jueves, 29 de diciembre de 2016

La malnutrición es un problema de todos - José Graziano da Silva --- Entrevista con Joan Ribó, alcalde de Valencia (España)


No es que el hambre afecte a la gente de los países pobres o que la obesidad sea un problema de los países ricos. La malnutrición, en todas sus formas, es un problema global

En general, la palabra malnutrición tiende a evocar imágenes de los casi 800 millones de personas que pasan hambre todos los días. O las de los 156 millones de niños menores de cinco años que sufren retraso del crecimiento debido a la desnutrición crónica —lo que impide que su cerebro y su cuerpo alcancen el máximo potencial de crecimiento, y que solo en 2015 afectó al 23,2% de niños (casi uno de cada cuatro) en el mundo—. Y las de los 50 millones de niños cuyas vidas están en peligro por desnutrición aguda.

Por eso, a menudo olvidamos que la malnutrición significa mucho más que no comer lo suficiente. Al hablar de malnutrición también hablamos de la otra cara de la moneda: de los 1.900 millones de personas que tienen sobrepeso, de las cuales 600 millones son obesas.

Y es que el término malnutrición se refiere, simple y llanamente, a mala nutrición por causas muy diversas: comer muy poco, comer mucho, combinar incorrectamente los alimentos, ingerir alimentos con poco o ningún valor nutricional, o alimentos contaminados.
Ingerir pocos alimentos deriva en desnutrición, que puede dificultar el crecimiento y desarrollo de los niños e incluso matarlos. Con frecuencia, va acompañada de enfermedades infecciosas.

Comer demasiado —especialmente si se trata de alimentos con alto contenido de azúcares y grasas— provoca sobrepeso y obesidad y aumenta el riesgo de diabetes, enfermedades del corazón y de ciertos tipos de cáncer. Una dieta que no incluya alimentos nutritivos puede conducir a deficiencias de vitaminas y minerales que causan distintos problemas de salud. El consumo de alimentos contaminados con bacterias dañinas, virus o parásitos puede causar diarrea y resultar en una peligrosa pérdida de peso.

Es frecuente encontrar personas con diferentes formas de malnutrición convivir en el mismo país y hasta en la misma casa

En todo el mundo, una de cada tres personas sufre algún tipo de malnutrición. No es que el hambre afecte a la gente de los países pobres, o que la obesidad sea un problema para las personas en los países ricos: es que la malnutrición, en todas sus formas, es un problema global. Es el denominador común entre los millones de personas que sufren desnutrición y los que, por otra parte, padecen sobrepeso. Aunque resulte paradójico, es frecuente ver a personas con diferentes formas de malnutrición convivir en el mismo país, en la misma comunidad y, a veces, incluso en la misma casa.
Los niños son, de forma muy particular, los grandes damnificados por la malnutrición, que lastra su crecimiento y desarrollo personal y que provoca consecuencias negativas que les acompañarán de por vida.

Ante estos datos, estamos orgullosos de que la erradicación de la malnutrición se haya reconocido como elemento crucial para el desarrollo sostenible. El proceso de construcción de este impulso internacional para situar la nutrición en el lugar prioritario que merece comenzó hace años y, afortunadamente, desde el inicio de la crisis mundial de alimentos en 2008 asistimos a un interés creciente por este tema.

El impulso internacional y el papel de los países

En noviembre de 2014 la FAO organizó junto a la OMS la Segunda Conferencia Internacional sobre Nutrición (CIN2), 22 años después de la primera.

En esa conferencia, los países se comprometieron a "erradicar el hambre y prevenir todas las formas de malnutrición en todo el mundo”. Pero no podemos quedarnos ahí. Ahora hay que transformar esos compromisos en acciones concretas a través de políticas y programas nacionales, porque una mejor gobernanza de la nutrición a nivel mundial comienza en cada país.
Después, cuando los gobiernos elaboraron la primera agenda mundial de desarrollo del mundo en el año 2015, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, acordaron que deben poner fin a todas las formas de malnutrición en 2030.

