraba
fundamentalmente a influir en la conciencia de las personas influyentes que
podían fomentar la legislación conservacionista o donar sus bienes a la buena
causa de la naturaleza. Aun cuando se forjaron alianzas sociales (por ejemplo,
entre Robert Marshall y Catherine Bauer en los Estados Unidos durante los años
treinta), sus resultados políticos se presentaron de un modo en que las
preocupaciones económicas y de bienestar social eran lo primordial 18. Aunque hubo pioneros influyentes y valerosos, como Alice
Hamilton y Rachel Carson en los Estados Unidos, hasta finales de los años
sesenta no surgió un movimiento de masas, tanto en las bases como en la opinión
pública, en los Estados Unidos, Alemania y Europa Occidental, que luego se
difundió rápidamente al resto del mundo. ¿Por qué fue así?
¿Por qué las ideas ecologistas prendieron de repente en las secas
praderas del sin sentido planetario? Propongo la hipótesis de que existe una
correspondencia directa entre los temas planteados por el movimiento ecologista
y las dimensiones fundamentales de la nueva estructura social, la sociedad red,
que surgió a partir de los años setenta: la ciencia y la tecnología como medios
y objetivos básicos de la economía y la sociedad; la transformación del espacio
y del tiempo; y la dominación de la identidad cultural por los flujos globales
y abstractos de riqueza, poder e información, que construyen la virtualidad
real mediante las redes de medios de comunicación. Sin duda, en el universo
caótico del ecologismo podemos encontrar todos estos temas en en general y
ninguno de ellos en particular. Sin embargo, sostengo que hay implícito un
discurso ecológico coherente que transciende diversas orientaciones políticas y
orígenes sociales dentro del movimiento y que proporciona el marco desde el
cual se destacan temas diferentes en momentos distintos y para fines diversos 19. Naturalmente, existen conflictos pronunciados y fuertes
desacuerdos entre los componentes del movimiento ecologista. No obstante, estos
desacuerdos suelen ser más sobre tácticas, prioridades y lenguaje que sobre la
ofensiva básica de vincular la defensa de entornos específicos a nuevos valores
humanos. A riesgo de simplificar demasiado, sintetizaré las principales líneas
del discurso presente en el movimiento ecologista en cuatro temas principales.
La conexión con
la ciencia y la tecnología
En primer lugar, una conexión
ambigua y profunda con la ciencia y la tecnología. Bramwell escribe: "El
desarrollo de las ideas verdes fue la revuelta de la ciencia contra la ciencia
que se produjo a finales del siglo xix en Europa y Norteamérica" 20. Esta revuelta se intensificó y difundió en los años setenta de
forma simultánea a la revolución de la tecnología de la información y al
extraordinario desarrollo del conocimiento biológico gracias a la modelización
informática que tuvo lugar en el periodo subsiguiente. En efecto, la ciencia y
la tecnología desempeñaron un papel fundamental, si bien contradictorio, en el
movimiento ecologista. Por una parte, existe una profunda desconfianza hacia la
bondad de la tecnología avanzada, que lleva en algunas manifestaciones extremas
a ideologías neoluditas, como la representada por Kirpatrick Sale. Por otra
parte, el movimiento se apoya en buena medida en la reunión, el análisis y la
difusión de información científica sobre la interacción de los artefactos
fabricados por el hombre y el medio ambiente, a veces con un alto grado de
complejidad. Las principales organizaciones ecologistas suelen tener
científicos en su plantilla y en la mayoría de los países existe una estrecha
conexión entre los científicos y académicos y los activistas ecologistas.
El ecologismo es un movimiento
basado en la ciencia. A veces no es una ciencia muy rigurosa, pero no obstante
pretende conocer qué le pasa a la naturaleza y los humanos, revelando la verdad
que ocultan los intereses creados del industrialismo, el capitalismo, la
tecnocracia y la burocracia. Aunque critican el dominio de la vida por la
ciencia, los ecologistas utilizan la ciencia para oponerse a la ciencia en
nombre de la vida. No abogan por la negación del conocimiento, sino por un
conocimiento superior: la sabiduría de una visión holística, capaz de superar
los planteamientos fragmentarios y las estrategias miopes conducentes a la
satisfacción de los instintos básicos. En este sentido, el ecologismo aspira a
retomar el control sobre los productos de la mente humana antes de que la
ciencia y la tecnología tengan vida propia y las máquinas acaben imponiendo su
voluntad sobre nosotros y la naturaleza, un temor ancestral de la humanidad.
Espacio, tiempo
y democracia de base
Las luchas sobre la
transformación estructural equivalen a luchar por la redefinición histórica de
las dos expresiones materiales fundamentales de la sociedad: espacio y tiempo.
