No hay dudas razonables sobre la
alteración del clima provocada por la acción del hombre, a pesar de lo cual
sigue siendo objeto de controversia política
Un asunto que a buen seguro va a concitar
la atención mundial en las próximas semanas es la celebración de la 21ª
Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático convocada en
Paris, con el propósito de alcanzar acuerdos globales para tratar de mitigar la
futura intensificación de este fenómeno, del que aún persiste un amplio
desconocimiento que propicia malentendidos y, por ello, desinterés.
Desde
muchas instancias se nos pide a los científicos dedicados a la investigación
climática que contribuyamos a proporcionar a la sociedad una información
rigurosa y comprensible acerca de tan compleja cuestión, a lo que muchos son
reticentes por las reacciones descalificatorias que a veces cosechan los pocos
que se aventuran a ello. Asumiendo este riesgo, me propongo aquí esbozar
brevemente lo que la Ciencia dice sobre su fundamento físico y de las medidas
para mitigar el riesgo que comporta su posible evolución futura. Pero comenzaré
con unas consideraciones sobre por qué el Cambio Climático ha sido, y
pasmosamente continua siendo, un tema de debate socio-político.
Por Cambio
Climático Antropogénico se
entiende la alteración que experimentan los diversos climas terrestres por el
sobrecalentamiento global causado al acumularse en la atmósfera ciertos gases
emitidos cuando quemamos combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas). Esta es
en esencia la teoría sobre cuya consistencia la Ciencia ya no alberga ninguna
duda razonable, pero que curiosamente una parte de la sociedad aún contempla
como un tema sujeto a controversia. Sería esto comprensible si fuera un asunto
ante el que cupiera aducir razones morales, creencias religiosas o convicciones
políticas. Pero lo cierto es que se trata de una teoría científica consistente,
como lo son la Teoría de la Relatividad o la Cinética de Gases, por poner dos
ejemplos. Entonces, ¿qué tiene de particular la teoría del Cambio Climático
Antropogénico?
Buscando entre los raros precedentes, acaso
admita comparación lo ocurrido con la Teoría de la Evolución de las Especies,
propuesta por Darwin y Wallace en el siglo XIX. Los ilustrados más radicales de
aquella época esgrimieron la teoría darwinista para combatir el cándido
creacionismo sostenido entonces por muchas religiones, lo que provocó un
apasionado debate que se propagó rápidamente al ámbito social y político. No
obstante, la polémica se calmó al cabo de algunas décadas, pues la Ciencia
siguió aportando evidencias que apuntalaban la teoría, y al mismo tiempo los
ideólogos hallaron argumentos para conciliarla con los dogmas.
Los argumentos en contra del calentamiento
global se han ido desmoronando ante el contraste con observaciones planetarias
cada vez más precisas
¿Qué semejanzas con aquel debate presenta
el del Cambio Climático?. Creo que se pueden hallar en algunos rasgos de su desarrollo
histórico. Con las primeras noticias hace 40 años acerca de que un
calentamiento global empezaba a ser discernible y de que su causa podría
atribuirse a actividades humanas, aparecieron en escena grupos ambientalistas
radicales que decidieron exponer tales hallazgos científicos con tintes
catastrofistas, creyendo que así concitarían la atención de una sociedad que
suponían apática. Tras ello, inmediatamente comenzó el contraataque de diversas
organizaciones, apoyadas por poderosas corporaciones industriales, que optaron
por la búsqueda desesperada de ideas imaginativas para negar, como fuera, que
el calentamiento global pudiera atribuirse a las emisiones humanas. Pero con el
tiempo, uno tras otro de tales argumentos se han ido desmoronando ante el inmisericorde
contraste con observaciones planetarias cada vez más precisas y el veloz avance
del conocimiento científico.
