La
desnutrición es un ciclo difícil de revertir, pues compromete el desarrollo
futuro de la persona. Del bajo peso, la deshidratación, la hinchazón y el
marasmo quedan secuelas en la adultez. La crisis de abastecimiento y la
inflación que atraviesan los venezolanos han empujado las cifras de los
indicadores nutricionales. En el Hospital J. M de los Ríos han atendido 65
casos hasta agosto, cuando en todo 2015 vieron 34. La mayoría son lactantes y
muchos vienen de madres que también dejaron de comer durante el embarazo. Otros
números también han crecido: el de las medidas de abrigo que otorgan los
consejos de protección a niños que no pueden ser alimentados por sus padres. El
hambre también separa familias
Las manos del bebé de Laura Montilva son
delgadísimas y difícilmente miden más de cuatro de centímetros. Sus dedos
parecen pequeños palillos. Sus piernas asemejan a las de un recién nacido. Su
cuerpo no refleja los cinco meses de vida que tiene. Llora constantemente,
incluso si su madre lo arrulla y le da pecho.
El niño es uno de los 65 niños que el Hospital J.
M. de los Ríos atendió hasta el 26 de agosto diagnosticados con desnutrición
grave. Pesa 3,900 kilogramos, el peso que podría tener fácilmente un pequeño al
nacer. “No tengo los recursos necesarios, no lo alimento bien y no tengo para
comprarle su fórmula. Yo estoy comiendo una o dos veces al día, él toma su
pecho, pero no tengo suficiente leche. Le estoy rindiendo la fórmula, le pongo
una tapita de leche en un tetero grande con agua porque no tengo para comprar
más. Si es por él, mientras más le dé, más come, pero solo le doy tetero cuatro
o cinco veces al día”, dice la madre, con la mirada clavada en el piso. Un niño
pequeño debería comer cada tres o cuatro horas, de 6 a 8 veces al día.
Laura tiene 22 años y vive sola en Agua Fría. Su
pareja la abandonó. Trabajaba en un restaurante pero cuando diagnosticaron a su
niño con desnutrición le dijeron que ameritaba cuidados constantes. “La única
que me ayuda es mi mamá, pero ella también tiene que mantener a cuatro niños.
Me da un poco de comida. De resto como lo que consigo, en las mañanas compro
pan y desayunamos eso, en la tarde puede ser arroz”.
El control del bebé en el J. M. de los Ríos es
ambulatorio. El traslado, incluso, representa un gran esfuerzo para la mujer.
“Me dieron la cola desde mi casa hasta Coche y ahí me regalaron un ticket de
Metro. Ahora no sé cómo voy a volver”. El cuerpo de ella también mengua sin
nutrientes: ha bajado ocho kilos en tres meses. “Me dan mareos y dolor de
cabeza, pero ahorita no ando pendiente de mí sino de mi hijo”.
Los 65 niños con desnutrición grave que han
recibido este año en el servicio de Nutrición del Hospital J. M. de los Rios
representan una cifra alarmante si se compara con los 34 casos que se
observaron en todo 2015. Del total visto este año, 66,15% son lactantes.
Pobreza que arropa. Aarón
Díaz, de cuatro meses, es otro de los pacientes del hospital de niños. El 29 de
junio ingresó con desnutrición grave, anemia y deshidratación moderada. Desde
hace meses, la desesperación mueve las decisiones de su madre, Sarahí Díaz.
Durante el embarazo, y para garantizar la alimentación de su otra hija de
cuatro años de edad, la mujer de 27 años decidió sacrificar sus comidas hasta
por dos días seguidos sin saber las consecuencias que tendría para la persona
que gestaba.
Cuando Aarón nació pesó 2,532 kilogramos, una
medida baja aunque dentro del promedio. Su madre solo pudo darle pecho durante
los primeros 11 días debido a tres abscesos en uno de los senos. Esa condición
los obligó a correr detrás de la inflación y la escasez para conseguir fórmulas
lácteas. No siempre tuvieron éxito.
