Los diferentes problemas que generó el
desarrollo capitalista durante la Gran aceleración han sido divulgados mediante
varias obras que crearon en los sesenta y setenta la conciencia ecológica que
aun hoy perdura.
El movimiento ecologista, como
expresión activa, política y militante de la ecología es un movimiento
heterogéneo teórica y políticamente, cuyos orígenes pueden encontrarse en
corrientes o movimientos del siglo XIX que podríamos catalogar como protoecologistas.
Las más destacadas de estas expresiones son el higienismo obrero y el
conservacionismo aristocrático.
A pesar de tener su origen en clases
sociales antagónicas, ambas responden a un momento determinado, la Revolución
industrial. Mientras las clases poseedoras gozaban de una calidad de vida
enormemente superior en los campos alejados de la ciudad, en los centros
industriales la clase obrera vivía hacinada en condiciones de vida terribles,
con el aire, el suelo y el agua contaminadas. Surgió así la conciencia en el
movimiento obrero de levantar reivindicaciones sanitarias que iban desde la
exigencia de que las fábricas se alejen de los centros urbanos hasta la
reglamentación de parámetros en los planes de urbanización como los
concernientes a la ventilación en los hogares, el acceso al agua corriente, la
instalación de baños e incluso haciendo recomendaciones sobre la limpieza
periódica de las viviendas. El caso más trágico y heroico del higienismo obrero
fue el de la lucha de 1888 de los mineros y campesinos de Huelva, España,
contra la contaminación del aire de las calcinadas de la mina de Rio Tinto
(metodología que ya estaba prohibida en Inglaterra), hecho que culminó en una
masacre obrera con repercusión internacional. Por su parte el conservacionismo aristocrático
es una respuesta de un sector de la elite a los efectos destructivos del
desarrollo industrial, particularmente en lo concerniente a la destrucción de
áreas naturales y pérdida de vida silvestre. Obra de este movimiento son la
creación, por ejemplo en Estados Unidos, del Parque Nacional de Yellowstone, o
en Inglaterra la Sociedad Real de Protección de los Pájaros.
Podemos observar varios movimientos o
corrientes protoecologistas, ligados de una u otra forma a los efectos de la
Revolución industrial y a las ciencias naturales, sin embargo no es sino
durante la década de los años 60 del siglo XX, luego de los primeros efectos
del boom de posguerra, “la Gran Aceleración” y la Revolución “verde” de la
agricultura capitalista, que surge lo que se conoce posteriormente como la
“primera ola del ecologismo”, que toma conciencia del avanzado nivel de
degradación ecológica global y de la amenaza que supone para la supervivencia
de la especie humana.
La Gran
aceleración y la primera ola ecologista
Si bien el primer capítulo del
capitalismo moderno, basado en la máquina de vapor y en el consumo de carbón,
supuso un incremento exponencial de la degradación ambiental, la
industrialización y la mercantilización eran mucho menores de lo que iban a ser
después de la segunda revolución tecnológica (basada en el petróleo, el uso
generalizado de la electricidad y el auge de la industria química y
automovilística) y del comienzo de la fase fordista del capitalismo. Así, entre
1930 y 1950 se produce lo que se conoce como el tercer salto metabólico de las
sociedades (el primero se produce durante la revolución neolítica 8.000 años
AC, mientras que el segundo se da durante la primera Revolución industrial). Es
significativo que justamente hoy el Grupo de Trabajo sobre el Antropoceno
estime este mismo periodo (alrededor del 1945) como el más indicado para dar
inicio a esta nueva era geológica en discusión, algo que debe ser resuelto en
la Comisión Estratigráfica Internacional este año. Es en este periodo en el que
se acomodan las condiciones para el ascenso continuo de las emisiones de gases
de efecto invernadero por el consumo de fuentes de energía fósil, del consumo
de masas otorgado por el desarrollo intensivo de la agricultura capitalista y
el aumento vertiginoso de la población mundial.
Los diferentes problemas que generó el
desarrollo capitalista durante la Gran Aceleración han sido divulgados mediante
varias obras que crearon en su época la conciencia ecológica que aún hoy
perdura.
Así, la primera ola del ecologismo tuvo
como punta pie inicial Primavera Silenciosa (1962), de la botánica y
ambientalista norteamericana Rachel Carson. El libro, que se centra en los
devastadores efectos de los pesticidas (en especial el DDT), en el campo y la
vida silvestre, tuvo una enorme influencia proporcionando unidad y fuerza a lo
que hasta entonces era una conciencia incipiente y dispersa, ayudando a que se
cristalizara el movimiento ecologista moderno. Esta influencia tuvo como
correlato una notable oposición por parte de autoridades y la industria,
llegando Carson a ser acusada de comunista.
En 1968 se publicó La explosión
demográfica (o La bomba P), del entomólogo Paul Ehrlich y Anne Ehrlich, sobre
los problemas derivados del crecimiento de la población mundial tales como la
posibilidad de hambrunas masivas. Al igual que el libro de Carson, La bomba P
(que se volvió un best seller) introdujo inevitablemente tópicos, como el
problema de la superpoblación, en todos los debates de la época ayudando a
construir una mayor y más definida conciencia ecológica.
A estas obras se suman Nuestro entorno
sintético (1962), Ecología y pensamiento revolucionario (1964) y Crisis en
nuestras ciudades (1965) del primer referente norteamericano de la ecología
social de inspiración anarquista Murray Bookchin, Población, recursos y
medioambiente (1970), también de Paul Ehrlich, y Ciencia y supervivencia (1963)
y El círculo que se cierra (1971), del biólogo y ecosocialista norteamericano
Barry Commoner, sobre los límites biofísicos del planeta.
