viernes, 1 de abril de 2016

Los pies ligeros reconquistan la Sierra Tarahumara - Sonia Corona --- La violencia pone en peligro la ultramaratón tarahumara - Sonia Corona


La ultramaratón Caballo Blanco vuelve a las montañas de Chihuahua un año después de los enfrentamientos entre los cárteles de la droga
Sus pies prácticamente no tocan el suelo. Los corredores tarahumaras suben y bajan ligeros por las Barrancas del Cobre (Estado de Chihuahua, norte de México) el primer domingo de marzo para competir en la ultramaratón de 80 kilómetros. La rocosa montaña ha esperado un año para que los atletas indígenas volvieran a correr en sus sinuosos caminos por los que se atraviesan angostos arroyos. Los tarahumaras no llevan más que lo puesto. Aquí no hay zapatillas de 50 dólares, sino sandalias con plantillas de neumático hechas a mano. Tampoco hay suplementos alimenticios en polvo y electrolitos, solo agua y pinole (maíz) para resistir. El premio es poder llevar algunos costales de maíz y frijol a sus comunidades y el honor de cumplir con la tradición.

Los tarahumaras han vuelto en 2016 a Urique, un pequeño pueblo al fondo de las Barrancas del Cobre —las más profundas de México, con 2.400 metros de altura— donde comienza el recorrido de la ultramaratón Caballo Blanco después de que el año pasado un enfrentamiento entre cárteles de la droga pusiera en riesgo a los corredores. El pueblo de Urique es tan tranquilo ahora que por la madrugada solo se escucha el canto de los gallos. Hace un año, en las cercanías se oían disparos: los hombres de El Chapo se enfrentaron a tiros con los del Cártel de la Línea para pelearse por el control de las barrancas. “Al final toda esa gente se fue”, dice un habitante de Urique. Pero todos saben que al final ganaron los de El Chapo y por eso la paz volvió al cañón.



Las Barrancas del Cobre es un sistema de montañas que forman parte de la Sierra Madre Occidental de México en los estados de Chihuahua y Sinaloa. La profundidad de la montaña, su difícil acceso y sus microclimas —cálidos en las profundidades, fríos en las alturas— la han convertido en un enclave perfecto para la producción y trasiego de drogas. En este mismo cañón se refugió Pancho Villa, el Centauro del Norte, durante el avance de las fuerzas revolucionarias a principios del Siglo XX. Desde hace siglos, la etnia tarahumara encontró en este paraíso un sitio donde refugiarse y aislarse del crecimiento urbano. Pero también han vivido en una de las regiones más pobres y rezagadas de México. En silencio han conservado sus tradiciones y de reojo han visto pasar a bandidos y también a narcotraficantes.

A pesar de todo los tarahumaras no dejan de correr. La ultramaratón Caballo Blanco fue fundada en 2003 por Micah True, un atleta estadounidense que vivió durante varios años en el cañón y aprendió las costumbres de los pueblos rarámuris -- como también se le llama a los tarahumaras--. La historia de True fue contada en 2010 por el periodista Christopher McDougall en su libro súper ventas Nacidos para correr (Random House Mondadori, 2010). El libro atrajo la atención hacia los tarahumaras y su técnica para correr que consiste simplemente en tocar ligeramente el suelo con sus pies mientras resisten con poco alimento y agua las difíciles condiciones de un terreno rocoso. “¡Esta es la meca para cualquier corredor!”, exclama Patrick Muldowney, un atleta de Arizona (EE UU) que tras conocer la historia de los rarámuris se animó a participar en la competición.