A mediados de julio se notaba el bajo peso del
niño. Ante la falta de leche especial, lo alimentó durante una semana con crema
de arroz. Otra semana le dio leche completa. “El niño empezó a vomitar y a
tener diarrea. Después le dio fiebre. Me fui corriendo al hospital y nos
dejaron hospitalizados. Cuando llegamos el niño pesaba menos que cuando nació”,
cuenta la mujer. La recuperación avanza lentamente, Aarón tiene 4,300
kilogramos, aunque aún no duplica su peso inicial que es lo esperado que ocurra
en los bebés al alcanzar entre 4 y 6 meses de edad. El 30 de agosto en la tarde
fue transferido al Centro de Especialidades Nutricionales Hipólita Bolívar, en
donde comparte habitación con otros cinco niños con desnutrición grave. “Estoy
con un hambre horrible. Nos dieron de comer a las 5 de la tarde, imagínate, a
esta hora ya me da hambre, me duele la barriga”, escribió en un mensaje de
texto Sarahí ese día a las 8:30 pm. En el lugar les garantizan la alimentación,
a deshoras, pero no los pañales. En este momento la mujer estira la duración de
tres pañales que le donaron en el J. M. de los Ríos poniéndole pañitos que lava
cada vez que se ensucian.
“Cuando estábamos en la casa a veces comíamos una
sola vez al día porque no conseguía nada. La escasez, y también el desempleo.
Yo trabajaba limpiando casas y cuando di a luz tuve que dejarlo, su papá no nos
ayuda. Comíamos lo que consiguiera, yuca, papa o plátano. A veces me da dolor
de cabeza o me mareo, mi hija ha tenido parásitos. Esto lo estamos viviendo
desde el año pasado y por eso creo que él nació más pequeño”, relata.
De acuerdo con el Instituto Nacional de
Estadística, hasta el primer semestre de 2015 se contabilizaban 1.479.894
familias pobres porque no pueden cubrir al menos una necesidad básica. Además,
la data de la encuesta hogares del INE para el primer semestre de 2015 indica
que 683.370 familias (9,3%) que viven en pobreza extrema en Venezuela porque no
tienen ingresos suficientes para cubrir su alimentación. El indicador mide el
ingreso de las familias con respecto al precio alimentos y el costo de
servicios prioritarios de salud y educación. Hasta 2012, los pobres
extremos no superaban el 6% de la población.
La Encuesta Condiciones de Vida que realizaron las
Universidades Central de Venezuela, Católica Andrés Bello y Simón Bolívar es
menos conservadora: 76% de los venezolanos están en pobreza de ingresos, 49% en
pobreza crítica y 12,1% solo come dos veces al día.
Las tallas perdidas no vuelven. Desnutrición
es una palabra que se repite cada vez con más frecuencia y su prontuario en
Venezuela se llena cada vez más. El 21 de julio cobró la vida de Kennedy, de 14
años, por asfixia mecánica por parásitos intestinales, en el estado Bolívar,
donde hace tres semanas también se llevó a Stefany Farfán, de 2 años. El 20 de
agosto murió en Zulia Royer Machado, de 1 año y medio, tras tres días seguidos
sin comer; dos días después en Bolívar falleció Aketzali González con
deshidratación y desnutrición severas.
En el Servicio de Nutrición del J. M. de los Ríos
hay otro dato que advierten los médicos con preocupación: de 2 casos de
desnutrición edematosa que se presentaron en 2015, este año se han visto 16, lo
que representa el 24,6%.
Ingrid Soto, jefa del servicio, explica que hay dos
tipos de desnutrición grave. La primera es la marasmática, la que padecen los
hijos de Sarahí y Laura. “El niño se ve delgado, se le notan los huesos, no
tienen cachetes y la cara parece como de viejito”. En este tipo, la piel es
seca y los niños están irritables y lloran persistentemente.
La segunda forma es la edematosa, o Kwashiorkor.