Y, en efecto, el control del espacio y el predominio de la localidad es otro
importante tema recurrente en varios componentes del movimiento
ecologista. En el volumen I, capítulo 6 21
de "La Era de la Información" propuse la idea de que estaba surgiendo
una oposición fundamental en la sociedad red entre dos lógicas espaciales, la
del espacio de los flujos y la del espacio de los lugares.
El espacio de los flujos organiza
la simultaneidad de las prácticas sociales a distancia, por medio de las
telecomunicaciones y los sistemas de información. El espacio de los lugares
privilegia la interacción social y la organización institucional atendiendo a
la contigüidad física. Lo que distingue a la nueva estructura social, la
sociedad red, es que la mayoría de los procesos dominantes, que concentran
poder, riqueza e información, se organizan en el espacio de los flujos. La
mayor parte de la experiencia y el sentido humanos siguen teniendo una base
local. La disyunción entre las dos lógicas espaciales es un mecanismo fundamental
de dominio en nuestras sociedades porque desplaza el núcleo de los procesos
económicos, simbólicos y políticos del ámbito donde puede construirse sentido
social y puede ejercerse control político. Así pues, el hincapié de los
ecologistas en la localidad y en el control de la gente de sus espacios vitales
es un reto a una palanca básica del nuevo sistema de poder. Aun en las
expresiones más defensivas, como en las luchas denominadas "en mi patio
trasero, no", para afirmar la prioridad de la vida local sobre los usos de
un espacio determinado por parte de "intereses de fuera", como las
compañías que vierten tóxicos o los aeropuertos que extienden sus pistas, tiene
el significado profundo de negar las prioridades abstractas de los intereses técnicos
o económicos sobre las experiencias reales de los usos reales de la gente. Lo
que desafía el localismo ecologista es la pérdida de conexión entre estas
funciones o intereses diferentes bajo el principio de la representación
mediatizada por la racionalidad abstracta y técnica que ejercen los intereses
comerciales incontrolados y las tecnocracias irresponsables. Así pues, la
lógica del argumento evoluciona hasta el anhelo de un gobierno a pequeña
escala, que privilegie la comunidad local y la participación ciudadana: la
democracia de base es el modelo político implícito en la mayor parte de los
movimientos ecologistas. En las alternativas más elaboradas, el control del
espacio, la afirmación del lugar como fuente de significado, se vinculan con
los ideales de autogestión de la tradición anarquista, incluida la producción a
pequeña escala y la búsqueda de la autosuficiencia, que conducen a la asunción
de la austeridad, la crítica del consumo conspicuo y la sustitución del valor
de cambio del dinero por el valor de uso de la vida. Sin duda, las personas que
protestan contra los vertidos tóxicos en su vecindad no son anarquistas y pocas
de ellas estarían realmente dispuestas a transformar todo el entramado de su
vida tal cual es. Pero la lógica interna del argumento, la conexión entre la
defensa del lugar propio contra los imperativos del espacio de los flujos y el
fortalecimiento de las bases económicas y políticas de la localidad, permiten
la identificación repentina de algunas de estas vinculaciones en la conciencia
pública cuando sucede un acontecimiento simbólico (como la edificación de una
central nuclear). De este modo, se crean las condiciones para la convergencia
de los problemas de la vida diaria y los proyectos para una sociedad
alternativa: así se hacen los movimientos sociales.
Tres formas de
temporalidad
Junto al espacio, el control del
tiempo está en juego en la sociedad red y el movimiento ecologista es,
probablemente, el actor más importante en la proyección de una temporalidad
nueva y revolucionaria. Este tema es tan importante como complejo y requiere
una elaboración pausada. En el volumen I, capítulo 7 de "La Era de la
Información", propuse una distinción (basándome en los debates actuales en
sociología e historia, así como en las filosofías del tiempo y el espacio de
Leibniz e Innis) entre tres formas de temporalidad: el tiempo de reloj, el
tiempo atemporal y el tiempo glacial. El "tiempo de reloj",
característico del industrialismo, tanto para el capitalismo como para el
estatismo, se caracterizaba/caracteriza por la secuencia cronológica de los
acontecimientos y por la disciplina de la conducta humana a un horario
predeterminado que apenas permite la experiencia fuera de la dimensión
institucionalizada. El "tiempo atemporal", que caracteriza los procesos
dominantes de nuestra sociedad, se da cuando las características de un contexto
determinado, a saber, el paradigma informacional y la sociedad red, provocan
una perturbación sistémica en el orden secuencial de los fenómenos realizados
en ese contexto. Esta perturbación puede comprimir la ocurrencia de los
fenómenos para lograr la instantaneidad (como en las "guerras
instantáneas" o las transacciones financieras en fracciones de segundo) o
introducir una discontinuidad aleatoria en la secuencia (como en el hipertexto
de los medios de comunicación integrados y electrónicos). La eliminación de las
secuencias crea una cronología indiferenciada, con lo cual se aniquila el
tiempo. En nuestras sociedades, la mayoría de los procesos centrales dominantes
se estructuran en el tiempo atemporal, pero la mayoría de la gente está
dominada por el tiempo de reloj.
