Para
algunas pequeñas islas del Caribe, el clima extremo es una amenaza grave a sus
frágiles economías.
Las lluvias intensas arribaron a Dominica después
de una estación inusualmente seca. La combinación de grietas en el suelo por el
terreno reseco y lluvias torrenciales desencadenó deslizamientos y
desprendimientos de laderas, causando daños importantes a carreteras, puentes,
casas y tierras de cultivo.
En apenas unas horas, los fuertes vientos y las
lluvias destrozaron obras de infraestructura que a la pequeña nación de poco
más de 70.000 habitantes le costará más de cinco años recuperar a un ritmo
normal de inversión.
Los daños y pérdidas totales se estiman en US$483
millones, equivalentes al 90% del Producto Interno Bruto (PIB) de Dominica, de
acuerdo a la evaluación rápida de daños e impacto llevada a cabo por
el gobierno de la Mancomunidad de Dominica conjuntamente con el Banco Mundial,
la Unión Europea, la ONU y otros socios.
El fenómeno –ocurrido hace apenas unas semanas-
también dejó 11 personas muertas, interrumpió el suministro eléctrico y de agua
potable en la isla y obligó a cerrar el aeropuerto. Para una economía pequeña,
recientemente apuntalada por una recuperación en el sector turístico de la
región, esto representa un revés importante.
Pequeños y amenazados
Cada vez más, los pequeños estados insulares como
Dominica y otras naciones del Caribe se enfrentan a eventos climáticos
extremos. Muchos científicos atribuyen el aumento en el número e intensidad de
estos huracanes y tormentas al calentamiento global.
De acuerdo a un estudio del Banco Mundial, “Bajemos la
temperatura”, se estima que el número de huracanes severos aumentará
en un 40%, duplicando la intensidad de los actuales, si la temperatura aumenta
en 2 °C, y hasta en un 80% en caso de una subida de 4 °C. Esto, junto a un
incremento en el nivel del mar, tendrá efectos devastadores, especialmente en
el Caribe.
el número de huracanes severos aumentará en un 40%,
duplicando la intensidad de los actuales
Una exposición cada vez más grande a los desastres
naturales representa una amenaza real a las perspectivas de desarrollo de la
cuenca. Esto se ha convertido en la prioridad número uno de los gobiernos
caribeños que participan de las negociaciones climáticas internacionales de la
COP21 previas a la conferencia de París, dentro de dos semanas, un punto de
vista que apoyan las organizaciones internacionales de desarrollo que operan en
la región.
Un estudio previo del Mecanismo de Seguros contra Riesgos
Catastróficos del Caribe (CCRIF, por sus siglas en inglés) reveló que las
pérdidas anuales derivadas de vientos, marejadas e inundaciones interiores
llegarían hasta un 6% del PIB en algunos países de la cuenca. El cambio
climático tiene el potencial de exacerbar estos riesgos, incrementando las
pérdidas esperadas entre un 1% y un 3% del PIB para 2030.
“Necesitamos ayuda”
Dado que Dominica está estableciendo sus
prioridades para la recuperación y reconstrucción, el foco está puesto en crear
infraestructura con capacidad de recuperación y en diseñar inversiones para
reducir el riesgo de inundaciones y derrumbes.
La semana pasada, el gobierno de la Mancomunidad de
Dominica organizó una conferencia de donantes para ayudar a apuntalar la isla y
conservar las conquistas socioeconómicas que tanto le costó lograr en los
últimos diez años.
“Creemos que esto no es solo construir carreteras,
casas y darle a alguien la llave…. No tenemos la experiencia suficiente en esta
isla para movernos hacia esa dirección y por lo tanto dependemos mayormente de
nuestros socios, todos los cuales han expresado un fuerte interés y la
intención de proporcionarnos ese nivel de ayuda y guía”, afirmó el primer
ministro de Dominica, Roosevelt Skerrit, tras la conferencia.
Estos son objetivos comunes compartidos por muchos pequeños estados
insulares de la región. La pregunta ahora es si el acuerdo de París
proporcionará instrumentos adicionales para responder al riesgo creciente de
cambio climático en el Caribe.
Una tormenta tropical. / BANCO MUNDIAL
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