En medio de la resaca por la decisión de Donald Trump contra el cambio climático, Naciones Unidas realiza un llamamiento a preservar el medio natural
El Día Mundial del Medio Ambiente es el evento anual más importante para promover la acción
en favor de la naturaleza. Este año, el país anfitrión es Canadá, y el lema
elegido tiene un amplio alcance, ‘Conectar a las personas con la naturaleza’,
que será el eje de las celebraciones en todo el planeta en medio de la resaca
por la decisión del presidente de Estados Unidos de retirar a
su país el Acuerdo de París sobre el cambio climático.
El Día Mundial del Medio
Ambiente es una
jornada para todas las personas en todas partes del mundo. Desde que se
aprobara su celebración, en 1972, los ciudadanos de todo el planeta han
organizado miles de eventos relacionados con él: desde campañas de limpieza de
vecindarios a acciones que hacen frente a los delitos contra la fauna y flora
silvestres o actividades de reforestación. Este año, Naciones Unidas considera
que la reciente decisión de Donald
Trump no puede empañar ni frenar la celebración en todo el
mundo, sino todo lo contrario.
Este
día nos brinda la oportunidad de conseguir una opinión pública bien informada y
mejorar la conciencia, la conducta y la responsabilidad de los individuos, de
las empresas y de los colectivos sociales en cuanto a la conservación y a la
mejora del medio ambiente. El Día Mundial del Medio Ambiente ha ido ganando relevancia desde que comenzó a celebrarse
y en la actualidad es una plataforma mundial de divulgación pública con amplia
repercusión en todo el globo.
A
ello ha contribuido, sin duda, la Agenda 2030 para el Desarrollo
Sostenible, que declara la determinación
para “garantizar una protección duradera del planeta y sus recursos naturales”.
En concreto, los objetivos 14 y 15 se centran en la conservación de los
ecosistemas marinos y terrestres, así como en el uso sostenible de estos
recursos.
El
lema de 2017 del Día Mundial del Medio Ambiente se centra en la conexión de las personas con la naturaleza, y nos anima a salir al aire libre y adentrarnos en ella
para apreciar su belleza y reflexionar acerca de cómo somos parte integrante y
lo mucho que dependemos de ella. Nos reta a descubrir maneras divertidas y
apasionantes de experimentar y promover esa interrelación.
De
hecho, millones de habitantes de zonas rurales en todo el mundo pasan su
jornada diaria en conexión con la naturaleza y son
plenamente conscientes de que dependen de ella en lo más básico: acceso al agua
y fertilidad del suelo. Estas personas son quienes primero sufren las amenazas
que los ecosistemas afrontan en la actualidad, ya sea por la contaminación, por
el cambio climático o por la sobreexplotación.
La importancia que la naturaleza ha tenido
siempre en nuestras vidas y la necesidad de preservarla y darle el valor que
tiene ha llevado a los economistas a desarrollar maneras de medir el valor
multimillonario de los denominados ‘servicios de los ecosistemas’, que abarcan
desde la actividad de los insectos cuando polinizan los árboles frutales, hasta
los beneficios para la salud o recreativos que aporta practicar senderismo.
El
lema de este año por el Día Mundial del Medio Ambiente, ‘Estoy con la naturaleza’, acaparó un tercio de los votos en la
encuesta realizada el mes pasado a nivel mundial, superando así a otras tres
propuestas finalistas. El lema ganador gustó en especial entre los hablantes
árabes e ingleses.
Para
celebrar esta jornada, de reconocimiento, concienciaciación y disfrute de la
naturaleza, el Programa de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente (PNUMA) utilizará
hoy las etiquetas #ConlaNaturaleza y #DíaMundialdelMedioAmbiente para los mensajes que publique en las redes sociales en
torno a este acontecimiento, que dará comienzo con una invitación a los
seguidores para que nos hablen de su parque nacional favorito o el refugio de
especies silvestres que más les gusta.
5 JUN 2017 - 15:10 CEST EL PAIS
La central de As Pontes (A Coruña) es la térmica de carbón más grande del país. ÓSCAR CORRAL
La
hora del acuerdo contra el cambio climático en España
Los partidos
deben cerrar en esta legislatura la ley contra el calentamiento y de transición
energética. Sin reducir las emisiones de CO2 en el transporte y la electricidad
no se cumplirán las metas
En los últimos
20 años —entre 1995 y 2015— murieron en España como consecuencia de desastres
naturales 1.215 personas. Se trata, por ejemplo, de inundaciones —que se
llevaron por delante a 328 personas— o de golpes de calor —178 fallecidos—,
según los datos recopilados por la Dirección
General de Protección Civil y Emergencias.
La ONU y
diversos organismos científicos alertan de que el cambio climático no solo
afecta al aumento de las temperaturas medias, sino que incrementa el número y la intensidad
de los desastres naturales. Es un efecto más del calentamiento global, que en España amenaza
además con provocar la desertización de amplias
zonas o la
desaparición por la subida del nivel del mar de deltas tan importantes como el
del Ebro.
España se sumó
en 2015 al Acuerdo de París, que
ya ha ratificado y donde tiene intención de seguir a pesar de la espantada de
Donald Trump, que quiere sacar del pacto a EE
UU, el país que más ha contribuido históricamente al cambio
climático.
