En Honduras, uno de los países más golpeados por el cambio climático, la resiliencia tiene rostro de mujer campesina
Sonia
Isabel Triminio es campesina de toda la vida. Sus padres cultivaban café en las
montañas que rodean el valle donde vive, en la aldea Rancho del Obispo. Siempre
sabían cuándo sembrar, siguiendo las estaciones. Ahora Sonia, que tiene 46
años, va algo perdida a poner las semillas de maíz y frijoles en la huerta. La
variabilidad climática, caracterizada por sequías y lluvias repentinas, ha
cambiado el trabajo rural. Ella vive en el Corredor Seco, región climatológica que
atraviesa principalmente el sur de Honduras, Guatemala y El Salvador.
Los
déficits de precipitación de los últimos tres años han empeorado la situación
local, sumándose a la falta de oportunidades laborales y violencia
delincuencial, factores que empujan la migración desde Centro América. El 47%
de las familias con una persona recientemente emigrada sufren inseguridad
alimentaria, en esta zona, indica un estudio del Programa Mundial de Alimentos (PMA). "A causa del
cambio climático, sembramos y no sabemos si cosecharemos", explica Sonia,
mientras camina hacia la laguna que ha excavado con las familias vecinas, para
plantarle cara a la estación seca. "El año pasado perdimos todos los
frijoles y el anterior todo el maíz. De repente, cuando no hay producción,
tenemos que migrar del campo a la ciudad o al extranjero, que es lo que no
queremos".
La
variabilidad climática no solo ha vaciado las provisiones de Sonia.
"Perdimos 90.000 quintales de maíz y 40.000 de frijoles en la primera
siembra de este año", declara Franklin Almendares, secretario general de
la Cooperativa Nacional Trabajadores del Campo (CNTC). Explica la situación de
las 864 familias afiliadas en el Corredor Seco, un tercio de las cuales están
constituidas por madres solteras: "Después de la lluvia del 22 de abril,
todas sembraron. No volvió a llover durante un mes y se secaron las
plantas".
Los
estragos meteorológicos que vive Honduras destacan en varios índices: a pesar
de que emita tan solo el 1% de CO2 a la atmósfera, según datos
del Banco Mundial, encabeza el listado sobre vulnerabilidad al cambio
climático ND-Gain Country Index. Sus estadísticas
evidencian que uno de los mayores desafíos del país es la disminución en la
producción de granos básicos, como el maíz. Junto a Myanmar y Haití, lidera
también el
Índice Germanwatch de riesgo al calentamiento global, encabezado
por los países más golpeados por fenómenos meteorológicos extremos. Como el
huracán Mitch, que azotó Honduras en 1998 y causó 6.500 muertos y pérdidas del
70% en la producción agrícola. Se trata de un riesgo generado también por su
ubicación geográfica. "Honduras recuerda el concepto de isla, rodeado por
el océano Atlántico al norte y el Pacifico al sur", relata Hugo Galeano,
coordinador nacional del Programa Pequeñas Donaciones de Naciones Unidas. "Esto
hace que sea vulnerable a la posible llegada de huracanes o alteraciones
climáticas por ambas costas".
Una de cada cinco personas vive con menos de 1,90 dólares al día
en el Corredor Seco
Sonia
ha decidido unir fuerzas junto a otras campesinas para enfrentar las dificultades.
Ella tiene que recorrer pocos kilómetros para ir a visitar a Mirna Sagrario
Duron, de la aldea Ojo de Agua. Sale de casa cuando llega Sonia y juntas se
dirigen hacia sus campos mientras saludan a las vecinas que caminan
protegiéndose del sol con paraguas de colores. Ambas forman parte de la
organización internacional La Vía Campesina, que trabaja para
defender la soberanía alimentaria y los derechos de las familias agricultoras,
gracias a la agroecología.
Las
plantas de maíz ya están altas y Mirna cuenta cómo el abono orgánico ha
restaurado la tierra, ayudando a retener la humedad. Espera tener una buena
cosecha después que la sequía causara pérdidas de alrededor del 60% de maíz en
los últimos dos años. "Unas 200 mujeres de unos 5.000 habitantes se han
marchado de Ojo de Agua por problemas en sus cultivos y por la falta de
oportunidades laborales", relata Mirna, de 54 años y madre soltera de
cinco hijos, "algunas hacia España o Estados Unidos: muchas han dejado sus
niños en la aldea y algunas murieron en el camino. Aquellas que se han quedado
en el país se mudaron a las ciudades para trabajar en fábricas meloneras".