Para garantizar que este compromiso se alcanza, la ONU anunció en abril el llamado Decenio de Acción sobre Nutrición (2016-2025), un período que dedicaremos a mantener la atención sobre este asunto y a redoblar los esfuerzos para librar al mundo de la plaga de la malnutrición. Al igual que con la CIN2, la gestión del Decenio de acción sobre la nutrición corresponde a la FAO y la OMS que, juntas, centrarán sus esfuerzos en dos objetivos principales:
El primero es ayudar a los gobiernos a elaborar políticas y programas nacionales que promuevan la nutrición. El segundo es alinear los esfuerzos de las iniciativas mundiales que ya están en marcha y los movimientos sociales hacia objetivos comunes.

En nutrición, ya sabemos lo que funciona y lo que hay que hacer: debemos transformar nuestros sistemas alimentarios

En nutrición, ya sabemos lo que funciona y lo que hay que hacer: debemos transformar nuestros sistemas alimentarios (cómo se produce, procesa y distribuye la comida) para asegurar que todas las personas tengan acceso a alimentos nutritivos y a una alimentación sana. También hay que asegurar que los sistemas de protección social reducen las desigualdades y garantizan a todo el mundo acceso a una alimentación más saludable. Tenemos que fortalecer nuestros sistemas de salud para que todos tengan acceso a los servicios esenciales de nutrición, y debemos asegurarnos de que se educa a las mujeres y de que las escuelas de todo el mundo ofrecen alimentos nutritivos para todos los niños.

Es evidente que, para conseguirlo, hay que involucrar a mucha gente. Las agencias de la ONU desempeñarán un papel muy activo y, en ese sentido, la FAO ha logrado una gran sinergia con la OMS en el liderazgo de los esfuerzos en la lucha contra todas las formas de malnutrición.

Este Decenio de Acción sobre la Nutrición es una oportunidad sin precedentes que debemos aprovechar para transformar las vidas de la gente a través de una mejor nutrición a gran escala: no podemos eludir nuestra responsabilidad individual y colectiva para construir una sociedad más justa, más sana, y el futuro sostenible que todos deseamos.

FAO ya ha desarrollado un plan de trabajo centrado en la promoción de alimentos y dietas saludables a través de la educación nutricional y la transformación de los sistemas alimentarios porque, en definitiva, una buena nutrición empieza por lo que plantamos y sigue hasta lo que comemos. Por eso es importante contar con sistemas alimentarios sostenibles.

Ahora son los países los que deben impulsar el esfuerzo aprovechando sus propios planes nacionales. Son los gobiernos de todas las naciones los que deben poner en marcha políticas que transformen los sistemas alimentarios y de salud, de modo que, dentro de una década, todos los alimentos que lleguen a nuestros platos sean nutritivos y se comercialicen de forma justa y sostenible.

En ese sentido, la aplicación de políticas públicas nacionales eficaces en materia de nutrición requiere la participación de diferentes ministerios, instituciones y del resto de agentes pertinentes, en particular del sector privado y la sociedad civil.
Por eso recomendamos encarecidamente a los países que revisen sus marcos institucionales y normativos en materia de seguridad alimentaria y nutrición para asegurar que todos los agentes estén debidamente representados.

Una de cada tres personas sufre algún tipo de malnutrición

Otro de los objetivos importantes del Decenio es coordinar y alinear las numerosas e importantes iniciativas globales que ya existen. Para eso, la FAO y la OMS desarrollaremos una herramienta de información y seguimiento llamada a ser un bien público global que permita a todos los interesados seguir el progreso.
Para apoyar acciones concretas en los programas de nutrición, también organizaremos nuevas reuniones específicas para fortalecer las capacidades técnicas de los países frente a los nuevos retos de la nutrición. Un ejemplo es el simposio sobre “Sistemas alimentarios sostenibles para una alimentación sana y una mejor nutrición” que tendrá lugar en Roma el 1 y 2 de diciembre.

Esperamos que ese foro sea una nueva oportunidad para que los países compartan y muestren al resto lo que ya están haciendo o lo que tienen previsto hacer para poner en práctica sus compromisos y seguir avanzando hacia una mejor nutrición.