“Es la que vemos menos. Es causada por déficit de proteínas. El paciente se
hincha y tiene mucha debilidad”. Una característica es el abdomen grande y
sobresaliente.
“Lo que me preocupa es que más de la mitad de los
desnutridos que atendemos son lactantes. Si un adulto sufre de desnutrición no
le afectará tanto el cerebro y el desarrollo como ocurre con un niño. Los
momentos más críticos son la vida intrauterina y los dos primeros años de vida,
que es lo que se conoce como los 1.000 primeros años de vida, en los que se
pasa de 50 centímetros al nacer a 85 centímetros a los dos años, pero también
se desarrolla el cerebro. Son niños que luego van a tener problemas de
concentración, de memoria, dificultades escolares”, alerta Soto. Además explica
que algunos de los daños son irreversibles, como la pérdida de talla que
difícilmente se recupera tras cuadros graves.
El servicio de Nutrición no escapa a la crisis
sanitaria de Venezuela que afecta a familiares y pacientes de todos los tipos
de patologías. La recuperación de un niño con desnutrición grave tiene dos
grandes etapas: la primera es la de estabilización, para sacarlo de la crisis
aguda, que implica unos 45 días de hospitalización; luego la etapa de
mantenimiento que lleva más tiempo y se hace de forma ambulatoria.
Como el déficit no es solo de carbohidratos y
proteínas, que se recuperarán a través de una mejor alimentación, el niño debe
consumir vitaminas y minerales, y recibir terapias de estimulación a través del
juego para que en lo posible recupere parte del desarrollo perdido. El rescate
del desnutrido involucra también a un pediatra, un psicólogo y a un trabajador
social. “Las vitaminas hay que pedírselas a las mamás, y tratándose de mujeres
pobres en su mayoría es difícil que las consigan. En el J. M. de los Ríos solo
tenemos en este momento zinc, y fórmulas que les damos gracias a donaciones,
pero el Estado no está abasteciendo”, aclara Soto.
Lo que sucede en el Hospital de Niños se repite en
todo el país. La Encuesta Nacional de Hospitales, presentada por el
Observatorio Venezolano de Salud en agosto, indica que 92,7% de los centros
asistenciales tienen un Servicio de Nutrición inadecuado. En 16,9% de los
hospitales los familiares llevan la comida a sus pacientes y en 52,3% de las
instituciones brindan las 3 comidas con fallas de cantidad. Los servicios
pediátricos están en números rojos: en 63,64% de ellos no hay fórmulas lácteas
y en 27,27% las cantidades de leche son insuficientes.
También los exámenes corren por cuenta del
paciente. 95% de los hospitales del país mantienen sus laboratorios con fallas
severas o inoperativos.
La Organización Mundial de la Salud ubica a
Venezuela en el cuarto puesto de países de Latinoamérica y el Caribe con menos
desnutrición infantil. Sin embargo, según datos recuperados por la Alianza de
Sistema de Monitoreo Nutricional que llevan varios expertos, entre 20% y 25% de
los niños en Venezuela presenta desnutrición aguda y crónica.
Las brechas se expanden. La
pobreza y la ignorancia hacen de las suyas si se les abren espacios. El momento
de crisis que vive Venezuela podría convertirse en un descampado.
Yelitza Giménez –nombre modificado a petición de la
fuente- tiene siete hijos que tienen entre 1 año y 11 años. Tres de ellos han
sufrido de desnutrición en los últimos cinco meses.
“Empezó la niña de tres añitos. A finales de marzo
se empezó a hinchar y yo pensé que era la chikungunya y lo dejé ir pasando,
nunca me imaginé que fuera desnutrición. Cuando la hospitalizaron en el Pérez
Carreño me dijeron que era eso. Estuvo un mes internada”. Luego se enfermó el
niño de 3 años, que fue atendido en el J. M. de los Ríos y el más pequeño, de 1
año y 7 meses, fue el siguiente, con quien pasó más de 15 días en Centro de
Especialidades Nutricionales Hipólita Bolívar.
