Con un volumen similar al mar Báltico, el lago Baikal es el mayor y el más antiguo del mundo. Constituye también una de las reservas de agua dulce más grandes y puras del planeta. Ubicado en un lugar remoto de Rusia, cerca de Mongolia, su superficie se convierte en invierno en una llanura blanca moteada de espectaculares montículos de hielo de una transparencia insólita.
EL LAGO Baikal es uno de esos lugares que remiten al origen del mundo.
Tiene cerca de 25 millones de años, es considerado el lago más viejo del
planeta y constituye una de las mayores reservas de agua dulce del mundo. Su
volumen es equivalente al del mar Báltico.
Un tajo cristalino de más de 600 kilómetros de largo, 79 de ancho y
profundidades que alcanzan los 1.600 metros, con forma de media luna y ubicado
en el corazón oriental de Rusia, en la zona sur de la región de Siberia. En
mitad de ninguna parte. Allí el invierno golpea fuerte y transforma sus aguas
cristalinas, que en los meses cálidos permiten ver con claridad hasta 40 metros
de profundidad, en montículos de hielo de gran pureza, semejantes a pedazos de
vidrio transparente. El fotógrafo de naturaleza francés Philippe Bourseiller,
curtido en los noventa retratando el infierno de volcanes activos, ha
redirigido ahora su objetivo a la superficie desolada de este lugar frío y
remoto, declarado
patrimonio de la humanidad por la
Unesco. Bourseiller ha viajado a la llamada “perla de Siberia” en los días más
duros del año para retratar un paisaje primigenio. Un reino de hielo donde sus
escasos pobladores, muchos de ellos pescadores, circulan sobre autopistas
blancas.
El espectáculo
de las cuatro estaciones del lago Baikal, en dos minutos
El ruso Stas Tolstnev fotografió el
enclave durante dos años
Madrid 25
ABR 2016 - 19:15 CEST EL PAIS
Foto:Aurora boreal en el lago Baikal, en Siberia. STAS TOLSTNEV
Casi podría decirse
que durante dos años, el ruso Stas Tolstnev vivió
a la orilla de uno de los lagos más bellos del mundo: el Baikal, situado en
Siberia. Cuando comenzó a trabajar en el proyecto, con 40 años, tenía un
objetivo: recoger en un vídeo la belleza de este lugar que le ha acompañado en
su profesión desde niño. Se lo debía a su padre, quien le llevó allí a los 12
años con su primera cámara de fotos, una Smena 8M.
Para Tolstnev, la
mejor forma de retratar las cuatro estaciones del que para los rusos es uno de
los ombligos del mundo, fue la técnica time
lapse; es decir, mediante la toma de fotografías con intervalos de
tiempo determinados y su posterior montaje. Así, y durante dos minutos y medio,
el espectador asiste a una aurora boreal, al movimiento de las estrellas en
torno a la carretera de Circum-Baikal, a los amaneceres en la región del Mar
Pequeño, a los atardeceres sobre los glaciares de estalactitas.
Pero fue un trabajo
arduo para este fotógrafo freelance.
El ruso mitigó el frío del suelo helado en una tienda de campaña primero, y en
el interior de su coche, después. Llegó a soportar temperaturas de 25 grados
bajo cero, aunque para él no hacía mal tiempo. "El único frío lo pasaban
los materiales. La lente se helaba y la cámara no funcionaba muchas
veces", explica.
La historia del
también llamado Mar
Sagrado por los chamanes, que atrae a científicos y a turistas durante todo
el año, ha vuelto a ocupar ahora la mente de Tolsntnev. Volverá allí en verano para
trabajar en su nuevo proyecto, en el que pretende explicar el deterioro de este enclave natural por la acción del hombre.
El afluente, el más profundo del mundo, y que contiene el 20% del agua dulce
del planeta, asiste a un periodo de decadencia por culpa de la construcción
y los vertidos de basura. "Es hora de llegar a la
gente y despertar sus sentidos. No podemos permitir esto porque este lugar es
fantástico"
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