Cada año se desperdician 100 millones de
toneladas de comida en la Unión Europea. Abundan irracionales motivos estéticos
Existen dos tendencias a la hora de comprar frutas y
verduras. La primera es ir al supermercado y detenerse frente al estante de la
pieza más hermosa; elegir, de entre ellas, la que destaca aún más, por
brillante y colorida. La segunda consiste en comprar en tiendas de barrio o
ecológicas, también en supermercados, pero sin reparar en el aspecto físico del
alimento: ¿qué más da que sea fea, si sabe bien? Los que pertenecen al segundo
grupo (los menos) están implicándose activamente en la lucha contra el
desperdicio de alimentos, que según Food
Waste, de la Comisión Europea, se cifra en casi 100 millones de
toneladas al año en la UE (con una previsión de 120 millones para 2020).
Algunos supermercados también se suman a la batalla.
La zanahoria fea: en una sopa, ¿a quién le importa?
Comer con los ojos.
Eva Gosenje, nutricionista y miembro de la comisión de formación de la
Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas (FEDN), lo tiene claro:
“Comemos por los ojos, lo que nos entra por la vista. Elegir los alimentos solo
por la buena pinta se nos ha ido de las manos, y hoy domina bastante el
pijerío”. De la misma opinión es Alma Palau, presidenta del Consejo General de
Dietistas-Nutricionistas de España (CGDNE):
“Nos dejamos llevar mucho por la estética”. Hasta el punto, explica, que un
proyecto puesto en marcha en algunos colegios de Alicante para evitar que se
fueran a la basura frutas y verduras feas, acabó yéndose al traste.
“Queríamos
apostar por una alimentación más sostenible y optamos en varios comedores por
verduras y frutas ecológicas, piezas más pequeñas y con menos presencia. El
resultado fue que, después de mucho tiempo y esfuerzo, tanto los niños como los
padres se quejaron, y al final exigieron que las verduras y frutas fueran todas
iguales, de forma perfecta”. Pero los expertos insisten: el aspecto no influye
en su calidad nutricional.
La Patata Ridícula: elegida Miss Patata de Puré 2014.
La patata ‘ridícula’ y el limón
‘fracasado’. En Francia, sin embargo, la
campaña Inglorious Fruits and Vegetables (Frutas y verduras
sin gloria) ha sido todo un éxito. La cadena de supermercados Intermarché,
con más de 1.800 tiendas, la puso en marcha hace un año para probar si los
consumidores estaban dispuestos a comprar este tipo de alimentos que no estaban
impecables a precios reducidos (hasta de un 30% de descuento). ¿Cómo de
imperfectos? En el vídeo de la campaña, Intermarché no deja lugar a dudas.
Ahí desfilan The Grotesque Apple (la manzana grotesca), The
Disfigured Aubergine(berenjena desfigurada), The Ugly Carrot (zanahoria
fea), The Failed Lemon (limón fracasado), The Hideous
Orange (horrible naranja) y The Ridiculous Potato (patata
ridícula). “Estas frutas y verduras pueden ser feas, pero son tan sabrosas como
las perfectas visualmente”, valora Patrice de Villiers, fotógrafa de la
campaña.
Se tira lo más barato. El
fin de estas acciones es evitar el desperdicio injustificado de alimentos. Según una encuesta
de la OCU realizada
a 1.287 consumidores, en el 70% de los hogares se tira menos del 5% de la
comida, pero en un 14% de los hogares se tira más del 10%, lo que supone “mucha
comida, con el consiguiente gasto”, según la organización de consumidores. ¿Y
qué es lo que más se tira? Lo más barato, según el estudio: frutas y verduras
(6%), pan y bollería (4%), carne y pescado (3%) y alimentos procesados (2%).
La Berenjena Desfigurada: tan barata, que podría estarlo
más.
¿De quién es responsabilidad? De
la cadena por la que pasa el alimento, desde su inicio hasta el consumidor,
según las voces consultadas. “Parte de la culpa la tiene el consumidor que no
quiere comprar frutas y verduras con alguna marca; pero también el agricultor
que hace una primera selección desechando las que no están bonitas porque sabe
que no se las van a comprar; luego, los intermediarios y las grandes
superficies, que se esfuerzan por presentarlas lo más bonito posible
utilizando, por ejemplo, ceras en las manzanas para que brillen más. Y también
hace mucha falta que se promuevan campañas de sensibilización. Siempre se ha
comido la fruta que se caía del árbol y luego vamos al súper y compramos la más
brillante”, critica Gosenje.
‘Cuerpazos’ y consumidores exigentes. La
portavoz de la Asociación de Empresarios Mayoristas de Frutas de Mercamadrid,
Susana Carrizosa, indica que los minoristas “no compran nada que tenga mala
pinta porque los consumidores lo requieren. Las tiendas de frutas no quieren
nada que no tenga cuerpazo.Además, hay que añadir que a los
españoles nos gustan los calibres grandes. El consumidor español es muy
exigente, está formado en cuestiones de gastronomía, y no quiere productos que
no estén perfectos”.
¿Qué pasa con las propiedades nutricionales
de una fruta o verdura imperfecta? La respuesta en
unánime. “Son comestibles al 100% y las propiedades están intactas”, admiten
las asociaciones de nutricionistas. De hecho, Mercamadrid, el gran mercado
central que abastece a los comercios de la capital, destina toda esa mercancía
que desecha porque ningún comprador quiere (a pesar de haber pasado los
controles de calidad) a la Fundación
Banco de Alimentos de Madrid, que la distribuye gratuitamente a distintos
colectivos desfavorecidos. También, se suele utilizar para fabricar mermeladas,
zumos, potitos, yogures o batidos. Como claman en Intermarché, La
zanahoria fea: en una sopa, ¿a quién le importa? o El limón
fallido, del mismo creador del limón.
HASTA CUÁNDO SE PUEDEN COMER
¿Hasta cuándo podemos ingerir esa fresa con un lunar
sin que haya perdido sus propiedades? Hay unas señales básicas que lo indican.
La OCU dispone de un manual de consumo preferente. En cuanto a las frutas y
verduras, hay que estar atentos a estas señales.
- Fechas.
En invierno, pueden durar aproximadamente “desde una semana hasta los 15
días; en verano, se reducen a 3-4 días”, según Carrizosa.
- Cambios
de color. “Si el cambio de color es menor, no pasa nada, es que está
maduro y lo único que puede pasar es que sea algo más indigesto. Pero hay
que estar atentos al momento en el que la pieza se pone muy oscura, porque
seguramente está indicando que hay bacterias y, en ese caso, no se puede
comer”, precisa Palau.
- Trazas
de bacterias y mohos. Se distinguen fácilmente, según la nutricionista.
“Son esas zonas entre blanquecinas con pelusa y verdosas, señal de que ya
está mal”.
- Textura.
“Hay que desecharlas cuando están excesivamente blandas, porque indica que
se está descomponiendo; un ejemplo muy claro está en el plátano”, añade
Palau.
- Olor. Cuando el olor es muy fuerte y ácido, según la nutricionista, mejor olvidarnos de comerlo: es un signo de que ya no está en condiciones.
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