Existe una forma más de tiempo,
concebida y propuesta en la práctica social: el "tiempo glacial". En
la formulación original de Lash y Urry, la noción de tiempo glacial implica que
"la relación entre los humanos y la naturaleza es a muy largo plazo y
evolutiva. Retrocede desde la historia humana inmediata y se proyecta a un
futuro totalmente inespecificable" 22. Desarrollando su elaboración, propongo la idea de que el
movimiento ecologista se caracteriza precisamente por el proyecto de introducir
una perspectiva de "tiempo glacial" en nuestra temporalidad, tanto en
cuanto a la conciencia como a la política. El pensamiento ecológico considera
la interacción de todas las formas de la materia en una perspectiva
evolucionista. La idea de limitar el uso de los recursos a los de carácter
renovable, central para el ecologismo, se predica precisamente en virtud de la
noción de que la alteración del equilibrio básico del planeta y del universo
puede, con el tiempo, deshacer el delicado equilibrio ecológico, con
consecuencias catastróficas. La noción holística de la integración de humanos y
naturaleza, representada en los autores de la "ecología profunda", no
hace referencia a un culto ingenuo de los prístinos paisajes naturales, sino a
la consideración fundamental de que la unidad de experiencia importante no es
cada individuo ni las comunidades humanas existentes en la historia. Para
fundirnos con nuestro yo cosmológico, primero debemos cambiar la noción de
tiempo, para sentir el "tiempo glacial" discurrir en nuestras vidas,
percibir la energía de las estrellas fluir en nuestra sangre y asumir que los
ríos de nuestros pensamientos se sumergen incesantemente en los océanos
ilimitados de la materia viva multiforme. En términos personales muy directos,
el tiempo glacial significa medir nuestra vida por la vida de nuestros hijos y
de los hijos de los hijos de nuestros hijos. Así, gestionar nuestras vidas e
instituciones para ellos, tanto como para nosotros, no es un culto de la Nueva
Era, sino la forma más tradicional de cuidar de nuestros descendientes, es
decir, de la carne de nuestra carne. Proponer el desarrollo sostenible como
solidaridad intergeneracional une el sano egoísmo con el pensamiento sistémico
en una perspectiva evolucionista. El movimiento antinuclear, una de las fuentes
más poderosas del movimiento ecologista, basa su crítica radical de la energía
nuclear en los efectos a largo plazo de los desechos radiactivos, además de los
problemas de seguridad inmediatos, con lo que se ocupa de la seguridad de
generaciones a miles de años de nosotros. Hasta cierto punto, el interés en la
conservación de las culturas indígenas y el respeto a las mismas extienden
hacia atrás la preocupación por todas las formas de la existencia humana
provenientes de tiempos diferentes, afirmando que nosotros somos ellos y ellos,
nosotros. Es esta unidad de la especie y de la materia como un todo, y de su
evolución espaciotemporal, la que proclaman de forma implícita el movimiento
ecologista y, de forma explícita, los pensadores de la ecología profunda y el
ecofeminismo 23. La
expresión material que unifica las diferentes demandas y temas del ecologismo
es su temporalidad alternativa, que exige la asunción por parte de las
instituciones de la sociedad de la lenta evolución de nuestra especie en su
entorno, sin un final para nuestro ser cosmológico, mientras el universo siga
expandiéndose desde el momento/lugar de su comienzo común. Más allá de las
orillas temporales del tiempo de reloj sometido, que sigue experimentando la
mayor parte de la gente del mundo, tiene lugar la lucha histórica por la nueva
temporalidad entre la aniquilación del tiempo en los flujos recurrentes de las
redes informáticas y la percepción del tiempo glacial en la asunción consciente
de nuestro yo cosmológico.
Globalistas en
el tiempo y localistas en el espacio
Mediante estas batallas
fundamentales sobre la apropiación de ciencia, espacio y tiempo, los
ecologistas inducen la creación de "una nueva identidad", una
identidad biológica, una "cultura de la especie humana como componente de
la naturaleza". Esta identidad sociobiológica no supone la negación de las
culturas históricas. Los ecologistas respetan las culturas populares y se
recrean en la autenticidad cultural de diversas tradiciones. No obstante, su
enemigo objetivo es el nacionalismo estatal, porque el estado-nación, por
definición, está destinado a afirmar su poder sobre un territorio determinado.