José Graziano da Silva es director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Foto principal: Mujeres en un mercado de Agadir (Marruecos). ©FAO ALESSANDRA BENEDETTI



“La alimentación es demasiado importante para dejarla en manos de los grandes mercados”
El regidor de la capital valenciana defiende el papel de las ciudades en temas como la seguridad alimentaria o la agricultura, con la producción y distribución de proximidad como receta
Joan Ribó, en la sede de la FAO en Roma. ©FAO ALESSANDRA BENEDETTI

CARLOS LAORDEN
Roma 19 OCT 2016 - 20:39 CEST EL PAIS

"Fundamental". "Clave". "Muy importante". Los mismos calificativos brotan una y otra vez de la boca de Joan Ribó (Manresa, Barcelona, 1947). Pero la conversación con el alcalde de Valencia por Compromís desde 2015 no gira en torno a la planificación urbanística, sino a algo tradicionalmente alejado de las preocupaciones de los ayuntamientos: la agricultura y la alimentación.

"Es mentira que en España no se pase hambre", sentencia Ribó. "Pero cuando nosotros llegamos [al Ayuntamiento] todos los temas de alimentación estaban dejados prácticamente a la caridad". Eso, según el regidor, hace que el problema se invisibilice y dificulte su solución. "Hay personas a las que les da vergüenza reconocer que necesitan ayuda para comer", lamenta. Este doctor ingeniero agrónomo se revuelve contra el asistencialismo. "No se trata de pedir limosna, sino de un derecho de los ciudadanos", proclama.

En España la agricultura ecológica es una aventura personal de cada uno. Y eso no tiene ningún sentido

"Si alguien tiene un problema para comer, por motivos bien conocidos como el paro, el Ayuntamiento o la Generalitat tienen que garantizar ese derecho", sostiene. Porque, en su opinión, las ciudades deben meterse de lleno en estos temas. No solo en acabar con el hambre, para lo que, entre otras cosas, se ha creado el Consejo Alimentario Municipal y se estudian medios como becas para los comedores escolares o tarjetas para la compra. También apuesta por promover una alimentación equilibrada y sana y afrontar retos globales como una producción agrícola sostenible.

"Vemos mucha gente muy mal alimentada: eso trae obesidad, enfermedades cardiorrespiratorias, cáncer de colon, diabetes...", apunta. También señala el desperdicio de comida o la paradoja de que ciudades como Valencia, con 10.000 hectáreas de huerta, importen alimentos de lugares a miles de kilómetros del Turia. "Y por otra parte, la producción agroindustrial genera aproximadamente un tercio de los gases de efecto invernadero. No olvidemos que estamos cambiando el clima". Pero para Ribó, hay una receta contra todos esos males: la proximidad.

SEDE DE LAS REUNIONES EL PACTO DE MILÁN

En el mandato de Ribó, Valencia se ha unido al llamado Pacto de Milán, una plataforma en la que más de 100 urbes de todo el planeta que apuestan por situarse en primera línea en la batalla por asegurar una comida sana y accesible a todos sus habitantes, reducir los desperdicios y responder al cambio climático. La capital valenciana será, además, sede de las reuniones de este foro urbano el año que viene. "Se va a conocer a la ciudad por un tema positivo: por nuestra implicación, la colaboración con otras ciudades...".

El alcalde está convencido de que la ciudad tiene mucho que aportar, como la experiencia de la Tira de Contar, pero también que aprender y recibir de otras localidades. Y en esa necesidad de conocer buenas prácticas, Valencia ha firmado un acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), para colaborar en esa lucha por una alimentación suficiente y sostenible en las áreas urbanas. "Trabajar con FAO es fundamental, porque ellos tienen experiencia, técnicos estupendos, capacidad de relación con todos los países, todas las ciudades... Puede dar mucho de sí".

Y la proximidad, el kilómetro cero, la agricultura urbana y periurbana... Todo eso, obviamente, ha de hacerse en el ámbito metropolitano. "Son dinámicas que difícilmente pueden introducirse desde los Estados, o incluso desde las comunidades autónomas". El alcalde de Valencia se refiere a iniciativas como los mercados ecológicos, las denominaciones de origen que potencien la producción local —"hemos creado la Concejalía de Agricultura, que no existía desde hace 25 o 40 años... ¡pero es fundamental!"— y la venta kilómetro cero... Pero también muchas medidas que, iniciadas en lo urbano, acaben extendiéndose. "Más de la mitad de la población mundial vive en ciudades, estas cada vez suponen mayor parte del PIB... En todo el mundo, la ciudad gana peso específico frente a otras estructuras".

