Compramos
todo lo que se nos antoja en el supermercado; adquirimos los más recientes
dispositivos tecnológicos apenas los lanzan; y descargamos películas de
internet con desenfreno. Y después nos preguntamos por qué no tenemos dinero
para un auto nuevo ni ahorros para cuando nos jubilemos. ¿Qué nos pasa? La
verdad es que no somos tan débiles moralmente como creemos. La ciencia muestra
que muchos de nosotros estamos predispuestos genéticamente a desear la
gratificación inmediata, a concentrarnos en el presente más que en el futuro.
La corteza prefrontal de nuestro cerebro es diferente de la de los ahorradores
instintivos, y la cultura comercial de hoy en día, con sus ingeniosas
estrategias de marketing y la posibilidad de hacer compras con un clic, es
experta en explotar nuestras debilidades.
El
gran número de personas que están predispuestas tanto por la genética como por
la cultura a favorecer el presente antes que el futuro, ha contribuido a las
crisis de ahorro en Estados Unidos y otras regiones, incluyendo Latinoamérica y
el Caribe. Estas personas, al ser incapaces de imaginar las recompensas del
futuro, no solo gastan como si el mundo se fuera a acabar, también procrastinan,
bien sea para empezar una dieta, escribir un informe o guardar algo de dinero
para los tiempos difíciles. Además, su atención es limitada: no consideran
cosas como impuestos u otros gastos que afectarán la cantidad de dinero que
eventualmente van a tener a su disposición. Los duros sermones sobre
autodisciplina no sirven de mucho.
En su
esfuerzo por entender por qué las personas no tienen moderación, actúan
irracionalmente y perjudican sus propios futuros, la economía conductual ha
diseñado estrategias prometedoras para cambiar la conducta individual. Dichas
estrategias aprovechan y usan a su favor esta mentalidad centrada en el corto
plazo, y la emplean para incentivar una conducta prudente.
La
clave está en lograr que las personas hagan compromisos que no puedan romper.
Un estudio en Malawi mostró que los agricultores a quienes se les ofrecieron
depósitos directos de sus cultivos comerciales en el campo, incrementaron su
saldo total en un 280%. Pero aquellos que comprometieron fondos a una cuenta ilíquida
de la cual no podían retirar dinero hasta que se cumpliera un plazo
establecido, en una fecha específica, incrementaron sus ahorros en un 620%.
Esfuerzos
recientes en Latinoamérica, al igual que otros similares en los Estados Unidos,
también se aprovechan de la inercia natural de las personas. Los participantes,
que recibían su salario mediante transferencias electrónicas, fueron inscritos
para que parte de sus salarios se ahorrara automáticamente. Para poder detener
este ahorro, debían activamente salirse del programa. Dado que esto implicaría
planeación previa y la toma de una decisión –habilidades en las que son
particularmente deficientes– estas personas continuaron ahorrando por falta de
voluntad, por omisión.
Entretanto,
a los jóvenes, cuyos cerebros aún están en desarrollo y son maleables, se les
enseñan las recompensas de postergar la gratificación, con la esperanza de que
se convertirán en adultos diferentes. En Perú, por ejemplo, un programa
bancario comunal, dirigido por la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos
Asistenciales, permite que los niños elijan una meta de ahorros, depositen
dinero y ganen intereses, todo bajo la condición de que no retiren dinero hasta
que cumplan con su meta. Los niños han acudido en bandada al programa. Entre
diciembre de 2012 y junio de 2015, el número de niños en el programa pasó de
882 a 3.831, y sus ahorros totales se multiplicaron por seis.
La
región todavía tiene un largo camino por recorrer. De acuerdo con al menos un
estudio, la tendencia de solo ver el presente es particularmente fuerte en
Latinoamérica y el Caribe; al menos un tercio de los residentes urbanos de
México, Perú y Brasil muestran este tipo de orientación psicológica. La presión
de ayudar a parientes en familias extendidas constituye otro medio de fuga de
los ahorros individuales y, debido a que su conocimiento financiero es muy
poco, estas personas no tienen mucha idea sobre las opciones de ahorro
disponibles en el sistema financiero.
A la
larga, mejorar los conocimientos financieros y los hábitos de ahorro entre los
jóvenes, como en el caso del experimento de Perú, puede significar un gran
avance. No solo podría mejorar el ahorro, también podría contribuir a mejores
resultados en la educación, el empleo y el estándar de vida, factores que
también están relacionados con el autocontrol y la planeación. Así mismo, esto
podría filtrarse hacia la generación anterior para su beneficio.
También
es crucial proporcionar más instrumentos formales de ahorro mediante el sistema
bancario. Esto requiere sistemas que permitan que cierto porcentaje de los
salarios, pagos y otras transferencias bancarias, se trasladen automáticamente
a cuentas ilíquidas de donde no se puedan retirar en el corto ni mediano plazo.
La ubicuidad de los teléfonos celulares y el internet en la región podría
ayudar a esto. Podría permitir que las personas transfieran dinero desde una
cuenta corriente hacia una cuenta más ilíquida con tan solo unos cuantos clics,
proporcionando así un canal asequible para ayudar a las personas a ayudarse a
sí mismas.
Gastar
puede ser una fuente de mucho placer; puede generar en algunos de nosotros esa
intensa sensación que se produce al comer, beber, apostar y al desempeñar otras
actividades que generan gratificación inmediata. Solo necesitamos un pequeño
empujón en la otra dirección. Gracias a los nuevos estudios en neurología,
psicología y economía conductual, las herramientas ya existen. Ahora solo hay
que implementarlas de modo que los gastadores compulsivos en todas partes
puedan dominar sus instintos, planear mejor para sus futuros e impulsar la
economía, como en el caso de aquellos en Latinoamérica y el Caribe, que se ven
afectados por bajas tasas de ahorro.
Algunos
de estos asuntos se discuten en la edición de 2016 de la publicación insignia
del BID “Desarrollo en las Américas”, titulada “Ahorrar para desarrollarse:
Cómo América Latina y el Caribe puede ahorrar más y mejor”. Haga clic aquí para
recibir información sobre este libro próximo a publicarse, y para recibir un
PDF gratuito en el momento de su publicación.
Veronica Frisancho
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