Las indígenas del Caribe
En
Honduras, la ruta de las mujeres campesinas, ahora migrantes climáticas, no
empieza solo en el Corredor Seco. Las indígenas del grupo étnico garifuna,
cultivadoras de coco y yuca, dejan las aguas cristalinas del Caribe o del
archipiélago de Cayos Cochinos, que hospeda a uno de los arrecifes más variados
del mundo. Las dificultades que viven las familias campesinas del segundo país
más pobre y con mayor desigualdad de Centroamérica son comunes a todas las
zonas rurales, que hospedan a la mitad de la población. Allí una de cada cinco
personas vive en pobreza extrema, con menos de 1,90 dólares al día, según
el Banco Mundial.
Cuando
unos barcos, repletos de personas esclavas, naufragaron frente a la isla de
Saint Vincent, a mitad del siglo XVII, los supervivientes se unieron a los
indígenas, refugiándose en la costa Atlántica de América Central. Los garifunas
son sus descendientes, como aquellos de Marcia Albarado, que desde 1888 viven
en la comunidad de Barra Vieja, casi en la frontera con Guatemala. En la puerta
de su casa de madera y ramas se balancea un loro tropical mientras que Marcia
fríe unas tortitas en la cocina. Apenas acaba, sale de casa a cortar un coco
con el machete: esta fruta está en la base de su dieta, en sopas y platos de
pescado. “El coco que vendíamos a los turistas en las playas de la ciudad de
Tela no está más: era nuestra forma de supervivencia”, explica la mujer. “Ya no
podemos sembrar porque todo se seca o los frutos crecen muy lentos a causa de
la sequía y de los químicos que han contaminado a nuestras tierras”.
Desde
el Caribe hasta el Corredor Seco, la variabilidad climática es un fenómeno
común a todo Honduras. “Hay un incremento más rápido de la temperatura por la
mañanas y por la tardes, disminución de los días de lluvia, aumento de las
precipitaciones extremas y, como consecuencia, el agua no penetra en el suelo y
la evaporación es más rápida”, explica Francisco Argeñal Pinto, director de
meteorología del Centro Nacional de estudios atmosféricos, oceanográficos y
sísmicos (CENAOS). Es una tendencia que no parece destinada a revertirse.
Sus estudios estiman
una disminución de las precipitaciones en los meses de julio y agosto en todo
el país: entre 20-25% para el año 2050 y entre 60-70% para el 2090.
En
este escenario el turismo también desempeña un papel relevante, pues los grupos
inmobiliarios quieren transformar la cara de esta parte del Caribe. El proyecto
Indura Beach Golf & Resort, un complejo hotelero del grupo Hilton que nació
al borde de Barra Vieja, niega haber desalojado o invadido las tierras que pertenecen
a las comunidades garifunas aledañas, mientras que ellos les acusan de haber
tenido implicaciones directas en la larga secuencia de juicios y desahucios que
están viviendo. El miedo es una razón más que les está empujando a dejar estas
playas, después de los últimos violentos intentos de desalojo. "Mi nieta y
mi prima se han ido a Estados Unidos", relata Marcia.
"Desafortunadamente, no sabemos si han llegado".
A
pocos kilómetros de Barra Vieja está la comunidad garifuna San Juan. Un grupo
de mujeres se ha refugiado delante de la iglesia para resguardarse del calor.
"Ahora tenemos que comprar el coco a los grandes productores por 25
lempiras cada uno (un euro), a causa de la sequía, no somos más autosuficientes
en la producción", relata Jendy Martínez, de 27 años. Una buena parte de
esta comunidad ha migrado hacía la capital de Honduras, Tegucigalpa, que dista
más de cinco horas de viaje. Entre ellas la prima de Jendy, Maribel Lino
Gamboa.
Aquellas
que se fueron
Hoy,
Maribel Lino Gamboa está enferma y se quedará en la cama. Su hijo Jason, de 10
años, irá a hacer su trabajo. Su casa está ubicada en la colonia Los
Profesores, una de las más peligrosas de Tegucigalpa, controlada por pandillas
criminales. Jason ha llegado a píe a la panadería y ha entrado en un patio con
paredes azules. Allí, las mujeres garifunas preparan la masa encima de una
larga mesa y dan forma a las empanadas rellenas de mermelada de piña, los
enredados con canela y los panes sencillos con coco desmenuzado. Jason ayuda en
el otro lado del obrador, donde se hornea. Cuando los panes estén listos, irá a
venderlos, delante de la Universidad Autónoma de Honduras, donde su madre se
suele quedar hasta el atardecer.