“No les estaba dando leche porque no tenía. En dos
meses tomaron leche solo una semana. Tampoco tenía aceite, carne ni pollo. Lo
poco que comíamos era cuando compraba pan, yuca o maíz. Una tía me denunció
porque mis hijos estaban enfermos. Los veía hinchados y yo no los llevé al
hospital porque los hospitales te enferman más y yo quería que se curaran en
casa”. Los hijos de Yelitza perdieron un año escolar porque ella no tenía
dinero para llevarlos. Ahora pesa sobre ella una medida de protección emanada
de la Alcaldía de Urdaneta de Cúa, en los Valles del Tuy, que la obliga a
llevarlos a la escuela y mantenerlos sanos para no perderlos.
Para Mercedes López de Blanco, pediatra y
vicepresidente de la Fundación Bengoa, el mayor problema es que las
consecuencias psicomotoras de la desnutrición acentuarán las diferencias entre
la población. “Que quede más bajito de lo que iba a ser o que esté más delgado
no es lo más preocupante. El problema real es que disminuirán sus
posibilidades. Un muchacho mal nutrido no pone atención en clases porque le
falta hierro. La gente cree que son flojos, pero no. No van a poder competir en
el futuro, van a tener una escolaridad chucuta. Estamos jugando con el
potencial humano, eso es un pecado”.
El país requeriría entonces una amplia inversión
para proteger a los grupos de mayor riesgo, las embarazadas, los niños pequeños
y los ancianos. “Pero si la fuerza de trabajo está sin energía por falta de
alimentación es difícil. Necesitamos incrementar ingresos a nivel de hogar,
acceso a los alimentos e informar a la población. Las mamás necesitan saber las
señales de alerta para actuar a tiempo, y eso no se está informando”, critica
Yngrid Candela, nutricionista del Centro de Estudios del Desarrollo de la
Universidad Central de Venezuela.
La opción inmediata, entonces, es jugar con los
recursos que se tienen. Ingrid Soto recomienda que las madres amamanten a los
lactantes aunque estén desnutridas. Habrá menos cantidad de leche y no tendrá
la misma calidad, pero es preferible a que tomen agua de arroz o chicha.
También aconseja manejar algunos sustitutos de los
alimentos que menos se consiguen. En el desayuno puede comerse plátano o yuca,
y usar verduras de estación –el mango salvó a unos cuantos en los meses
pasados- como el aguacate. “Aunque las caraotas están caras, rinden más. Pueden
almorzar tres cuartos de taza de arroz con un cuarto de taza de caraotas o
lentejas más una cucharadita de queso blanco rayado y un jugo con vitamina C
para que el cuerpo absorba bien el hierro de la leguminosa, o usar sardinas
frescas como fuente de proteína, omega 3 y calcio”.
En el Centro de Atención Nutricional Infantil
Antímano, Cania, atienden a 200 pacientes al día. Hay un cambio significativo
entre las personas que ven en las consultas y en las actividades comunitarias,
dice Carmen Brito, gerente general: la obesidad que venía en ascenso hasta 2012
da paso a la desnutrición.
López de Blanco explica que en Venezuela ha habido
sobrepeso, obesidad y desnutrición durante muchos años, y que el fenómeno
llamado doble carga de malnutrición es típico de los países en vías de
desarrollo. “En este momento, por la crisis que estamos viviendo, hay más
desnutrición que obesidad, pero no quiere decir que haya desaparecido la
obesidad ni que las personas estén saludables. Es sumamente preocupante la
cantidad de niños que se mueren por malnutrición, pero más lamentable son los
niños que sobreviven con retardo en la talla y en el desarrollo
neuropsicomotor, porque vamos a tener una generación que no estará adecuada a
los retos que exige un país de personas trabajadoras y productivas. El
potencial humano es lo que está en juego”, insiste la especialista. La
desnutrición, que al principio es silenciosa, va comiendo los tejidos de los
venezolanos de forma cada vez más estruendosa.