Ante tan notable grado de desinformación
sobre el problema real del Cambio Climático global, en la década de los 90 los
científicos, bajo el auspicio de Naciones Unidas, crearon un canal de
comunicación extraordinariamente valioso: El Panel Intergubernamental de expertos
en Cambio Climático (IPCC
por sus siglas en inglés). Desde entonces, este Panel ha publicado cinco
informes, el último en 2013, en los que se sintetiza y evalúa el mejor
conocimiento científico alcanzado hasta ese momento. No obstante, los
dictámenes del IPCC continúan siendo objeto del acoso obsesivo de grupos
radicalizados de sesgo “negacionista”, que toman las incertidumbres planteadas
en los informes como prueba de ignorancia y se obstinan, ellos sabrán por qué,
en tratar de convencer de que la falta de precisión absoluta equivale a un
desconocimiento total, abogando así por aplazar cualquier decisión hasta que la
Ciencia no disponga de más certezas.
Pero la verdad es que los científicos
sabemos bastante del Cambio Climático Global, tanto como para comprender su
causa esencial y ofrecer solventes proyecciones sobre su posible futura
evolución. Por ejemplo:
a) Que, como entre los diversos gases
atmosféricos contribuyentes al “efecto invernadero” natural hay varios que se
emiten al quemar combustibles fósiles (destacando el CO2), si
aumentara su concentración en la atmósfera se intensificaría dicho efecto
invernadero y lógicamente también lo haría la temperatura global de la
superficie terrestre.
b) Que hay evidencias científicas
incontestables de que la concentración en el aire del CO2 ha aumentado un 40% desde el siglo XIX
y también de que, aunque el total de emisiones humanas de CO2 apenas llega al 5% de las naturales,
estamos alterando el equilibrio natural mantenido a lo largo de cientos de
milenios, propiciando esa creciente acumulación en la atmósfera.
Hay evidencias
incontestables de que la concentración en el aire del CO2 ha aumentado un 40% desde el siglo XIX
y de que estamos alterando el equilibrio natural mantenido a lo largo de
cientos de milenios
c) Que el extraordinario avance en el
conocimiento y comprensión de lo que ocurre en el complejo sistema climático logrado
en los últimos 30 años ha permitido reproducir con ecuaciones matemáticas los
efectos de un número creciente de mecanismos actuando en dicho sistema. Tales
ecuaciones se basan en diversos principios de la Física y se han podido
resolver con creciente precisión al ir contando con superordenadores cada vez
más potentes. En esto consisten los llamados modelos de simulación del clima.
d) Que para simular el Cambio Climático se
usan modelos de naturaleza física, no estadística, basados en ecuaciones que relacionan
causa y efecto según dictan consolidados principios científicos. Por tanto, con
ellas se pueden realizar predicciones válidas aunque se alteraran las
condiciones del sistema al que se aplican, algo no esperable si tales modelos
fueran estadísticos sustentados en analogías con lo ocurrido en épocas
precedentes, pues se trata de un proceso con causa y ritmo inéditos en la
historia de nuestro planeta.
e) Que el fenómeno hay que atribuirlo en su
mayor parte a las emisiones humanas pues los actuales modelos climáticos
reproducen aceptablemente el calentamiento global medio observado desde el
inicio de la era industrial, pero solamente si en tales simulaciones se incluye
el incremento constatado de los gases invernadero en la atmósfera.
Estos son los fundamentos que
obstinadamente corroboran la teoría científica del Cambio Climático
Antropogénico. De ella se deduce que la magnitud de las futuras alteraciones
del clima global estará condicionada al ritmo con que sigamos consumiendo
combustibles fósiles y que sus consecuencias sólo podrían mitigarse acordando
políticas que aminoren progresivamente sus causas. Y eso precisa fijar un
objetivo global cuantificable para prevenir que a largo plazo el cambio
climático alcance un “nivel peligroso”. Con este propósito, en la Cumbre
Climática de Cancún (2010) se acordó el siguiente objetivo: Que el
calentamiento global no debería sobrepasar 2ºC respecto a la era preindustrial.
Y se estableció tal cifra, entre otras razones precautorias, porque en el
cuarto informe del IPCC se señalaba que la superación de dicha cifra aumentaría
“significativamente” el riesgo de una fusión irreversible del hielo de
Groenlandia, capaz de elevar el nivel medio del mar hasta 7 metros.