Por lo tanto, rompe la unidad de la humanidad, así como la interrelación de los
territorios, que impide que compartamos plenamente nuestro ecosistema global.
En palabras de David McTaggart, dirigente histórico de Greenpeace
International: "La mayor amenaza que debemos afrontar es el nacionalismo.
En el próximo siglo, vamos a hacer frente a temas que no pueden resolverse
nación por nación. Lo que tratamos de hacer es trabajar juntos
internacionalmente, pese a siglos de prejuicio nacionalista" 24. En lo que sólo es una contradicción aparente, los ecologistas
son, a la vez, localistas y globalistas: globalistas en la gestión del tiempo,
localistas en la defensa del espacio. El pensamiento y la política
evolucionistas requieren una perspectiva global. La armonía de la gente con su
entorno comienza en su comunidad local.
Esta "nueva identidad como
especie", que es una identidad sociobiológica, puede superponerse
fácilmente a las tradiciones históricas, los lenguajes y los símbolos
culturales multifacéticos, pero es difícil que se mezcle con la identidad
nacionalista estatal. Así pues, hasta cierto punto, el ecologismo supera la
oposición entre la cultura de la virtualidad real, que subyace en los flujos
globales de riqueza y poder, y la expresión de las identidades fundamentalistas
culturales o religiosas. Es la única identidad global que se plantea en nombre
de todos los seres humanos, prescindiendo de sus ligaduras específicas
sociales, históricas o de género, o de su fe religiosa. Sin embargo, puesto que
la mayoría de la gente no vive su vida de forma cosmológica y la asunción de una
naturaleza compartida con los mosquitos aún plantea algunos problemas tácticos,
el asunto esencial en cuanto a la influencia de la nueva cultura ecológica es
su capacidad para tejer los hilos de las culturas singulares en un hipertexto,
compuesto por la diversidad histórica y la comunidad biológica. Denomino a esta
cultura la "cultura verde" (por qué inventar otro término cuando
millones de personas ya la llaman así) y la defino en los términos de Petra
Kelly: "Hemos de aprender a pensar y actuar desde nuestros corazones, a
reconocer la interconexión de todas las criaturas vivientes y a respetar el
valor de cada hilo de la vasta trama de la vida. Es una perspectiva espiritual
y la base de toda la política verde [...] la política verde requiere de nosotros
que seamos tiernos y subversivos a la vez" 25. La ternura de la subversión, la subversión de la ternura:
estamos muy lejos de la perspectiva instrumentalista que ha dominado la era
industrial, tanto en su versión capitalista como en la estatista. Y estamos en
contradicción directa con la disolución del significado en los flujos del poder
sin rostro que constituyen la sociedad red. La cultura verde, según se propone
en un movimiento ecologista multifacético, es el antídoto de la cultura de la
virtualidad real que caracteriza los procesos dominantes de nuestras
sociedades.
Así pues, es la ciencia de la
vida contra la vida bajo la ciencia; el control local sobre los lugares contra
un espacio de los flujos incontrolable; la percepción del tiempo glacial contra
la aniquilación del tiempo y la esclavitud continuada al tiempo de reloj; la
cultura verde contra la virtualidad real. Éstos son los retos fundamentales del
movimiento ecologista a las estructuras dominantes de la sociedad red. Y por
ello afronta los temas que la gente percibe vagamente como la materia con la
que están hechas sus nuevas vidas. Resta decir que entre este "furioso
fuego verde" y los hogares de la gente se yerguen altos los bastiones de
la sociedad, obligando a los ecologistas a una larga marcha a través de las
instituciones, de la que, como en el caso de todos los movimientos sociales, no
salen ilesos.
Gran parte del éxito del
movimiento ecologista obedece al hecho de que, más que ninguna otra fuerza
social, ha sido capaz de adaptarse lo mejor posible a las condiciones de la
comunicación y la movilización en el nuevo paradigma informacional 26. Aunque gran parte del movimiento se basa en las organizaciones
populares, la acción ecologista opera utilizando acontecimientos recogidos por
los medios de comunicación. Creando acontecimientos que llamen la atención de
los medios, los ecologistas son capaces de alcanzar a una audiencia mucho más
amplia que sus partidarios directos.