Las cifras
50% era el déficit de consumo de calcio entre abril
y septiembre de 2015, de acuerdo con la Encuesta de Consumo de Alimentos del
INE.
3,4% de desnutrición infantil reportó en 2013 el
Perfil Nutricional de Venezuela del Instituto Nacional de Nutrición.
Las
calorías que cuentan
Para
evaluar el estado nutricional en los niños se usan tres índices:
-Talla/Edad:
refleja desnutrición crónica, ocurrida durante los últimos 5 a 10 años, y puede
encontrarse referida como retardo del crecimiento, déficit de crecimiento,
talla baja, stunting.
-Peso/Talla: refleja
el deterioro del estado nutricional ocurrido en el corto plazo. Es susceptible
de mostrar deterioro nutricional en semanas, meses, por eso es el indicador
adecuado para analizar crisis alimentarias agudas, en el corto plazo y para
monitorear deterioros y daños periódicamente en una emergencia. También se verá
referido como desnutrición aguda, emaciación, delgadez. Este es el índice
nutricional que se relaciona más directamente con mortalidad. Es decir, cuando
hay prevalencias altas de desnutrición según peso/talla sube mucho el riesgo de
mortalidad infantil.
-Peso/Edad: es
un indicador mixto que refleja cambios pasados y presentes, pero más
susceptible de mostrar cambios en el estado nutricional en el mediano plazo. No
es un indicador adecuado para reportar crisis y emergencias alimentarias ni
para monitorear tendencias de deterioro. También se puede ver referido como
“desnutrición global”, “déficit ponderal”, “déficit nutricional”,
“insuficiencia ponderal”.
La
nutricionista Susana Raffalli, especialista en atención de emergencias
alimentarias, hace las siguientes consideraciones sobre el tema:
-Una
talla baja (desnutrición crónica) siempre será sinónimo de privación alimentaria,
social, sanitaria y económica acumulada en el tiempo. Una desnutrición aguda
siempre es sinónimo de una privación en el corto plazo.
-Estos
3 tipos de desnutrición se pueden clasificar a su vez, por su severidad, en
leve, moderada, severa o grave y total. La desnutrición aguda total reportada
en Maracaibo, Mérida y Caracas por la Fundación Bengoa (23%) es alta, pero
todavía no llega a los criterios internacionales de mayor alerta (catástrofes)
porque las formas moderadas y severas todavía no alcanzan proporciones altas.
-La
subnutrición o subalimentación no es un indicador de desnutrición. Es un
indicador de oferta alimentaria. También se le llama consumo aparente o
disponibilidad de energía alimentaria para consumo humano. La oferta
alimentaria se calcula sumando todos los alimentos que un país produce e
importa, menos lo destinado a alimentación de animales, contrastando su
suficiencia con la población del país.
-Lo
mínimo son entre 2.100 y 2.300 calorías por habitante promedio, y lo pleno está
sobre las 2.700 calorías/hab. En Venezuela se maneja siempre entre 100% y 110%
de suficiencia, y entre el 2010 y 2013 se llegó a tener disponibles
(especialmente por importaciones) 3.300 calorías/hab. Es decir, si ese fuera un
indicador de hambre y desnutrición, el país merecería los reconocimientos de la
FAO. En mayo, la canciller Delcy Rodríguez aseguró durante su participación en
la sesión extraordinaria de la Organización de Estados Americanos que Venezuela
había importado durante los últimos dos años calorías para alimentar 3 países.
Rafalli hace la salvedad de que eso no significa que la población la consumió.
Este índice solo mide la oferta alimentaria potencialmente accesible, pero no
la real que se consumió.
-Existen
alimentos estratégicos para situaciones de emergencia nutricional: arroz,
harina de maíz, una leguminosa, un producto lácteo y una grasa, los cuales
deben estar acompañados de una fruta local e hidratación. Estas calorías se
ajustan por kilogramo de peso.