Y también el IPCC constata que cuanto más
se retrasen las medidas para empezar a reducir las emisiones globales, más
severos deberán ser los recortes posteriores para conseguir el mencionado
objetivo. Así, por ejemplo, si durante los próximos cinco años las emisiones
globales continuaran creciendo al mismo ritmo actual, cumplir con aceptable
probabilidad no superar los 2ºC de calentamiento global requeriría reducir al
50% las emisiones globales en tan solo una década. Mientras que si fuera el
próximo año cuando se iniciara el decrecimiento de emisiones globales, el
objetivo se conseguiría con ese mismo recorte del 50%, pero repartido a lo
largo de dos décadas, no de una.
Cuanto más se retrasen las medidas para
reducir las emisiones globales, más severos deberán ser los recortes
posteriores
Según las estimaciones del IPCC tal ajuste
en el uso de combustibles fósiles supondría una reducción en el ritmo de
crecimiento de la economía global de tan sólo 6 centésimas de puntos
porcentuales por año. Por ejemplo, si se considerara conveniente un crecimiento
global del 2% anual, la necesaria mitigación de emisiones lo reduciría al
1.94%. Es decir, con semejante recorte de emisiones la economía global podría
continuar creciendo, aunque a un ritmo muy poco menor. No obstante, en el
informe del IPCC también se advierte de que tales efectos sobre el crecimiento
económico global no se distribuirían por igual entre todos los países. Por eso
habría que arbitrar mecanismos de compensación.
Termino con un breve comentario sobre las
incertidumbres. Los científicos del clima sabemos que es posible que haya
procesos en el complejísimo sistema climático aún desconocidos, aunque tenemos
una razonable confianza en que los modelos que manejamos actualmente simulan
los más importantes. A pesar de que esas incertidumbres se irán reduciendo a
medida que los modelos climáticos mejoren aún más, sabemos que nunca podrán ser
eliminadas por completo. Pero, en definitiva, ¿hay alguna decisión que no
entrañe incertidumbre sobre sus consecuencias? Los responsables de tomar
decisiones deben manejar modelos de riesgoque
sopesen las medidas a adoptar ante un determinado evento en función de la
gravedad de sus efectos y de cuál sea su probabilidad de ocurrencia. Un nivel
de riesgo puede resultar similar para un evento probable con efectos moderados
que para un evento muy poco probable con consecuencias catastróficas. Este es
el tipo de evaluaciones que los científicos proporcionamos a los que han de
tomar las decisiones políticas para mitigar tan formidable amenaza global.
Esperemos que se tengan en cuenta en la próxima reunión de Paris y que
prevalezca allí la sensatez y el sentido de la responsabilidad.
En conclusión, el Cambio Climático
Antropogénico es una teoría científica consistente que las observaciones
corroboran con tozudez. No tiene sentido afirmar la creencia o la no creencia
en ella, y mucho menos asignarle una determinada ideología política. Tan solo
demuestra que algunas cosas no se están haciendo bien y que convendría
corregirlas. ¿Cómo?. Ese sería justamente el asunto a debatir, no la teoría en
sí.
Manuel de Castro es catedrático de
Física de la Tierra. Universidad de Castilla-La Mancha. “Lead author” del AR5-IPCC.
Tres respuestas a tres argumentos escépticos
Manuel de Castro Muñoz de Lucas, catedrático de Física de la
Tierra en la Facultad de Ciencias del Medio Ambiente de la Universidad de
Castilla-La Mancha, responde a algunos de los argumentos más utilizados por los
negacionistas del cambio climático.
Argumento 1. El calentamiento se ha parado. El año más cálido fue 1998 y
en los últimos años se ha producido un enfriamiento. Los modelos de predicción
no explican esta realidad ni que, por ejemplo, el hielo marino en el Ártico
haya recuperado algo de extensión desde 2007.
Respuesta. Eso
no es cierto y ahí están los datos para comprobarlo (ver grafico 1). Estos
valores de anomalías de la temperatura media global han sido deducidos por la
NASA GISS a partir de los registros en miles de observatorios repartidos por el
mundo. Lo que se aprecia es que ninguna de las tendencias en todo ese periodo
tiene signo negativo, sino que oscilan entre +0,17 grados y +0,34 grados por
decada, en cualquiera de los periodos parciales que se consideren. Ahora bien,
hay que tener presente que la variabilidad natural del clima coexiste con el
calentamiento por la acumulación de gases de efecto invernadero. Así, no puede
esperarse que cada año sea más cálido que el precedente, pues simultáneamente
hay otros procesos naturales actuando (El Niño-La Niña, el ciclo solar,
erupciones volcánicas, etcétera). Pero como su duración es relativamente corta,
no afectan a las tendencias, sólo a años particulares.