Además, la presencia constante de
temas medioambientales en los medios les ha prestado una legitimidad mayor que
la de cualquier otra causa. La orientación hacia los medios resulta obvia en
los casos de activismo ecologista global como Greenpeace, cuya lógica se
orienta hacia la creación de acontecimientos para movilizar la opinión pública
sobre temas específicos con el fin de presionar sobre los poderes sociales.
Pero también es el pan de cada día de las luchas ecologistas de ámbito local.
Las noticias locales de televisión, radio y prensa son la voz de los
ecologistas, hasta el punto de que las grandes empresas y los políticos suelen
quejarse de que son los medios de comunicación, más que los ecologistas, los
responsables de la movilización medioambiental. La relación simbiótica entre
los medios y el ecologismo proviene de varias fuentes. En primer lugar, las
tácticas de acción directa no violenta, que dominaron el movimiento desde
comienzos de los años setenta, proporcionaron un buen material de información,
sobre todo cuando las noticias requieren imágenes frescas. Muchos activistas
ecologistas han practicado con gran imaginación las tácticas anarquistas
francesas de laction exemplaire, un acto espectacular que impresiona, provoca
el debate e induce la movilización. El autosacrificio, como soportar la
detención y la cárcel, arriesgar la vida en el océano, encadenarse a los
árboles, utilizar sus cuerpos para bloquear una construcción indeseable o los
transportes perniciosos, interrumpir las ceremonias oficiales y tantas otras
acciones directas, emparejadas con la contención y la no violencia manifiesta,
introduce una actitud de testimonio que restaura la confianza y realza los
valores éticos en una era de cinismo generalizado. En segundo lugar, la
legitimidad de los temas suscitados por los ecologistas, al conectar
directamente con los valores humanistas básicos que aprecia la mayoría de la
gente y con frecuencia distantes de la política partidista, preparó el terreno
para que los medios de comunicación asumieran el papel de la voz del pueblo,
con lo que aumentaron su propia legitimidad y los periodistas se sintieron a
gusto con ello. Además, en las noticias locales, la información sobre los peligros
para la salud o los trastornos medioambientales en la vida de la gente plantea
los problemas sistémicos de un modo más vigoroso que cualquier discurso
ideológico tradicional. Con frecuencia, los propios ecologistas alimentan a los
medios con imágenes preciosas que dicen más que un grueso informe. Así, los
grupos ecologistas estadounidenses han distribuido cámaras de vídeo a los
grupos de base de todo el mundo, de Connecticut a Amazonia, para que filmen las
violaciones explícitas de las leyes medioambientales, utilizando después la
infraestructura tecnológica del grupo para procesar y difundir las imágenes
acusatorias.
Los ecologistas también han
estado a la vanguardia de las nuevas tecnologías de comunicación como
herramientas organizativas y movilizadoras, sobre todo en el uso de Internet 27. Por ejemplo, una coalición de grupos ecologistas de los Estados
Unidos, Canadá y Chile, formada en torno a Friends of the Earth, Sierra Club,
Greenpeace, Defenders of Wildlife, Canadian Environmental Law Association y
otros, se movilizó contra la aprobación del Tratado de Libre Comercio debido a
que carecía de suficientes provisiones de protección al medio ambiente.
Utilizaron Internet para coordinar acciones e información y crearon una red
permanente que trazó las líneas de batalla de la acción ecologista
transnacional en todo el continente americano durante los años noventa. Los
nodos de la World Wide Web se están convirtiendo en lugares de encuentro para
los ecologistas de todo el mundo, al igual que las páginas establecidas en 1996
por organizaciones como Conservation International y Rainforest Action Network
para defender la causa de los pueblos indígenas de las selvas tropicales. Food
First, una organización con base en California, se ha enlazado con una red de
grupos ecologistas de los países en desarrollo, conectando los problemas
medioambientales y de la pobreza. De este modo, a través de la red, fue capaz
de coordinar su acción con Global South, una organización con base en
Tailandia, que proporciona una perspectiva ecologista desde el Asia de
industrialización reciente.
Mediante estas redes, los grupos
de base de todo el mundo son capaces de actuar globalmente, en un momento dado,
en el ámbito donde se crean los problemas principales. Parece que está
surgiendo una elite informatizada como núcleo global y coordinador de grupos
populares de acción ecologista de todo el mundo, un fenómeno que no es
completamente distinto del papel desempeñado por los obreros tipógrafos y los
periodistas al comienzo del movimiento obrero, orientando, a través de la
información a la que tenían acceso, a las masas analfabetas que formaban la
clase obrera del inicio de la industrialización.