Una mujer tarahumara durante la ultramaratón Caballo Blanco. Saúl Ruiz

A las 6 de la mañana en la línea de salida en la plaza de Urique no hay corredores profesionales, ni campeones keniatas del atletismo. El 95% de los 600 participantes son tarahumaras y el resto son algunos corredores aficionados que se han acercado a conocer las técnicas deportivas de los rarámuris y sobre todo a observar su experiencia al correr con sandalias de suela de neumático. “Me lastimo mucho menos desde que uso sandalias. Ese es el punto, ¿hace cuánto tiempo que los humanos dejamos de estar descalzos y usamos zapatos para correr?”, se cuestiona Freddy Koster, un salvavidas suizo de 54 años, que ha viajado a México exclusivamente para participar en esta carrera.
A los corredores tarahumaras les toma entre 6 y 7 horas finalizar la compleja ruta que incluye pendientes pronunciadas, caminos de tierra con rocas y arroyos. Uno de los alimentos que los ayuda a resistir el calor y a evitar la deshidratación es el pinole. En los puestos de primeros auxilios, los voluntarios preparan este polvo de maíz con agua y se lo ofrecen a los corredores durante su paso. Algunos tarahumaras llegan a los puestos pidiendo exclusivamente esta bebida. Su alimentación no es muy compleja. Marisela Cuevas lleva seis años preparando la cena de los tarahumaras previo a la competición. Su menú está compuesto de caldo de pollo con verduras y raciones de nixtamal (maíz refinado) con frijoles.
Para Miguel Villegas, un tarahumara de 33 años, el fin de semana de la ultramaratón Caballo Blanco es especial. Ha caminado 10 horas desde su comunidad en Batopilas para participar en la carrera. El año pasado se llevó el segundo lugar y una buena cantidad de granos para alimentar a sus tres hijos y esposa. “Si mis hijos quieren después también los voy a traer a correr, cuando estén más grandes”. Miguel usa una camisa rosa de popelina que su mujer le cosió a mano. El resto del año, este tarahumara se dedica a sembrar en el campo. Salir de su pueblo para la carrera es una ocasión extraordinaria que amerita sandalias nuevas hechas en casa con un neumático usado y cuchillo en mano. Hacerlas, dice, le cuestan unos 5 dólares. “Son caras, pero duran todo el año”.
Las sandalias de los tarahumaras inspiraron a un emprendedor estadounidense que ha fundado una fábrica en Seattle (EE UU), después de aprender la forma de fabricación en este rincón de Chihuahua. Cada par se vende en 100 dólares a través de internet.
Miguel recorre con aplomo la ruta. A las cuatro horas se le ve seguro, mientras que otros corredores ya muestran un cansancio severo. No ha ganado un premio, pero no se desanima y se alegra de haber terminado la ultramaratón. Se quedará la noche a descansar para caminar por la mañana de regreso a su pueblo. Se alegra de conocer a chabochis (mestizos) que le animaron a seguir corriendo y que también le contaron cómo es el mundo más allá de las Barrancas del Cobre. Sus pies lo son todo para él y no concibe más que un mundo de corredores.
— ¿Usted corre allá donde vive?
—A veces, cuando se puede
—Yo no podría imaginar mi vida sin correr un solo día
Urique (México) 29 MAR 2016 - 04:03 CEST EL PAIS
Los pies ligeros reconquistan la Sierra Tarahumara. 






La violencia pone en peligro la ultramaratón tarahumara
Los ataques entre carteles de drogas mexicanos interfieren en la tradicional carrera de la sierra de Chihuahua
México 4 MAR 2015 - 03:26 CET EL PAIS


La carrera de los indígenas tarahumaras ha sufrido un tropiezo. La ultramaratón que se celebra en las Barrancas del Cobre (Estado de Chihuahua, norte de México) fue cancelada el fin de semana por sus organizadores ante la alerta de violencia entre cárteles de las drogas en las cercanías del municipio de Urique, donde la competición reúne a cientos de corredores cada año. La prueba es conocida porque la mitad de sus participantes son de la etnia tarahumara. Su historia como súper atletas ha sido contada en el libro Nacidos para correr(Random House Mondadori, 2010), del periodista estadounidense Christopher McDougall. Los tarahumaras también protagonizaron en 2013 una campaña de Nike para promocionar sus zapatillas más ligeras.