Al estar dentro
del Acuerdo de París y de la Unión Europea, España sabe adónde tiene que
llegar: a descarbonizar su economía, es decir, a conseguir crecer prescindiendo
de los gases de efecto invernadero, generados por
la quema de combustibles fósiles como el carbón y causantes del calentamiento
según el consenso científico. Pero la senda que sigue el país no es la
correcta: las propias proyecciones del Gobierno indican que, lejos de reducir
las emisiones, España seguirá aumentándolas en
los próximos 20 años. En 2040 el país expulsará a la atmósfera 353,7
millones de toneladas de CO2equivalente (la
unidad de medida para los gases de efecto invernadero). Esto supondría 18
millones más que en 2015.
Por eso España
necesita un plan que le lleve a cumplir los compromisos adquiridos en París. La
UE, y por lo tanto el país, se comprometió a reducir un 40% las emisiones en
2030 respecto a las de 1990. Esa es una de las razones por las que el Ejecutivo
está preparando una ley de cambio climático y transición energética, que deberá
ayudar a cumplir las metas y que debe estar lista esta legislatura, según el
compromiso de Mariano Rajoy.
"Es un
momento único", opina Mario Rodríguez, responsable en España de
Greenpeace. "Tenemos los ingredientes pero hay que ver cómo se
cocinan". En esa lista de ingredientes para cerrar una buena ley Rodríguez
incluye, aunque resulte paradójico, el anuncio de Trump: "Europa emerge
ahora como un líder climático mundial y España debe tener también su
papel". Ahora, apunta, "el cambio climático está políticamente en la
agenda".
En la lista de
pros, Rodríguez incluye la fragmentación del Congreso. Porque la ley de cambio
climático requerirá del acuerdo entre formaciones políticas. "Muchos
partidos han introducido en sus programas medidas de fiscalidad ambiental y de
cambio climático", añade Xavier Labandeira, director de Economics for Energy.
Desde diferentes
ámbitos —las organizaciones ecologistas, empresariales o del mundo energético,
por ejemplo— se coincide en demandar a los partidos estabilidad; es decir, que
la ley —que por su razón de ser es de largo recorrido— cuente con el suficiente
consenso y no esté sometida a los vaivenes de los cambios de Gobierno. Así se
lo trasladaron al Ejecutivo los representantes de varios sectores que
participaron hace diez días en unas jornadas organizadas por
el Gobierno para la elaboración de la futura ley de cambio climático.
Cuando se habla
de políticas climáticas los horizontes son a 2030 y 2050; para mediados de este
siglo el compromiso de la UE es haber reducido en más de un 80% sus emisiones
de gases de efecto invernadero. Y eso se traduce en una casi absoluta
descarbonización energética.
Dos ministerios
Casi el 80% de
las emisiones españolas proceden de la energía. Y, dentro de este grupo, la
generación de electricidad supuso en 2015 el 26% de las emisiones de España, y
el transporte, el 25%. Sin atacar las emisiones de estos dos sectores España no
podrá cumplir. Por eso, de la futura ley de cambio climático no solo se está
encargando el Ministerio de Medio Ambiente, sino también el de Energía, que
paralelamente está preparando una hoja de ruta de la transición energética de
nuestro país para enviarla a Bruselas.
En el campo de
la electricidad, los avances tecnológicos y el abaratamiento de los costes de
las renovables hacen que cada vez esté más cercana la generación limpia. Aunque
los partidos y los sectores implicados deben acordar cuestiones tan importantes
como el papel que jugará la energía nuclear, hasta cuándo se seguirá quemando
carbón o qué espacio debe ocupar el autoconsumo.
En el transporte
limpio España va mucho más retrasada, con una cuota de implantación de coches
eléctricos, por ejemplo, casi insignificante. Entre 1990 y 2015, las emisiones
del transporte en el país crecieron un 41%. Y, si no se aplican medidas
adicionales, el Gobierno prevé que aumenten otro 15% de aquí a 2030.
AL MENOS 3.125 MILLONES AL AÑO
PARA LIMPIAR EL CARBÓN
Para justificar
la salida del Acuerdo de París y la eliminación de los programas de reducción
de emisiones de gases de efecto invernadero, Donald Trump ha defendido la
necesidad de apostar por el carbón nacional. Y ha asegurado que apostará por el
"carbón limpio". España está inmersa también en un debate sobre el
futuro de la generación de electricidad con carbón, que es responsable del 15%
de todas las emisiones de CO2 del país.
Pero, ¿qué es el
"carbón limpio"? Con ese término se engloban las técnicas de captura
y almacenaje del CO2 emitido por las centrales térmicas de
carbón. El problema es que, tras años de experimentación, no llega ni al 1% la
producción mundial de electricidad con este combustible cubierta con esas
técnicas, que son muy costosas e impopulares.
Repsol señalaba
hace unos días que el coste de almacenar una tonelada de CO2ronda entre los 60 y los 80 euros en este momento.
En España, las 15 centrales en activo emitieron 52,09 millones de toneladas en
2015. Si tuvieran que recurrir a la captura y almacenaje del CO2 —según
los costes de los que hablaba Repsol— tendrían que pagar entre 3.125 y 4.170
millones de euros, algo que dispararía el coste de generar energía en un
momento en el que las renovables son cada vez más baratas y competitivas.
Europa ha puesto
en el punto de mira la generación con carbón, al ser la forma más contaminante
de producir electricidad. Sin embargo, el Ministerio de Energía no quiere que
Endesa cierre en 2020 dos de sus centrales —Compostilla y Teruel— que se nutren
de carbón nacional. Varios partidos, sobre todo en Castilla y León y Aragón,
apuestan por su permanencia.
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