-El
gobierno y la FAO están usando para dar cuenta del estado nutricional en este
corto plazo, dos indicadores muy inadecuados, agrega la especialista. El
déficit ponderal (peso para la edad) que no es susceptible de mostrar el
deterioro de los últimos 3 años y siempre da porcentajes más bajos incluso en
poblaciones malnutridas, y la subalimentación que no refleja la desnutrición ni
el consumo real de alimentos.
-El país importa
lo suficiente a dólar preferencial, equivalente a 98% de las calorías
necesarias. En países con desigualdad, cubrir 98% es aún muy deficiente. Se
requiere lograr entre 110% y 120% de abastecimiento para no levantar las
alarmas.
MARÍA EMILIA JORGE M.4 DE SEPTIEMBRE 2016 - 12:01 AM
Foto: María Emilia Jorge
El
hambre separa a los niños de sus familias
En los consejos de protección de los derechos de
niños y adolescentes de Caracas ha aumentado el otorgamiento de medidas de abrigo
a pequeños que están desnutridos. La falta de programas de asistencia para
abordar la pobreza, que en el último año abarcó a 76% de los venezolanos según
la Encovi, también produce separaciones familiares
ISAYEN HERRERA4
DE SEPTIEMBRE 2016 - 12:01 AM
El miércoles a las 10:00 am en el barrio La
Bombilla de Petare la familia Moncada Martínez no había desayunado. Solo tenía
una auyama en la cocina para preparar el almuerzo de tres de sus siete hijos y
la abuela de 70 años de edad. De dos hornillas solo funciona una; y la nevera,
también dañada, ahora está en el cuarto de los pequeños para que la usen como
gaveta y guarden sus cuadernos.
José Moncada, de 53 años de edad, y Maryeli
Martínez, de 32 años de edad, conformaron una familia con siete hijos, pero
desde hace un mes solo tienen bajo el mismo techo a tres varones de 13, 11 y 9
años de edad, que duermen en el mismo colchón. Una tabla, presionada con cajas
para que no se caiga, provee privacidad a sus padres que descansan en la misma
habitación.
Este año el trabajo del padre como cabillero en
construcción, que le generaba 6.000 bolívares a la semana, se hizo insuficiente
para darles comida a todos. Por ello, su hijo menor, que con 11 meses de edad
aún no gatea, sus hermanos de 2 y 3 años y, la única hembra, de 5 años edad, se
encuentran en una casa hogar para que sean alimentados, mientras sus padres
pueden pasar la crisis económica.
El Consejo de Protección de los Derechos del Niño y
el Adolescente del municipio Sucre intervino. Tuvo que separar a la familia
para que una ONG alimentara a los hijos menores que estaban en estado de
desnutrición. “Los más grandes se tuvieron que quedar guerreando con nosotros
porque no los aceptan en ninguna casa hogar por la edad”, dice el padre.
En un día bueno Moncada podía comprar dos kilos de
yuca y sardinas para comer la única comida del día. Los días que sí había
almuerzo y cena, el plato se llenaba al mediodía solo de plátano y en la noche
con una ración arroz. El deterioro físico de sus hijos era evidente, por lo que
una maestra los persuadió para entregar a los más afectados a una casa de
abrigo de forma temporal. Moncada tuvo que admitir que sus hijos tenían hambre,
que no solo estaban flacos, sino desnutridos; que no podía mantenerlos a todos;
que la pobreza los arropó.
Este año las oficinas de los consejeros de
Protección del Área Metropolitana de Caracas se han llenado de casos de este
tipo. La instancia encargada de proteger los derechos de la población infantil
está cumpliendo un rol que los obliga a castigar a los padres por la
imposibilidad de mantener a sus hijos, pese a que no tener dinero no es un
delito. La decisión de desmembrar familias de forma temporal se toma para
garantizar que los niños coman, duerman en mejores condiciones y cese la vulneración
del derecho a una vida adecuada que establece la Ley Orgánica del Niño, Niña y
Adolescente en el artículo 30. Este año este es el derecho más violentado que
consta en las actas cuando se dictan las medidas de abrigo. La legislación
señala que todo niño tiene derecho a una “alimentación nutritiva y balanceada,
en calidad y cantidad que satisfaga las normas dietéticas”, además de
vestimenta y una vivienda digna. La diferencia es que en muchos de los casos
atendidos este año la causa del maltrato no es por negligencia de los padres
sino por la crisis.