Por eso la capital valenciana se ha adherido a una iniciativa urbana internacional como el Pacto de Milán y ha firmado un acuerdo de colaboración con la FAO, la agencia de Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura. Para ir más allá en una problemática muchas veces ausente del debate estatal. Pero la actuación municipal tiene límites. Un ejemplo: el fomento de la agricultura ecológica.

"El decreto de compatibilidad con productores ecológicos... [Ribó suspira]. Yo he discutido sobre esto con señores importantes de la Administración del Estado y he acabado diciéndoles que lo sentía mucho pero que sus argumentos ya los había oído: estaban en la página de Monsanto". El alcalde carga contra las trabas que hay para la agricultura ecológica en el marcaje de los productos, en la protección frente a la contaminación con polen transgénico... "No se hace nada a favor, sencillamente lo que se apoya es lo contrario de una producción ecológica". El político insiste en que sería necesaria mucha investigación, y que las administraciones públicas deberían apoyarla. "No hay ayuda estatal. Afortunadamente ahora sí autonómica, pero estamos muy retrasados respecto a otros países europeos. En España la agricultura ecológica es una aventura personal de cada uno. Y eso no tiene ningún sentido".

Lo mismo ocurre con el etiquetado y la información nutricional de los alimentos, que escapa de la competencia municipal. "Yo lo tengo claro: hay que exigir que no sea como algunos bancos y las preferentes, que iba todo en letra minúscula y nadie se enteraba. Hay que poner muy claro el nivel de azúcares, de grasas, si lleva transgénicos o no...", demanda Ribó. "Y quien quiera comerlos entonces, que los coma, pero yo no lo haré". El alcalde menciona los zumos envasados, los refrescos, la bollería industrial... "Que haya un alimento fast food como un refresco azucarado mucho más barato que un zumo de naranja natural recién exprimido es inducir a no comer bien", argumenta. "Habría que poner un impuesto a las cargas excesivas de azúcar". Y mantiene que, "sin coartar", las instituciones tienen que entrar a ayudar en busca de una alimentación racional.

Que un refresco azucarado sea mucho más barato que un zumo de naranja natural recién exprimido es inducir a no comer bien

Porque para Ribó el Ayuntamiento sí puede actuar para evitar que tiendas de verduras dejen paso a locales de comida rápida. "Es algo que, además, sucede en los barrios más pobres, donde luego vemos mayores tasas de personas gruesas". El primer edil de Valencia opina que el trabajo debe empezar por la educación y la concienciación. "Estamos potenciando dietas ecológicas en los comedores escolares, también en los caterings que les dan servicio, en los hospitales..." Ahí sí pueden influir, e incluso se plantean conceder ayudas económicas. "Así ayudamos a que los agricultores tengan demanda asegurada y se genere un mercado ecológico".
Pero esa educación y ese cambio cultural en busca de una cultura alimentaria adecuada tienen que ir más allá, con cambios en los patrones horarios —"hacia un modelo en el que haya una gran comida familiar, de casa"—, en la educación sobre los alimentos —"hay compañeros de mi nieta de 4 años que piensan que los huevos salen de una caja"— y en frenar el desperdicio de alimentos. "Veo que poco a poco se va quitando la vergüenza a pedir lo que ha sobrado en los restaurantes", celebra. Pero al mismo tiempo pide medidas para frenar el despilfarro de comida en buen estado por ser "fea", o que toneladas de productos vayan a la basura en lugar de a los bancos de alimentos.

Sea por su formación, sea por sus ideas, Ribó quiere que Valencia coma suficiente, y coma bien. Y cree que el Ayuntamiento es el lugar apropiado para trabajar por ello. "Cuanto más arriba se toman las decisiones, mejor funcionan los lobbies. Cuanto más abajo, más fácil es contraatacar, por así decirlo. Y yo siempre digo que la alimentación es demasiado importante para dejarla en manos de los grandes mercados". El alcalde ciclista de Valencia se muestra optimista ante esta batalla. "Si todas las grandes ciudades españolas vamos desarrollando algo así, llegará un momento en que todo eso ya esté en la agenda y tenga que aprobarse".

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