Una revisión de estudios demuestra que animales y plantas desarrollan
mutaciones genéticas, cambios en la forma o patrones de conducta
La
pulga de agua depende de la temperatura como pocos animales. Este pequeño
crustáceo no se reproduce mediante la unión del óvulo y el gameto masculino.
Las células sexuales femeninas se desarrollan sin ser fecundadas. Este
mecanismo de reproducción asexual llamado partenogénesis se inicia por una señal ambiental o
química. En el caso de las pulgas de agua es el calor ambiental. Durante los
meses cálidos, se reproduce más y las crías son hembras. En invierno, nacen
menos y son machos. Por eso los científicos que estudian el cambio climático la
están usando como los mineros usaban a los canarios en las minas.
"Combinando
numerosas técnicas de investigación, tanto de campo como en el laboratorio, ya
tenemos una visión completa de la amplitud de impactos que está teniendo el
cambio climático sobre estos animales", dice en un correo el biólogo de la
Universidad de Florida, Brett Scheffers. "Ahora sabemos que el cambio climático
está afectando su genética, su fisiología, su distribución y las comunidades de
las que forma parte. Este ejemplo ofrece la prueba más completa de cómo el
cambio climático puede alterar todos los procesos que rigen la vida del
planeta", añade.
Junto
a una veintena de científicos de otras tantas universidades, Scheffers ha
revisado toda la literatura científica sobre el impacto del cambio climático en
animales y plantas publicada en los últimos años. Buscaron estudios en todos
los niveles, desde mutaciones en los genes de una especie, hasta el estrés en
todo un ecosistema, pasando por cambios en el tamaño y la forma o la
distribución geográfica de las especies. Identificaron así casi un centenar de
procesos ecológicos. Según publican en Science, desde lo micro a lo macro, el 80% de esos
procesos ya se están viendo alterados por el calentamiento global.
"Los
genes están cambiando, la tolerancia a las altas temperaturas está cambiando y
rasgos físicos como el tamaño corporal o el color están cambiando",
comenta Scheffers. En el caso de la pulga de agua, las de latitudes más
frías han desarrollado una mayor tolerancia
térmica en apenas unas decenas de años. A mayor
escala, "las especies están cambiando su rango geográfico y estamos viendo
claros signos de que ecosistemas enteros están sufriendo estrés", añade
este biólogo especializado en cambio climático.
La pulga de agua ha evolucionado para tolerar
aguas cada vez más cálidas. HAJIME
WATANABE
Entre
los cambios más evidentes están los cambios en los procesos ecológicos
relacionados con la estacionalidad. Así, que la primavera se esté adelantando puede provocar un
desajuste en las relaciones entre especies, polinización, por ejemplo. Las
temperaturas más cálidas están alterando la conducta y distribución de muchas aves. En
altas latitudes, mientras los bosques boreales de Canadá cada vez avanzan más
al norte, en el Ártico, una de las zonas más vulnerables al calentamiento, casi
todas las especies están perdiendo efectivos.
Los
investigadores no entran a valorar la bondad o maldad de los cambios. Para algunas especies, como los corales, el cambio climático está siendo
letal. Para otras, como el pingüino adelaida, la
retirada de los glaciares antárticos está haciendo que sus poblaciones
aumenten. En términos globales, la cubierta vegetal del planeta parece haber aumentado,
aunque algunos de los árboles más grandes estén desapareciendo. En
el mar, el resultado neto puede parecer neutro: mientras el 52% de las especies
adaptadas a aguas cálidas han prosperado, el mismo porcentaje de especies de
aguas frías han menguado. En tierra, la mitad de las poblaciones de vertebrados han desaparecido en 40 años.
"Algunos
no esperaban este grado de cambios hasta dentro de unas décadas", dice el
profesor de la Universidad de Queensland y coautor del estudio, James Watson. Y
añade: "Los efectos del cambio climático se están sintiendo en todas
partes, sin que se libre ningún ecosistema de la Tierra. No es sensato pensar
que el cambio climático solo es un problema de cara al futuro".
14 NOV 2016 - 19:26 CET EL PAIS
Pingüinos en la Antártida. REUTERS/PAULINE ASKIN / EL PAÍS
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