lunes, 13 de junio de 2016

Día Mundial del Ambiente 2016 ¿algo que celebrar? - Julio César Centeno



Los sistemas naturales del planeta están alcanzando el límite de lo biológica y físicamente tolerable. Algunos límites críticos ya han sido excedidos. Modificaciones abruptas al equilibrio planetario se encuentran en gestación, otras en franco y acelerado progreso.


En sólo décadas los humanos se las han ingeniado para destruir la mitad de los bosques que embellecían y enriquecían la porción del planeta sobre el nivel de las aguas. Con los bosques destruyeron cerca de una tercera parte de las especies de seres vivos que habitaban la Tierra. Hoy, una quinta parte de los vertebrados que sobreviven se encuentran al borde de la extinción. Muy pronto, majestuosos animales sólo languidecerán como prisioneros en zoológicos, como trofeos en museos o como imágenes virtuales: elefantes, rinocerontes, tigres de bengala, gorilas, osos polares, jaguares, cóndores, ballenas. El acoso humano contra estas y tantas otras maravillas evolutivas es implacable.

La destrucción de bosques ha conducido también a la pérdida de innumerables fuentes de agua dulce, un elemento vital para la subsistencia humana. Para mediados de siglo se espera que aproximadamente la mitad de la humanidad sufra escasez severa de agua. Sin embargo, sólo en la franja tropical del planeta la destrucción continúa a una tasa de 12 millones de hectáreas anuales, una superficie equivalente a la de 40.000 canchas de football cada día. En estos mismos bosques se encuentra la mayor riqueza genética y la mayor diversidad biológica del planeta.

Hemos también destruido el 24% de los arrecifes de coral sólo en los últimos 30 años (1980-2014), con otro 27% en avanzado estado de deterioro. Los arrecifes son maravillas naturales de carbonato de calcio que sirven como incubadoras de la vida animal marina. Aunque ocupan menos del 1% de la superficie del mar, albergan al 25% de todas las especies marinas: peces, moluscos, crustáceos, esponjas y equinodermos, entre otras, especialmente en la época de reproducción. Como los arrecifes de coral sirven también como barreras de protección a los manglares, su deterioro ha contribuido a la desaparición de una tercera parte de los manglares que enriquecían al planeta hace apenas 65 años. Los arrecifes son muy sensibles tanto al aumento de la temperatura como al aumento de la acidez de las aguas donde se desarrollan. Tanto la temperatura como la acidez de las aguas marinas se encuentran en franco aumento, amenazando no sólo a los arrecifes que aún sobreviven, sino a la vida marina en su maravillosa variedad.

En la actualidad, las exigencias humanas exceden la capacidad de los ecosistemas naturales en aproximadamente un 30%. Para mediados de siglo tiende a superar el 100%, dadas las aspiraciones por cuadruplicar el tamaño de la economía y aumentar la población humana a 9 mil millones de individuos para el 2050.

La mayor parte de la humanidad se encuentra sumergida en el fango de la pobreza, la ignorancia y la injusticia, del que muy pocos tienen la posibilidad de escapar. Más de ocho millones de niños mueren anualmente de hambre o a causa de enfermedades para cuya superación bastarían solo unos centavos. Nadie, excepto sus madres, parece notarlo.

Hoy es 5 de Junio, Día Mundial del Ambiente. Sólo hoy, como todo los días, morirán 22.000 niños, casi todos víctimas del hambre y la pobreza, 15 cada minuto. Negros, pardos y morenos en su mayoría. Latinoamericanos, africanos, asiáticos casi todos. No hay comida, ni medicinas, ni educación, ni servicios de salud para los niños pobres del mundo, pero solo hoy se gastarán 4.500 millones de dólares en armas alrededor del planeta, 1.700.000 millones durante todo el año (SIPRI Military Expenditure Database 2015). Sólo Estados Unidos destinará 700.000 millones a su presupuesto militar, mientras que a la cooperación con los países más pobres del planeta le asigna un monto equivalente a sólo el 3% de lo que dedica al gasto en instrumentos de guerra. Hoy, como todos los días, más de mil millones de personas pasarán hambre.

La naturaleza ruge en estertores de agonía, pero los humanos se hacen los sordos. Los rugidos se convierten algunas veces en huracanes, ciclones y tornados, cada vez mas más frecuentes y más intensos. También hay rugidos en formas de lluvias torrenciales o de intensas sequías. Se desbordan ríos, arrasan viviendas, carreteras, puentes, sembradíos y vidas inocentes. Gigantescas olas se desplazan con furia desde los océanos sobre las ciudades costeras. Estamos solo ante las primeras señales de que nuestra Madre Tierra ya no soporta el comportamiento traicionero de sus engendros humanos. Son solo sus primeras y más leves advertencias. 


Pero los humanos continúan violando y saqueando sin piedad a la naturaleza. Ávidos por materias primas, por alimentar sus industrias, por generar riquezas, por poseer armas cada vez más poderosas, por aumentar el dominio de unos sobre otros, incrementan día a día su agresión despiadada sobre el planeta que les ha dado vida, destruyendo progresivamente su único hogar, contaminando el aire que respiran, envenenando el agua y los alimentos que consumen. Dicen ser la única especie inteligente del planeta, pero están cometiendo suicidio colectivo, lento, doloroso y progresivo, y se están llevando por delante a su madre naturaleza y a los otros millones de especies que han tenido la desdicha de cohabitar con ellos en el mismo lugar.