Antes se migraba por
falta de oportunidades o violencia, pero en los últimos cinco años también por
los factores ambientales y la seguridad alimentaria
DOWAL
O' REILLY BECERRA, (CIPRODEH)
Hace
17 años, Maribel llegó desde la comunidad de San Juan, donde sigue su prima
Jendy Martínez. Cuando dejó su aldea, ya tenía cuatro hijos, que se quedaron en
el pueblo con su familia. Allí cultivaba yuca, como la mayoría de la comunidad,
hasta que la producción ya no fue suficiente, a causa de la sequía. Ahora tiene
37 años y vive en esta colonia poblada principalmente por mujeres garifunas que
han emigrado desde el norte del país. La mayoría de ellas son jefas de hogar,
como en el 33% de las casas hondureñas.
Mucho
más larga ha sido la ruta de Florinda Marquez. Empezó desde Ojo de Agua, la
aldea de Mirna Sagrado Amador, en el Corredor Seco, y llegó hasta un pueblo de
Cataluña. Hace diez meses que se marchó de su país porque en su huerta no había
cosechado maíz y frijoles en los últimos años. Confirma también esta tendencia
la Asociación de Productores de Granos Básicos (Prograno). “En Honduras, la producción
de maíz durante el último trienio ha bajado a 4,5 millones de quintales,
mientras que en años buenos alcanza los 11 millones”, declara el director,
Dulio Medina, “Lo mismo sucede con el frijol: ha pasado de 2,3 millones a
800.000”.
Florinda
había intentado no dejar su país y encontrar nuevas oportunidades en la ciudad
de San Pedro Sula para trabajar en las fábricas textiles. Fue atracada por unos
ladrones nada más llegar a la ciudad y decidió irse al extranjero. Como ella,
otras 258.000 mujeres hondureñas se han ido del país en 2016, según el
Instituto Nacional de Estadística de Honduras (INE). “Observamos la carencia de
políticas publicas que eviten la migración”, declara Dowal O' Reilly Becerra,
coordinador de proyectos del Centro de Investigación y Promoción de Derechos
Humanos (Ciprodeh), "Antes se migraba solo por falta de oportunidades o
violencia, pero en los últimos cinco años se ha empezado a hablar también de
los factores ambientales y de seguridad alimentaria". Ahora, Florinda vive
en Cataluña y trabaja como cuidadora de una señora para enviar remesas a su
familia. Ella sueña con volver a Honduras algún día.
Emprendedoras
contra el cambio climático
En
la aldea de Las Camelias, el agua y la luz llegaron hace tan solo dos años a
las casas de las 70 familias que viven aquí. Para arribar hay que recorrer la
carretera principal que une Honduras a Nicaragua y coger un desvío lleno de
baches durante media hora hasta encontrar a una escuela primaria repleta de
flores. A su costado se reúnen las mujeres que forman parte de la cooperativa
La Dinámica. Hace poco ha sido su aniversario: 20 años atrás, estas vecinas
decidieron transformarse en emprendedoras para crear una alternativa económica
en esta remota parte del país.
Ya no podemos sembrar porque todo se seca o los frutos crecen muy
lentos a causa de la sequía y de los químicos
MARCIA, CAMPESINA
Rosmary
Sosa, de 50 años, es una de las fundadoras de la cooperativa. Su tarea consiste
en recolectar, procesar y repartir los frijoles a empresas de la zona para
luego reunir las ganancias en una caja de ahorro rural gestionada por ellas. Es
una manera de crear empleo y generar empresa para ayudar a las familias con
pequeños préstamos, necesarios para comprar semillas y superar momentos
difíciles. "Cada día procesamos 20 sacos de frijoles. Nuestra marca se
registró y la etiqueta está lista para comercializar directamente nuestros
productos", explica Rosmary, "Nuestro sueño es exportar al
extranjero".
No
es el único deseo que quieren cumplir. Ser emprendedoras también significa para
ellas mantener a sus familias unidas a pesar de los estragos climáticos y de
las malas cosechas. “Tenía 27 años cuando fundamos esta cooperativa, no había
nacido mi último hijo”, explica Mirna Del Carmen Elvir, otra fundadora de La Dinámica.
"Esta es una alternativa para no migrar: saber cómo producir, identificar
plagas, procesar y comercializar. No quiero que mi hijo emigre para otra parte,
ni para la ciudad. ¡Quiero que se quede! Ser emprendedora es nuestra manera de
luchar contra el cambio climático y crear trabajo para que las personas no se
vayan".
La International Women’s Media
Foundation apoyó a la periodista Monica
Pelliccia con su cobertura desde Honduras como parte de
la Iniciativa Adelante. La fotografía de portada
es de de Shalini
Umachandran.
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