Cambiar las
cosas
El ecologismo no es sólo un
movimiento de concienciación. Desde sus comienzos, se ha centrado en hacer que
las cosas cambien en la legislación y el gobierno. En efecto, el núcleo de las
organizaciones ecologistas (como el denominado Grupo de los Diez de los Estados
Unidos) dirige sus esfuerzos a presionar para obtener legislación y a apoyar o
oponerse a candidatos políticos atendiendo a su postura sobre ciertos temas.
Hasta las organizaciones orientadas a acciones no tradicionales, como
Greenpeace, han dedicado cada vez más su atención a presionar a los gobiernos e
instituciones internacionales para obtener leyes, decisiones y la aplicación de
decisiones sobre temas específicos. De forma similar, a nivel local y regional,
los ecologistas han hecho campaña en favor de nuevas formas de planificación
urbana y regional, medidas de salud pública y el control del desarrollo
excesivo. Es este pragmatismo, esta actitud orientada a un tema concreto, la
que ha otorgado al ecologismo la delantera sobre la política tradicional: la
gente siente que puede hacer que las cosas sean diferentes aquí y ahora, sin
mediación o demora. No existe distinción entre los medios y los fines.
En algunos países, sobre todo de
Europa, los ecologistas han entrado en la competición política, presentado
candidatos para cargos con éxito diverso 28. Los datos muestran que a los partidos verdes les va mucho mejor
en las elecciones locales, donde aún existe una vinculación directa entre el movimiento
y sus representantes políticos. También obtienen resultados bastante buenos en
las elecciones internacionales, por ejemplo, al Parlamento Europeo, porque, al
ser una institución que sólo ostenta un poder simbólico, los ciudadanos se
sienten cómodos al ver sus principios representados, con un pequeño coste de
pérdida de influencia sobre la toma de decisiones. En la política nacional, los
politólogos han expuesto que la suerte de los partidos verdes está menos
influida por las convicciones medioambientales de la gente que por las
estructuras institucionales específicas que encuadran las oportunidades de
competencia política 29. En pocas palabras, cuanto más accesibles sean los temas
medioambientales y el voto de protesta en el marco de los partidos
establecidos, menores son las posibilidades para los verdes; cuanto mayores
sean las oportunidades para un voto simbólico, sin consecuencias para elegir un
líder político, mejores serán los resultados de los candidatos verdes. En
efecto, parece que Alemania fue la excepción, no la regla, en el desarrollo de
la política verde, como sostuve anteriormente. En general, parece que existe
una tendencia mundial hacia el reverdecimiento de las corrientes mayoritarias
de la política, si bien con frecuencia de un verde muy pálido, junto con la
autonomía sostenida del movimiento ecologista. En cuanto al propio movimiento,
su relación con la política cada vez mezcla más el lobby, las campañas específicas
en favor o en contra de los candidatos y la influencia sobre los votantes
mediante movilizaciones orientadas a un tema concreto. A través de estas
tácticas diversas, el ecologismo se ha convertido en una importante fuerza de
opinión pública, con la que en muchos países tienen que contar los partidos y
candidatos. Por otra parte, la mayoría de las organizaciones ecologistas se han
institucionalizado mucho, esto es, han aceptado la necesidad de actuar en el
marco de las instituciones existentes y dentro de las reglas de la
productividad y de una economía de mercado global. Así pues, la colaboración
con las grandes empresas se ha convertido en la regla más que en la excepción.
Las empresas suelen financiar diversas actividades medioambientales y se han
vuelto extremadamente conscientes de su imagen verde, hasta el punto de que los
temas medioambientales son ahora imágenes normales en la publicidad
empresarial. Pero no todo es manipulación. Las empresas de todo el mundo
también se han visto influidas por el ecologismo y han tratado de adaptar sus
procesos y productos a la nueva legislación, los nuevos gustos y los nuevos
valores, tratando, como es natural, de obtener beneficios al mismo tiempo. Sin
embargo, debido a que las unidades de producción reales de nuestra economía ya
no son empresas individuales sino redes transnacionales integradas por varios
componentes (véase vol. I, cap. 3 de "La Era de la Información"), la
transgresión medioambiental se ha descentralizado a las pequeñas empresas y los
países de industrialización reciente, con lo que se ha modificado la geografía
y topología de la acción medioambiental en los años venideros.
En general, con el aumento
extraordinario de la conciencia, influencia y organización medioambientales, el
movimiento se ha diversificado cada vez más, desde el punto de vista social y
temático, alcanzando de las salas de juntas de las empresas a los callejones
periféricos de las contraculturas, pasando por los ayuntamientos de las
ciudades y las cámaras parlamentarias. En el proceso, se han distorsionado los
temas y, en algunos casos, manipulado. Pero ésta es la marca de cualquier
movimiento social importante. En efecto, el ecologismo es un importante
movimiento social de nuestro tiempo, ya que abarca una diversidad de causas sociales
bajo la bandera general de la justicia medioambiental.
