En 1923, un zoólogo llamado John Bauman puso a prueba si los primates
tienen una fuerza extraordinaria. Era una noción aceptada por muchos expertos,
pero nadie se había tomado la molestia de ponerla a prueba. Bauman fue el
primero en comparar la capacidad de chimpancés y humanos levantando pesos. En
sus experimentos, uno de los simios del zoo de Nueva York elevó 573 kilos, 9,4
veces su peso, algo a lo que ni de lejos se acercaron el resto de chimpancés,
ni mucho menos los humanos.
El trabajo de Bauman reforzó la concepción de la inmensa fuerza de nuestros
parientes vivos más cercanos y la idea ha seguido viva hasta la actualidad. Por
ejemplo, el Instituto Jane Goodall en Reino Unido mantiene que un chimpancé
adulto tiene seis o siete veces más fuerza que una persona.
Ahora, un nuevo estudio ha vuelto a analizar los dos experimentos
inaugurales de Bauman, publicados en 1923 y 1926, y otros cuatro trabajos
aparecidos entre 1944 y 2014. Su conclusión es que los chimpancés levantan más
peso y saltan más que las personas, pero solo 1,5 veces más.
“Los resultados más llamativos de Bauman nunca se han podido replicar,
así que si algún experto menciona que los chimpancés tienen una fuerza fuera de
lo normal es que no ha analizado los datos de forma crítica”, explica Matthew
O’Neill, investigador de la Universidad de Arizona y coautor del estudio. Los
chimpancés de Bauman eran de media 2,6 veces más fuertes que los humanos,
explica. En 1944 un análisis similar mostró que los primates tenían 1,2 veces
más fuerza. En 2006, una comparativa encontró que los bonobos saltan más que
los humanos, incluidos atletas de élite, con una diferencia entre ambos de 1,6.
Y en 2014 un estudio de diseño parecido al de Bauman apuntaba a que la
divergencia era de dos veces a favor de los chimpancés. Ninguno de los estudios
posteriores encontró ni de lejos un chimpancé tan forzudo como el del zoo de
Nueva York.
“Los resultados más llamativos de
Bauman nunca se han podido replicar, así que si algún experto menciona que los
chimpancés tienen una fuerza fuera de lo normal es que no ha analizado los
datos de forma crítica
Ante la falta de más datos —Bauman intentó en su día estudiar
orangutanes, pero no se motivaron a levantar pesas, y no hay estudios con
gorilas— el equipo de Arizona ha recurrido al análisis de muestras de músculo
de ambas especies y ha creado modelos informáticos que simulan el movimiento de
músculos completos. Los resultados, publicados en la revista Proceedings de
la Academia Nacional de Ciencias de EE UU, apuntan a que la fuerza dinámica del
músculo esquelético de un chimpancé es 1,3 veces mayor a la de un humano, lo
que se acerca al 1,5 derivado de los estudios anteriores.
“No hay diferencias entre la fuerza máxima o la velocidad de contracción
de las fibras musculares individuales entre humanos y chimpancés”, explica
O’Neill. La verdadera causa de la ligera superioridad de los monos está en el
tipo de fibras musculares y su longitud. Los chimpancés tienen una mayor
proporción de fibras de contracción rápida y estas son más largas, lo que les
aporta el diferencial observado. Esta composición muscular es común entre los
primates y la mayoría de mamíferos. Mientras, el único otro animal analizado
con una composición parecida a la nuestra, con más fibras lentas y cortas, es
el loris perezoso.
Los autores del nuevo estudio creen que hace unos siete millones de
años, el pariente común entre chimpancés y humanos tendría una composición
muscular similar a la de los chimpancés, lo que le aportaría la fuerza
necesaria para trepar por los árboles. Hace unos cuatro millones de años
comenzaron a surgir los primeros homínidos con capacidad de andar sobre dos
piernas y hace unos 1,8 surgió el Homo erectus, el
primero con un cuerpo muy similar al nuestro que fue el primer humano en
abandonar África y poblar otros continentes. Las fibras de contracción lenta
son ideales para ejercicios repetitivos, como caminar sobre dos piernas, así
que bien pudieron ser el motor de este proceso.
“La idea de que los humanos hayan perdido fuerza a cambio de resistencia
durante la evolución es plausible”, opina John Hawks, antropólogo de la
Universidad de Wisconsin en Madison (EE UU). “También existe la posibilidad de
que los humanos redujeran el consumo energético de sus músculos en favor de un
mayor cerebro”, añade
29 JUN 2017 - 06:59 CEST EL PAIS
Foto: Jean Goodall con un chimpancé en el Parque Nacional Gobi
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