Los organizadores de la ultramaratón Caballo Blanco —llamada así en honor a su fundador— tenían previsto que la competición se celebrase el pasado 1 de marzo. Sin embargo, el secuestro y asesinato de dos agentes de policía de la región, durante la semana previa a la carrera, dispararon la alarmas. Josue Stephens, uno de los organizadores, ha explicado a EL PAÍS que durante el fin de semana tuvieron noticias del doble homicidio y que la noche del viernes hubo tiroteos en la cercanías de Urique. Ante la denuncia de Stephens, el Gobierno local pidió al Ejército mexicano resguardar algunos puntos de la ruta de 80 kilómetros que los participantes recorren.

En medio de la incertidumbre por la intensa actividad de los cárteles de la droga, el comité organizador decidió, en menos de 24 horas, cancelar la famosa carrera. “Sabíamos que la situación era más peligrosa de lo normal. No podíamos dejar que los corredores salieran y quizá resultaran heridos. Salir a correr no habría sido una decisión responsable”, explica Stephens. De los 700 corredores inscritos en la competición, unos 300 dejaron las Barrancas del Cobre en las siguientes horas.
Aunque en un primer momento las autoridades de Chihuahua estuvieron de acuerdo en cancelar la carrera, el Gobierno local decidió de última hora celebrarla con los habitantes de la región. “Dijeron que ellos iban a seguir con la carrera porque los militares mantenían seguro el sitio”, argumenta Stephens, “fue un movimiento político para conservar al turismo en la zona”. El Gobierno de Chihuahua anunció horas más tarde que 485 corredores, la mayoría tarahumara, participaron en la competición y que el ganador Ranulfo Sánchez hizo el recorrido en cinco horas y 46 minutos. El vencedor del año pasado corrió los 80 kilómetros en seis horas y 39 minutos, casi una hora más.
Los tarahumaras son conocidos por su capacidad para correr largas distancias en las sinuosas Barrancas del Cobre


El Gobierno de Chihuahua ha negado a este periódico que los tiroteos y asesinatos que los corredores han descrito ocurriesen en las cercanías a Urique. La prensa local también ha contado algunos de estos hechos, pero las autoridades no los confirman. Además, han señalado al vecino Estado de Sinaloa como el sitio donde los cárteles se enfrentan. Chihuahua es el segundo estado del país, en términos absolutos, con más homicidios, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). La cifra se ha cuadriplicado entre 2007 y 2013.
La ultramaratón Caballo Blanco fue fundada en 2003 por el atleta estadounidense Micah True quien, después de vivir varios años en comunidades tarahumaras de Chihuahua, organizó la competición para mostrar la cultura de esta etnia indígena. Los tarahumaras son conocidos por su capacidad para correr largas distancias en las sinuosas Barrancas del Cobre, nutridos únicamente con pinole (maíz) y agua, y equipados con sandalias fabricadas con hule de neumáticos. Los corredores tarahumaras que ganan la ultramaratón Caballo Blanco suelen recibir como premio cargamentos de maíz y frijol para sus comunidades.

Las Barrancas del Cobre son un sistema montañoso con un profundo cañón de 2.400 metros de altura (más que el Cañón del Colorado, de 1.800 metros). La región es un sinuoso bosque donde los pocos caminos son de tierra y la población es reducida. “En ese tipo de carreras hay un momento en el que estás absolutamente solo y no queríamos correr el riesgo de que nos pasara algo. Es muy sabido que en esa zona se mueve el narco”, describe Juan Enrique Granados, un atleta mexicano que tenía previsto participar en la prueba.

Los organizadores no saben si en 2016 convocarán la ultramaratón. Stephens ha pedido a las autoridades mexicanas que garanticen la seguridad, no solo de los visitantes sino también de los habitantes de la región tarahumara, para organizar la carrera del próximo año. Esta es la tercera competición deportiva que se cancela en México en 2015, después de que en febrero se anunciara que elMundial de Natación y la Vuelta Ciclista de México no se realizarían en el país.







Ser niño, ser rarámuri
Los menores son el segmento más numeroso de la población indígena de Chihuahua y padecen el rezago en la educación
Urique (México) 29 MAR 2016 - 06:05 CEST EL PAIS

Una niña tarahumara camina en las Barrancas del Cobre. Saúl Ruiz
Cándida sonríe con la mirada. Tiene siete años y sus ojos brillan cuando ven con curiosidad a un chabochi —una persona que no es tarahumara—. Su madre y ella han caminado unas tres horas desde su pueblo, El Hormiguero, hasta el fondo de las Barrancas del Cobre (Chihuahua) para inscribir a Cándida a la carrera infantil, conocida como ‘Los Caballitos’, y quizá ganarse una mochila o una libreta para la niña. Cándida viste una colorida falda de flores, huaraches hechos de neumáticos y se tapa la cabeza con un paliacate morado. Durante la carrera se ha quedado atrás del resto de los niños y no ha conseguido el premio. “Ya no alcanzó mochila”, dice su madre. Pero Cándida no deja de sonreír.

En el corazón de la Sierra Tarahumara conviven los niños rarámuris con mestizos, aunque sus oportunidades no sean las mismas. En las montañas de Chihuahua viven 158.500 tarahumaras o rarámuris y el 37% tienen menos de 14 años. Los niños son el segmento más numeroso de la población indígena de la región, según datos de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Puebla Indígenas. Urique y Batopilas son los municipios que concentran a la mayor parte de la etnia y donde la población analfabeta supera el 50%. La mayoría de los tarahumaras viven en las montañas, en rancherías o cuevas, alejados de los pueblos y las concentraciones urbanas.

Los tarahumaras aprenden español y nosotros aprendemos inglés

SANTIAGO, UN NIÑO MESTIZO DE 6 AÑOS
En Urique, el 75% de los menores que van a la escuela son indígenas, pero muy pocos buscarán que su educación vaya más allá de la primaria. Sus estudios se concentran en el aprendizaje del español (su lengua materna es el rarámuri) para que puedan relacionarse con los chabochis y para que de vez en cuando se acerquen a centros urbanos, principalmente para cumplir con trámites oficiales. Algunas escuelas de la región han instalado comedores para animar a las familias tarahumaras a que sus hijos bajen de la montaña a estudiar. Mientras tanto los mestizos viajan fuera de las barrancas para conseguir títulos universitarios.
“Es importante meter a los tarahumaras a la vida productiva porque de otra manera no va a haber desarrollo”, opina Celso Quintana, director de una escuela primaria de Urique. En sus 20 años como profesor ha observado que las niñas y los mayores tarahumaras son quienes padecen más el analfabetismo. Que de un grupo de 100 alumnos, solo dos tarahumaras buscan alcanzar mayores niveles a la educación. La mayoría deja la escuela en cuanto tienen suficiente edad para trabajar en el campo: unos 12 años. Celso reconoce que la naturaleza tímida de los tarahumaras es una barrera que la escuela consigue romper, pero donde sus costumbres también son respetadas.
En la primera fila de la 'Carrera de Los Caballitos' solo hay niños no indígenas. Los pequeños tarahumaras, vestidos con camisa de popelina y taparrabo de manta, prefieren acomodarse en medio de la multitud. Evitan ser protagonistas y esperan pacientes. Al correr la fricción, de sus huaraches de neumático con el asfalto hacen un ruido parecido al del aplauso. Y avanzan 3,6 o hasta 10 kilómetros. Algunos se quitan las chanclas y comienzan a correr más rápido cuando van descalzos. En poco tiempo rebasan a los niños mestizos. El sueño es correr la ultramaratón como los mayores entre las rocas de la barranca más profunda de México y llevar semillas a sus comunidades.
En la plaza principal de Urique Luis, de 8 años, y Álvaro, de 10 años, miran desde la acera cómo llegan los participantes del ultramaratón Caballo Blanco tras correr 80 kilómetros. Los dos son tarahumaras y mientras comen un helado miran hablar a Santiago, de 6 años, un niño mestizo que quiere ir a Estados Unidos, específicamente a Disneylandia, y que define en una frase la brecha entre las comunidades tarahumaras y las mestizas: “Ellos aprenden español y nosotros aprendemos inglés”.

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