Justicia
medioambiental: la nueva frontera de los ecologistas
Desde los años sesenta, el
ecologismo no se ha interesado sólo en observar pájaros, salvar selvas y
limpiar el aire. Las campañas en contra del vertido de desechos tóxicos, a
favor de los derechos del consumidor, las protestas antinucleares, el
pacifismo, el feminismo y otros muchos temas han confluido con la defensa de la
naturaleza para arraigar el movimiento en un paisaje amplio de derechos y
demandas. Hasta tendencias contraculturales como la meditación de la Nueva Era
y el neopaganismo se mezclaron con el resto de los componentes del movimiento
ecologista en las décadas de los setenta y los ochenta.
En los años noventa, mientras que
algunos temas importantes como la paz y la protesta antinuclear han pasado a
segundo plano, en parte debido al éxito de las protestas y en parte debido al
fin de la guerra fría, una variedad de temas sociales se han convertido en
parte de un movimiento cada vez más diversificado 30. Las comunidades pobres y las minorías étnicas se han movilizado
contra la discriminación medioambiental, pues se ven expuestas más a menudo que
la población en general a las sustancias tóxicas, la contaminación, los
peligros para la salud y la degradación de los lugares donde viven. Los
trabajadores se han rebelado contra las causas de los accidentes laborales,
viejas y nuevas, del envenenamiento químico al estrés provocado por los
ordenadores. Los grupos de mujeres han mostrado que, siendo generalmente
quienes gestionan la vida familiar diaria, son las que sufren de forma más
directa las consecuencias de la contaminación, del deterioro de las
instalaciones públicas y del desarrollo incontrolado. La falta de techo es una
de las causas principales del declive de la calidad de la vida urbana. Y, a lo
largo de todo el mundo, se ha denunciado una y otra vez que la pobreza es una
causa de degradación medioambiental, de la roza de las selvas a la
contaminación de los ríos, lagos y océanos, y las epidemias arrasadoras. En
efecto, en muchos países en vías de industrialización, sobre todo de América
Latina, han florecido los grupos ecologistas y se han vinculado con los grupos
defensores de los derechos humanos, los grupos de mujeres y las organizaciones
no gubernamentales, formando coaliciones poderosas que van más allá de la
política institucional, pero que de ningún modo prescinden de ella 31.
Así pues, el concepto de justicia
medioambiental, como una noción amplia que afirma el valor de uso de la vida,
de todas las formas de vida, contra los intereses de la riqueza, el poder y la
tecnología, cada vez es más influyente tanto en las mentes como en las
políticas a medida que el movimiento medioambiental entra en un nuevo estadio
de desarrollo.
A primera vista, parecerían
tácticas oportunistas. Dado el éxito y la legitimidad de la etiqueta
ecologista, otras causas menos populares se envuelven en nuevas ideologías para
obtener apoyo y atraer la atención. Y, en efecto, algunos de los grupos de
conservación de la naturaleza del movimiento ecologista cada vez recelan más de
un enfoque tan amplio que pueda desviar al movimiento de sus verdaderos
objetivos. Después de todo, los sindicatos han luchado por la legislación sobre
salud laboral desde los comienzos de la industrialización, y la pobreza es, y
era, un tema importante por derecho propio, sin tener que pintar de verde su
oscuridad siniestra.
No obstante, lo que está pasando
en el ecologismo va más allá de las tácticas. El planteamiento ecológico de la
vida, de la economía y de las instituciones de la sociedad destaca el carácter
holístico de todas las formas de la materia y de todo el procesamiento de la
información. Así pues, cuanto más sabemos, más percibimos las posibilidades de
nuestra tecnología y más nos damos cuenta de la gigantesca y peligrosa brecha
que existe entre el incremento de nuestras capacidades productivas y nuestra
organización social primitiva, inconsciente y, en definitiva, destructiva. Éste
es el hilo objetivo que teje la conexión creciente de las revueltas sociales,
locales y globales, defensivas y ofensivas, reivindicativas y culturales, que
surgen en torno al movimiento ecologista. Ello no quiere decir que hayan
surgido de repente unos nuevos ciudadanos internacionalistas de buena voluntad
y generosos. Aún no. Antiguas y nuevas divisiones de clase, género, etnicidad,
religión y territorialidad actúan dividiendo y subdiviendo temas, conflictos y
proyectos. Pero sí quiere decir que las conexiones embriónicas entre los
movimientos populares y las movilizaciones de orientación simbólica en nombre
de la justicia medioambiental llevan la marca de los proyectos alternativos.