En 1971 el agrónomo y ecologista
francés René Dumont denuncia las consecuencias de la Revolución verde de la
agricultura capitalista, y al año siguiente el antropólogo marxista
norteamericano Eric Wolf acuña el concepto de ecología política a través de su obra
La propiedad y la ecología política (1972).
Ese mismo año el Club de Nouvel
Observateur bajo la dirección del filósofo marxista vienés André Gorz organiza
una conferencia titulada Ecología y Revolución, a cargo de Herbert Marcuse y
con la participación de Edgar Morin, Edward Goldsmith y Sicco Mansholt, cuyas
actas serían publicadas ese mismo año, incluso con una versión en español
publicada durante el gobierno chileno de Salvador Allende bajo el título
Ecología y revolución (1972).
También ese año Gorz utiliza por
primera vez el término decrecimiento (décroissance) sintetizando
conceptualmente la crítica al crecimiento capitalista y sus consecuencias
ecológicas. Sin embargo será gracias al economista rumano Nicholas
Georgescu-Roegen que el decrecionismo encontrará la base para su desarrollo
teórico. Su trabajo La ley de la entropía y el proceso económico (1971) es
considerado la obra fundacional de la economía ecológica. Su discípulo Herman
Daly publicaría más adelante el trabajo Hacia una economía de estado
estacionario (1973), una compilación de artículos de distintos escritores y
especialistas.
Se trata en su conjunto de una
generación de escritores y especialistas que buscan alertar de las
contradicciones y los peligros del desarrollo capitalista de la segunda
posguerra.
En este marco, y un año antes de la
crisis del petróleo, el Club de Roma le encarga al Instituto Tecnológico de
Massachusetts (MIT) la elaboración del informe Los límites del crecimiento
(1972), trabajo que estuvo dirigido por la biofísica y científica ambiental
Donella Meadows, el cual señalaba que si el incremento de la población mundial,
la industrialización y contaminación, la producción de alimentos y la
explotación de los recursos naturales no disminuía, se alcanzarían los límites
absolutos de la Tierra en los próximos cien años. En la misma sintonía, en
1974, saldría un segundo informe La humanidad en la encrucijada, esta vez a
cargo del matemático yugoeslavo Mihajlo Mesarovic y del economista alemán
Eduard Pestel. Ambos informes, que tuvieron gran recibimiento en el público,
determinaron en gran parte el debate ecologista de la década de los años 70.
Luego de una serie de debates en los
medios universitarios y académicos, el 22 de abril de 1970 se celebra por
primera vez el Día de la Tierra, manifestación que agrupó a dos mil
universidades, diez mil escuelas (primarias y secundarias) y centenares de
comunidades a través de movilizaciones, concentraciones y festivales de rock.
Este hecho obligó al gobierno de Estados Unidos a crear la Agencia de
Protección Ambiental y aprobar una serie de leyes a favor del cuidado del
medioambiente. Curiosamente es tradición en la policía norteamericana
considerar esta celebración como un "engaño comunista" pues la fecha
coincide con el natalicio de Vladimir Lenin.
Mas tarde en 1972 se realiza la
Conferencia de Estocolmo de Naciones Unidas, conocida como la Primera Cumbre de
la Tierra y que estará encabezada por la socialdemocracia sueca. Ese mismo año
y firmado por una treintena de científicos destacados de la época, Edward
Goldsmith y Robert Allen, presentan el Manifiesto para la Supervivencia, un
programa de largo alcance para una transición a una sociedad desindustrializada
y descentralizada, y que sería utilizado para la formación de lo que más adelante
se conocerán como los partidos verdes europeos.
En 1973, e inspirado por Primavera
Silenciosa, el destacado filósofo noruego Arne Naess se encadenó junto a un
gran número de manifestantes frente a las rocas Mardalsfossen, una cascada de
un fiordo noruego, negándose a bajar hasta que los planes para construir una
represa allí se hayan eliminado. Naess es considerado el impulsor del
ecologismo profundo, un ecologismo de base espiritualista, referenciado con el
chamanismo americano.
A nivel político la primera ola
ecologista también se expresó en la aparición de nuevas organizaciones, como
los Amigos de la Tierra (1971), Greenpeace (1973) y People (1972), antecesor
directo del Partido Verde del Reino Unido, la elección del primer diputado
verde en Suiza en 1974 y la presentación en ese mismo año de la candidatura
presidencial verde en Francia de René Dumont con 1,32 % de los votos.
En definitiva, si el punta pie inicial
sería la influyente publicación de Rachel Carson de 1962 que provocó una
movilización por la prohibición del DDT, el cierre del ciclo se daría con la
aparición de la ecología política en la primera mitad de la década del 70.
De conjunto esta primera ola del
ecologismo tuvo dos importantes roles: por un lado, alertar sobre la nueva
problemática socioambiental como algo estructural, ayudando a instalar en la
sociedad una conciencia sobre los límites del desarrollo capitalista, y por
otro, definir el terreno de debate con alcance en el futuro.
A esta primera ola, se sumaría una
segunda y tercera ola ecologista. Si el desarrollo de esta primera ola coincide
con el agotamiento del Boom de posguerra y la emergencia de un ascenso
revolucionario internacional de masas, el desarrollo de la segunda ola
ecologista lo hará con un pronunciado giro a la derecha, en el marco de la
derrota de este ascenso y el inicio de las contrarreformas neoliberales. Pero
esto lo veremos en otra ocasión.
@RoberAndres1982
Sábado 24 de septiembre
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