En el Consejo de Protección de Sucre se suman 52
medidas de abrigo –recurso legal usado cuando ya no se puede preservar la
seguridad y derechos de los pequeños–, para niños cuyas familias están
golpeadas por la crisis. Hasta el año pasado, el promedio de otorgamiento de
esta medida era entre 10 y 12 al año. En 2016 también han registrado siete
bebés abandonados en el Hospital Domingo Luciani, los últimos tres solo en
agosto, cuando en años anteriores no reportaban más de tres niños huérfanos al
año.
“Aumentaron las denuncias de padres que maltratan a
sus hijos por situaciones ligadas a la economías del hogar, padres que le
colocan candados a la nevera porque el ‘muchacho es tragón’. Niños que son
quemados por sus padres en partes de su cuerpo por comerse la comida. Hace
aproximadamente dos meses se produjeron saqueos en la redoma de Petare, donde
participaron adolescentes que, por tener menos de 14 años y no tener
responsabilidad penal, fueron remitidos al Consejo de Protección. Entre las
razones que manifestaron los adolescentes para salir a saquear estaba no tener
comida en su casas”, precisa el consejero de protección, Nelson
Villasmil.
¿Y la Lopnna? Moncada
conoce de siembra. En Barlovento logró que un consejo comunal le diera un
terreno, que aseguran estaba baldío pese a tener una siembra de cacao. Allí se
dedicó a cultivar yuca y auyama. Cuando consigue quien le dé la cola a Caracas
trae suficientes verduras para vender y para que los hijos coman. No recuerdan
cuándo fue la última vez que comieron carne. Si consiguen pollo es porque
alguien se los regala y lo rinden en sopa.
Ahora, Moncada apuesta por pedir un crédito en el
Banco Agrícola, apelando a la fidelidad que tuvo cuando trabajaba para la
milicia cuidando planteles escolares en los barrios de Petare. “Con Chávez uno
vivía un hechizo cuando él nos hablaba, pero ahora la crisis pegó duro. Es
primera vez que no puedo ni comer. Mi hija, mi única hembra, me llora cuando la
visito en la casa hogar y yo no sé qué fecha darle para que estemos juntos. No
sé si entiende que no los estamos abandonamos sino que no puedo darle comida”.
Cuando los niños fueron separados llegaron dos
cuñetes de pintura de color azul y naranja para darle color a las paredes.
Presume que alguien de la comunidad las donó. La profesora que intervino le
consiguió ayuda con materiales de construcción para habilitar la vivienda, pero
Moncada desconoce de dónde viene el favor y no le preocupa averiguar. Lo que sí
sabe es que debe construir habitaciones en el techo de la casa para que cada
niño tenga su espacio. “No pierdo la fe en que voy a recuperar a mis hijos. Por
eso los visito miércoles y sábado cuando me lo permiten. El de tres años me
llora y me pregunta por qué lo dejo y no sé qué decirle”, dice Martínez.
En el Consejo de Protección de Baruta contabilizan
tres niños abandonados y 54 traslados a unidades de atención en 2016. Solo en
agosto atendieron los casos de un niño de 9 años de edad abandonado y cinco
hermanos desnutridos. El niño dormía en los escapes de los aires acondicionados
del Centro Comercial Chacaíto para mantener el calor. En las noches caminaba
hasta Las Mercedes para que los empleados de los restaurantes le dieran comida.
“Denunciaron que lo vieron caminando a las 3:00 am en la avenida principal de
Las Mercedes sin zapatos. Alguien lo robó y lo dejó descalzo. Cuando llegó dijo
que vivía en los Valles del Tuy y que su mamá le dijo que se fuera a la calle
porque allí la gente le iba a poder dar más comida. Solo se sabe que tiene dos
hermanas menores”, precisa Lourdes López, del Consejo de Protección de Baruta.