Es el Día Mundial del Ambiente. Sólo hoy, al igual que todos los días del año, los humanos se las arreglarán para inyectarle a la atmósfera más de 140 millones de toneladas de gases tóxicos, para contaminar aún más el aire que les da vida. Solo hoy quemarán 87 millones de barriles de petróleo, 9.000 millones de metros cúbicos de gas y 20 millones de toneladas de carbón mineral. Solo hoy consumirán 55.000 millones de kilovatios-hora de energía eléctrica. Solo hoy, al igual que todos los días del año,  derretirán millón y medio de toneladas de hielo polar y un millón de toneladas adicionales de hielo en los glaciares de las montañas. Solo hoy, y sólo por el consumo de energía fósil, le inyectarán a la atmósfera  98 millones de toneladas métricas de CO2.

El hielo marino Ártico perdió la mitad de su volumen sólo entre 1950 (10 millones km3) y el 2014 (5.01 millones km3), medido en septiembre cuando se presenta el mínimo anual. La capa de hielo sobre Groenlandia cubre 1,7 millones de kilómetros cuadrados y contiene 2,83 millones de kilómetros cúbicos de hielo. Su pérdida implicaría un aumento en el nivel del mar de 7,4 metros. Groenlandia ha perdido en promedio 260.000 millones de toneladas de hielo cada año entre el 2002 y el 2014. Mientras en la Antártida se han derretido en promedio 140 mil millones de toneladas de hielo cada año entre el 2003 y el 2013. También se derriten aceleradamente los glaciares en las montañas alrededor del mundo.

La vida en la Tierra depende de una finísima capa de un gas llamado ozono, localizada en las porciones más elevadas de la atmósfera. Esta capa de ozono cumple la maravillosa función de filtrar los rayos ultravioletas provenientes del Sol, radiación mortífera para la vida en el planeta como la conocemos. Sin embargo, los humanos se las han arreglado para elevar hasta allá millones de toneladas de potentes gases de cloruros y fluoruros que la descomponen, perforando un gigantesco agujero en la capa de ozono que en Septiembre del 2010 medía 20 millones de kilómetros cuadrados, aproximadamente 20 veces el tamaño de Venezuela. El agujero se encuentra, por ahora, localizado sobre la Antártida.


Ruleta climática

Según la NASA, el año 2015 fue el año más caluroso de los últimos siglos. El 2016 parece ya dispuesto a destronarlo de su horrible pedestal. Para evitar alteraciones irreversibles al equilibrio natural del planeta, la comunidad científica internacional ha advertido que la temperatura promedio global no debe aumentar más de dos grados centígrados (2ºC) para finales de este siglo sobre el promedio de la época pre-industrial. Los argumento son tan contundentes que este objetivo fue suscrito por todos los países del mundo en el Acuerdo Climático de Paris de diciembre 2015.

Para mantener el aumento de temperatura por debajo de los 2°C, la concentración de gases del efecto invernadero en la atmósfera, medida en términos de CO2, no debe exceder las  450 partes por millón. Pero ya para finales del 2015 solo la concentración de CO2 se encontraba en 400 ppm. Al sumar los otros gases, la concentración total es de 435 ppm.

La última vez que la concentración de CO2 en la atmósfera alcanzó el nivel actual (400 ppm) los humanos no existían. Según la Academia Nacional de Ciencias de EUA (NAS – Climate Change: Evidence and Causes 2013), a mediados del plioceno, 4 millones de años atrás, la concentración de CO2 en la atmósfera oscilaba alrededor de las 400 partes por millón en volumen (ppmv), similar al nivel actual. La temperatura superficial promedio oscilaba entre 2,5ºC y 3ªC sobre el promedio actual y el nivel de mar se encontraba entre 20 y 24 metros sobre el que conocemos.

Las opciones que quedan son muy limitadas, exigiendo medidas traumáticas e inmediatas para salvaguardar la vida en la tierra como la conocemos. De continuar las tendencias actuales, la temperatura promedio del planeta podría aumentar hasta 4ºC para fines de siglo. Un aumento de esta magnitud no se ha registrado desde mediados del Mioceno, hace 10 millones de años. Las implicaciones podrían ser tan devastadoras como las de una guerra nuclear. El cambio climático es ciertamente una de las principales amenazas con que se enfrenta la humanidad en la actualidad.

Una consecuencia especialmente peligrosa de la inyección de cantidades letales de gases tóxicos a la atmósfera es el desequilibrio energético planetario. En la actualidad, la Tierra absorbe considerablemente más energía de la que emite, a una tasa de 0.64 vatios por metro cuadrado de superficie. El total (326 terajoules por segundo) es equivalente a la energía contenida en 447.000 bombas atómicas como la que arrasó a Hiroshima, detonadas cada día, 365 días al año. La acumulación de tales cantidades de energía en la atmósfera terrestre, cada año, conduce a la transformación de la Tierra, a muy corto plazo, en un planeta hostil para la especie humana.

Junio 2016

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