Estos proyectos esbozan una superación de los movimientos sociales agotados de
la sociedad industrial, para reanudar, en formas históricamente apropiadas, la
antigua dialéctica entre dominación y resistencia, entre "Realpolitik"
y utopía, entre cinismo y esperanza.
* Este artículo
forma parte del segundo volumen del libro La Era de la Información de
Alianza Editorial
Notas:
1.
En Essays by Petra Kelly (1947-1992) (Kelly, 1994, págs. 39 y 40. En esta cita, se
refiere al "reverdecimiento del yo" de Joanna Macy (Macy, 1991).
2. Para un visión general sobre el movimiento
ecologista, véanse, entre otras fuentes, Holliman, 1990; Gottlieb, 1993;
Kaminiecki, 1993; Shabecoff, 1993; Dalton, 1994; Alley et al., 1995; Diani,
1995; Brulle, 1996; Wapner, 1996.
7. Para consultar fuentes, véase Adler, 1979; Spretnak,
1982; Manes, 1990; Scarce, 1990; Davis, 1991; Dobson, 1991; Epstein, 1991;
Moog, 1995.
8. Naess y Sessions, 1984, reproducido en Davis, 1991,
págs. 157 y 158.
12. Adler, 1979; Epstein, 1991..
13.
Hunter, 1979; Eyerman y Jamison, 1989; DeMont, 1991; Horton, 1991; Ostertag,
1991; Melchett, 1995; Wapner, 1995, 1996.
14. Greenpeace Environmental Fund, citado
en Eyerman y Jamison, 1989, pág. 110.
15. Véanse, entre un océano de fuentes
sobre el Partido Verde alemán, Langguth, 1984; Hulsberg, 1988; Wiesenthal,
1993; Scharf, 1994; y, sobre todo, Poguntke, 1993 y Frankland, 1995.
16. Kelly, 1994, pág. 37.
17. Bramwell, 1989, 1994.
18. Gottlieb, 1993.
19. Para los datos sobre la presencia e
importancia de estos temas en los movimientos ecologistas de varios países,
véanse Dickens, 1990; Dobson, 1990; Scarce, 1990; Epstein, 1991; Zisk, 1992;
Coleman y Coleman, 1993; Gottlieb, 1993; Shabecoff, 1993; Bramwell, 1994;
Porrit, 1994; Riechmann y Fernández Buey, 1994; Moog, 1995.
20. Bramwell. 1994, pág. vii.
21. La Era de la Información, Manuel
Castells, Alianza Editorial.
24. Entrevista en Ostertag, 1991, pág. 33.
25. Kelly, 1994, pág. 37.
26.
Véanse Epstein, 1991; Horton, 1991; Ostertag, 1991; Costain y Costain, 1992;
Gottlieb, 1993; Kanagy et al., 1994.
Profesor de investigación en el Instituto de Estudios Sociales
Avanzados (CSIC) de Barcelona
/Castells5.htm
Saludos. A continuación les presento una propuesta relacionada con el tema de la ecología profunda , la cual espero les sea de utilidad:
ResponderBorrarUNA CIUDAD PARA SALVAR AL MUNDO
A pesar de la elevada calidad de vida que han logrado alcanzar algunas de las llamadas naciones desarrolladas, lo cierto es que el mundo, considerado como un conjunto de países ubicados en una biosfera frágil y geográficamente limitada, está amenazado de extinción por causa de los conflictos humanos y la depredación del medio ambiente.
No obstante las buenas e importantísimas acciones tomadas por grupos e individualidades en pro de un mundo mejor, el deterioro a todo nivel continúa aumentando peligrosamente.
Después de más de treinta años dedicados a estos asuntos, y por aquello de que “una imagen vale más que mil palabras” se nos ha ocurrido como una idea novedosa, el diseño de una ciudad modelo que posea todas las características de infraestructura y organización correspondientes a la sociedad pacífica y sostenible que deseamos para nosotros y nuestros descendientes, y cuya presentación en forma de maquetas, series animadas, largometrajes, video juegos y parques temáticos a escala real, serviría de modelo a seguir para generar los cambios necesarios.
El prototipo que presentamos posee algunas características que se oponen, a veces en forma radical, a los usos y costumbres religiosos, económicos, políticos y educativos que se han transmitido de generación en generación, pero que son los causantes de la problemática mencionada, por lo que deben ser transformados.
Si te interesa conocer este proyecto, o incluso participar en él, te invitamos a visitar nuestro sitio web https://elmundofelizdelfuturo.blogspot.com/ (escrito en español y en inglés), donde estamos trabajando en ese sentido.