A la consejera Angélica Vallenilla le tocó dictar
por primera vez una medida de abrigo a cinco hermanos, entre 1 y 7 años de
edad, que vivían con sus dos padres en Hoyo de la Puerta. Los vecinos
denunciaron que los niños no comían desde hace días. Cuando los consejeros de
protección llegaron los encontraron sosteniendo una arepa que les regalaron,
desnudos y los dos niños menores con una delgadez extrema y sin fuerzas para
caminar. No había cocina y dormían en el piso de tierra, bajo un techo de lata.
El padre trabaja como “caletero” y la madre está desempleada. Todos fueron
hospitalizados en el Pediátrico Elías Toro de Catia para recuperarlos.
El problema que ha exacerbado la crisis económica
también arrastra con las limitaciones que tienen las casas hogares. Un
informe entregado por Proadopción a la Asamblea Nacional en marzo advierte que
el número de niños y adolescentes que ameritarían su protección por encontrarse
en condiciones de riesgo está creciendo debido a las condiciones
socioeconómicas y de violencia del país.
Penalizar la pobreza. Los
consejeros se encuentran con más vacíos cuando intentan proteger a niños que
viven en pobreza. Nelson Villasmil señala que el artículo 134 de la Ley
Orgánica del Niño, Niña y Adolescente establece que el Estado debe crear
programas de asistencia “para satisfacer las necesidades de los niños,
adolescentes y sus familias, que se encuentren en situación de pobreza”. Eso no
se cumple.
La Gran Misión Hijos de Venezuela, que se creó en
2011 para las familias con ingresos menores al salario mínimo, hijos menores de
18 años y personas con alguna discapacidad y mujeres embarazadas, hoy tiene
denuncias en su página web de quienes tienen 6 meses sin recibir la beca de 400
bolívares mensuales, que no alcanzan para comprar un refresco y que representan
menos de un día de salario mínimo. El plan se limita al depósito de la
mensualidad sin otro abordaje social.
En julio el presidente Nicolás Maduro anunció la
creación de una tarjeta de consumo para las familias más pobres como parte de
la Gran Misión Abastecimiento Soberano para adquirir productos de la canasta
básica a precios subsidiados. Se prometió entregar este año 500.000 tarjetas,
pero aún no hay precisiones sobre este programa. En La Bombilla, a la casa de
la familia Moncada Martínez ni a la de sus vecinos ha llegado ni una vez la
bolsa de comida que reparten los Comités Locales de Abastecimiento y Producción
con los que se prometía abastecer a 66% de la población de Caracas.
La Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y
Adolescente en el artículo 354 cita: “La falta o carencia de recursos
materiales no constituye, por sí sola, causal para la privación de la patria
potestad. De ser este el caso, el niño o el adolescente debe permanecer con sus
padres sin perjuicio de la inclusión de los mismos en uno o más de los
programas a que se refiere el artículo 124 de esta Ley”.
Para Carlos Trapani, abogado de Cecodap, la falta
de servicios sociales para empoderar a las familias con bajos recursos para que
superen la crisis son vuelve a victimizar a los niños. Los consejeros de
protección están de manos atadas. “No se trata que el Estado sustituya la
familia, sino que mamá y papá sean mejores padres. Si una familia tiene crisis
en acceso a alimentación debes fortalecerlos y no desmembrarlos”.
Trapani
explica que la penalización de la pobreza viola otros 7 artículos: el derecho a
ser criado en una familia precisado en el artículo 26; el derecho a la
alimentación nutritiva, balanceada en cantidad y calidad que establece el
artículo 30; la prioridad absoluta del niño en las políticas públicas del
artículo 7; la prevalencia del “Interés Superior del Niño” como principio de
interpretación y aplicación de esta ley para el disfrute pleno de derechos y
garantías del artículo 8; el derecho a la integridad física, psíquica y moral
del artículo 32; y el derecho a la salud del artículo 41.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario