La idea de que el presunto recalentamiento global atmosférico y el cambio
climático son fenómenos totalmente nuevos, producto del desarrollo y progreso
de la humanidad, es una idea errada. Si bien es cierto que la humanidad comenzó
la era de los gases invernadero hace mil años atrás (Ruddiman 2003), ensuciando
la atmósfera con estos gases, la cantidad significativa del CO2 de origen
artificial, que se ha introducido en ella desde el inicio de la revolución
industrial en el siglo 19, frente a fuentes naturales de ese gas
“invernadero”, sólo representa apenas
una bajísima fracción (menos del 1%) del que sale hacia al aire desde el manto
terrestre y por vía de otros procesos biosféricos.
No hace mucho, en la Sección “Lectores” de El Nacional de Caracas
(Venezuela) aparecieron opiniones radicalmente
opuestas o antagónicas sobre el problema del CO2 y el calentamiento global. En
uno, del 9 de junio de 2008, se planteaba eliminar el CO2 del ambiente para suprimir
dicho recalentamiento (León, 2008); y en el otro, del 18 del mismo mes y año,
se planteaba, como respuesta, lo contrario: que “el CO2 no causa el
calentamiento global” (Balladares, 2008) (cf El Gran Fraude del Calentamiento
Global, disponible en YouTube). A otro nivel, un escenario parecido se ha
presentado entre Al Gore, con su alarmante película y su sesgado libro La
Verdad Incómoda (Gore, 2007) [por eso, Premio Nóbel de la Paz; para críticas y
comentarios, ver Legates (2007), Nielsen-Gammon (2007), North (2007), Steig
(2007),
Spencer (2007), Rosteck & Frentz (2009)
y Russill (2011)] y Bjorn Lomborg, autor de El Ecologista Escéptico [Lomborg
(2008); para una crítica, ver Friel (2010)].
Esta
visión dialéctica del problema, en el que la tesis y la antítesis
se contrastan, nos deben llevar a la verdad. Y, ¿cuál es? La respuesta
es interpretar el asunto en un contexto científico mas amplio para
entender por qué el CO2 artificial no sería el causante principal de
los grandes cambios globales que creemos estar observando (Jaworowski,
2007; Kurc & Kurc, 2011; Chilingar et al., 2014), sino presuntamente el Sol
(y otros fenómenos naturales como El Niño y La Niña, etc). En otras palabras,
nos estamos recalentando porque el Sol también lo está siendo (variación de la “constante” solar), debido a su actividad natural Sol (Lean, 1997; Lean & Rind,
1998; Beer et al., 2000; Haigh, 2003, 2007; Laut, 2003; Goode & Pallé,
2007). Y es que el Sol es el principal protagonista, directo o
indirecto, de todos los cambios climáticos que se han originado en la
Tierra, a lo largo de toda su historia geológica.
se contrastan, nos deben llevar a la verdad. Y, ¿cuál es? La respuesta
es interpretar el asunto en un contexto científico mas amplio para
entender por qué el CO2 artificial no sería el causante principal de
los grandes cambios globales que creemos estar observando (Jaworowski,
2007; Kurc & Kurc, 2011; Chilingar et al., 2014), sino presuntamente el Sol
(y otros fenómenos naturales como El Niño y La Niña, etc). En otras palabras,
nos estamos recalentando porque el Sol también lo está siendo (variación de la “constante” solar), debido a su actividad natural Sol (Lean, 1997; Lean & Rind,
1998; Beer et al., 2000; Haigh, 2003, 2007; Laut, 2003; Goode & Pallé,
2007). Y es que el Sol es el principal protagonista, directo o
indirecto, de todos los cambios climáticos que se han originado en la
Tierra, a lo largo de toda su historia geológica.
La anterior opinión pertenece a un grupo de investigadores liderado por el
académico O.G. Sorokhtin, quienes apoyan sus argumentos en un modelo más
realista, de tipo termodinámico-adiabático, de
calentamiento-enfriamiento por convección
de la troposfera que demuestra lo insignificante de la variación de la
temperatura terrestre, si se doblara la concentración actual de CO2 (Khilyuk
& Chilingar, 2003, 2004; Chilingar & Khilyuk, 2007; Aeschbach-Hertig, 2007;
Chilingar et al., 2008a, b). Esto contrasta notoriamente con el otro esquema
(de tipo radiativo), mas sensible a la mencionada concentración y sobre el cual
se basa el Protocolo de Kyoto, propuesto por el sueco Svante Arrhenius en 1896 (Ambio, 1997) y
desarrollado como la teoría del mal llamado “Efecto Invernadero” (Essex, 1986,
1991; Essex et al., 2007; Essex & McKitrick, 2007; Gerlich &
Tscheuschner, 2007, 2009), el cual sobre-estima el aumento de temperatura.
Entonces, si el CO2 artificial no es la causa del recalentamiento global
observado, ¿cuál es? Baliunas & Soon (1996) y Soon et al. (1996), apoyados
en el trabajo de Friis-Christensen & Lassen (1991), sostienen que la razón
es una conexión natural Sol-clima. El grupo de Sorokhtin afirma, con base en
esto último, que la cosa es al revés. El origen del aumento del CO2 atmosférico
es la variabilidad solar, vía disminución de la solubilidad del océano (Ley de
Henry), debido a su aumento de temperatura por incremento de la radiación
solar; así, el efecto pasa a ser la causa y viceversa. Este grupo, se atreve, inclusive,
a probar que un excedente de CO2 debe causar un enfriamiento de la troposfera, lo
cual revive la controversial investigación de los 80 de Sherwood Idso (1980a,
1980b, 1982) que mostró lo mismo y también la reinterpretación realizada por
Ellsaesser (1984) en aquella época y actualizada años después por este
mismo autor (Ellasaesser, 1990).
Visto lo anterior, los humanos no seríamos tan culpables del recalentamiento
global, el Protocolo de Kyoto (1997, 2005) no tendría tanto sentido [amén de
que el cambio climático podría ser abrupto y no gradual (Thielen &
Lairet-Centeno, 2007), por lo que éste no serviría para nada] y los EE.UU. no
tenían por qué firmarlo hasta que estuvieran seguros y convencidos (Peñaloza-Murillo,
2008a, b) ; ahí están las razones del por qué nunca lo hicieron. Y China
tampoco lo ha hecho, como se vio en la última conferencia de las partes del
Protocolo de Kyoto en Copenhagen en diciembre de 2009.
El 11 de julio de 2002, James L. Connaughton, asesor presidencial y jefe
del Consejo de la Casa Blanca para la Calidad Ambiental, solicitó al senado
norteamericano no firmar dicho protocolo. Y desde su implementación en 2005,
este protocolo ha costado 10 millardos de USD mensuales. Este planteamiento científico
alternativo es crucial.
Aunque es el principal contaminador del
planeta, EE.UU. sería, en principio, eximido de ser el causante del problema (http://www.oism.org/pproject/), al igual
que a los países productores de petróleo, como el nuestro, porque en todo caso,
como lo dice Gerhard (2004), “el clima cambiará o para mas frío o para mas caliente
con o sin la interferencia humana”; aun así, la pertinencia del Protocolo de Kyoto,
aunque cuestionada, o aquel otro protocolo que lo sustituya, es muy importante…
por si a caso.
Como resultado de esta última afirmación debida a Gerhard, uno podría pensar
que la última parte del Artículo 127 de la Constitución
Nacional de Venezuela de 1999 (1) que
se refiere a la especial obligación del
estado venezolano de proteger el clima, pierde su sentido ya que con los siglos
el clima, no importa lo que haga el Estado, cambiará inexorablemente; y esto no
lo sabían los constituyentes de 1999 que dieron origen a esta última
constitución.
De
lo contrario, ¿qué quisieron decir ellos en el Artículo 127 cuando se
refirieron a proteger el clima? ¿El actual o el del futuro? Creo que allí hay
una inexactitud constitucional, merecedora de una enmienda
-----------------
Notas:
1.-
Artículo 127. Es un derecho y un deber de cada generación proteger y mantienen
el ambiente en beneficio de sí misma y del mundo futuro. Toda persona tiene
derecho individual y colectivamente a disfrutar de una vida y de un ambiente
seguro, sano y ecológicamente equilibrado. El Estado protegerá el ambiente, la
diversidad biológica, genética, los procesos ecológicos, los parques nacionales
y monumentos naturales y demás áreas de especial importancia ecológica. El
genoma de los seres vivos no podrá ser. patentado,
y la ley que se refiera a los principios
bioéticos regulan la materia. Es una obligación fundamental del Estado, con la activa
participación de la sociedad, garantizar que la población se desenvuelva en un
ambiente libre de contaminación, en donde el aire, el agua, los suelos, las
costas, el clima, la capa de ozono, las especies vivas, sean especialmente
protegidos, de conformidad con la ley (cursivas y resaltado nuestro).
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(*) Profesor titular del Departamento
de Física de la Facultad de Ciencias de la Universidad de los Andes, ULA (Mérida,
Venezuela), con un doctorado (Ph.D.) de la Universidad de Essex (Inglaterra).
Investigador inter- y multi-disciplinario con. Autor de La Física en Problemas
de la Vida (1997), Introducción a la
Física de la Contaminación Atmosférica y del Cambio Climático (2002) y
Aerosoles Atmosféricos y Anomalías Climáticas: Incertidumbre y Desafíos (2012).
Miembro de la Comisión Rectoral para el Programa de Ciencias Atmosféricas y del
Espacio de la ULA (2005-2008). Académico visitante Fulbright (2012) en el
Departamento de Astronomía del Williams College (Massachusetts). Articulista
colaborador de El Nacional (Caracas) desde 2005.
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