Se
puede asegurar, pues, con rotundidad, que los cambios observados de la temperatura
global son plenamente consistentes con la tendencia predicha por el IPCC. Por
otra parte, me sorprende mucho que se diga eso sobre la extensión del hielo del
Ártico, cuando hay observaciones desde satélite que inequívocamente muestran
una reducción dramática durante el verano, mucho mayor que la simulada por los
modelos climáticos. La tendencia en verano es una disminución de 11,1±3% por
década y en invierno de 2,9±0,8% por década (NSIDC, 2009). De nuevo he de
insistir en que para evaluar las consecuencias del cambio climático hay que
considerar tendencias, no diferencias entre un año particular y el precedente,
como parecen hacer los negacionistas.
Argumento 2. Las fluctuaciones en la intensidad solar tienen más efecto
sobre el cambio climático que la concentración de gases de efecto invernadero
en la atmósfera.
Respuesta. Simplemente,
no es verdad. Se tienen observaciones incontrovertibles que así lo desmienten.
Los dos argumentos que utilizan los defensores de esa falsedad -efecto de rayos
cósmicos en la nubosidad y duración del ciclo solar- se caen a la vista de las
observaciones (ver gráficos 2 y 3). En el 2 se aprecia que la buena conjunción
entre la intensidad de los rayos cósmicos y la nubosidad previa a 1994,
desaparece completamente a partir de ese año.
Y en el 3 se ve que las longitudes del ciclo solar
evolucionan de forma similar al calentamiento hasta los años setenta, pero
después divergen claramente. De hecho, las observaciones con satélites muestran
una ligera disminución en el flujo de radiación solar a lo largo de los últimos
40 años, alcanzando su mínimo en 2007 y 2008. A pesar de eso, la tendencia
térmica creciente no ha cesado, lo que indica claramente que el enfriamiento
natural por causas solares es al menos 10 veces menor que el calentamiento
antropogénico. De nuevo, los datos y observaciones refutan los argumentos
negacionistas.
Argumento 3. En la Edad Media hubo un periodo cálido al menos similar al
actual sin la influencia de gases de efecto invernadero, lo que invalida la existencia
del cambio climático inducido por el hombre.
Respuesta. Es
evidente que en el pasado se han producido cambios climáticos por causas
naturales. Se ha dedicado mucho esfuerzo para tratar de conocer la evolución
del clima en el último milenio, pues la carencia de medidas directas de las
variables climáticas obliga a deducir sus valores mediante evidencias
indirectas (sedimentos, anillos en el tronco de arboles, aire atrapado en capas
de hielo, etcétera). Los condicionamientos que presentan estos métodos
indirectos dieron lugar precisamente a alguna polémica.
Hace pocos años se cuestionaron ciertos matices en los
métodos de análisis, poniendo de manifiesto el intenso debate y el extremado
rigor científico con que estos estudios se realizan. Con ello se ha llegado a
un mucho mejor conocimiento de este periodo, llamado "óptimo climático
medieval" (siglos X-XII), para llegar a la conclusión de que fue algo más
cálido en ciertas zonas del planeta (Pacífico tropical occidental y regiones
alrededor del Atlántico Norte), pero más frío en otras (Pacífico tropical
central y oriental, por ejemplo).
Es decir, que no se trató de un calentamiento generalizado a
escala global, como el que estamos sufriendo ahora. Por no comentar, otras
notables diferencias entre ambos casos (mayor ritmo e intensidad del
calentamiento actual). Ciertamente, el óptimo medieval no tuvo nada que ver con
una acumulación de gases invernadero, pero hubo épocas mucho más remotas
(millones de años atrás) en que la presencia de esos gases fue incluso mayor
que la actual y se sabe que fueron también mucho más cálidas. Es decir, que no
puede negarse la conexión entre calentamiento y acumulación de gases
invernadero, como además se deduce de las leyes de la física.
Manuel de Castro es experto en Física de la Tierra.
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