Pese
a sus limitaciones, la Cumbre del Clima de París ha marcado un antes y un
después en el debate ambiental. En el acuerdo consensuado, ciento noventa y
cinco naciones reconocieron la realidad del cambio climático y la
responsabilidad humana en él. Atrás quedaron las polémicas infladas por los
negacionistas; ha sonado la hora de la búsqueda de soluciones y de la
aplicación de medidas para combatirlo. De ahí lo oportuno de estas dos obras
que han llegado a nuestras librerías.
La
primera, de dos economistas estadounidenses, Gernot
Wagner
y Martin Weitzman, aborda la crisis ecológica como si se tratara de contratar
un seguro contra un riesgo concreto; en este caso, el 10 por ciento de
posibilidades de que, a finales de siglo, la temperatura media del planeta
aumente seis grados, una eventualidad apocalíptica que en absoluto nos podemos
permitir. Para que la cobertura del seguro sea eficaz, argumentan, hace falta
que todos los seres humanos paguen su parte de la prima. Eso exige acabar con
el hábito gorrón de muchas personas y naciones de disfrutar gratis de bienes
públicos (aire respirable, agua potable, un clima aceptable....) a costa del
esfuerzo de quienes financian su sostenibilidad.
Y
para ello proponen un impuesto mundial al CO2, tasado en unos 35 euros por tonelada,
destinando lo recaudado a las energías renovables. Dicho valor quintuplicaría
la cotización actual del C02 en el mercado de derechos de emisión. Un encarecimiento
que pagaremos todos. ¿No existen otras alternativas menos onerosas? Wagner
yWeitzmann examinan la otra opción disponible: la geoingeniería. Sus
partidarios sostienen que inyectando azufre en la atmósfera se induciría un enfriamiento
que contrarrestaría el calentamiento global. A los economistas no les convence;
primero, porque esa solución técnica solo ataca los síntomas del trastorno, no
sus causas: la economía del carbono; segundo, porque las consecuencias de
remodelar la atmósfera se perfilan más impredecibles que el cambio climático.
Aparte del impuesto al C02, instan a desinvertir en empresas relacionadas con
los combustibles fósiles.
Una
sugerencia que no parece descabellada a la vista de la reciente decisión de la
familia Rockefeller de vender sus acciones de la petrolera Exxon y salirse del
negocio que hizo su fortuna.
Por
su parte, el libro de Antxon Olabe, ensayista especialista en medio ambiente,
ofrece desde una perspectiva interdisciplinaria un repaso histórico de la
relación entre el Homo sapiens y su entorno, un inventario de los peores
desaguisados ecológicos y una justificación jurídica, ética y política del
concepto de “justicia climática” y de la responsabilidad moral para con las generaciones
futuras. Apartándose de las tesis ecologistas del decrecimiento y de la incompatibilidad
del capitalismo con el medio ambiente, Olabe plantea que el dilema de fondo
pasa por escoger entre las energías fósiles y las energías limpias. Para
resolverlo propone una reforma de las instituciones internacionales.
Sugiere
crear en el seno de las Naciones Unidas una Organización
Mundial
del Medio Ambiente; implicar al Consejo de Seguridad en la crisis climática; y
aprobar una Carta de Custodia de la Biosfera, que regule el acceso y uso de
bienes comunes. Todo eso respaldado por un nuevo contrato social promovido por
una vasta alianza de ecologistas, iglesias, científicos, ciudades, pueblos...
En
resumen: dos enfoques rigurosos y pertrechados de bibliografía que coinciden en
buscar salidas a la emergencia ambiental dentro del sistema actual. Cabe
preguntarse hasta qué punto sus recetas fiscales serían bien acogidas por el 73
por ciento de los españoles que, según el estudio Global Trends 2014, opina que
el calentamiento global es una excusa de los gobiernos para subir los
impuestos.
Ni
parece probable que la enmienda del orden mundial vaya a entusiasmar a muchos
españoles, aparte de al escaso 8 por ciento que, de acuerdo al Eurobarómetro de
2013, sí ve en aquel el principal reto que exige una acción planetaria. Si Wagner
y Weitzman aciertan cuando dicen que “el cambio climático es un problema porque
no lo
Consideramos
un problema”, en España tenemos unproblemón.
GERNOT WAGNER Y MARTIN L. WEITZMAN. Antoni Bosch editor. Barcelona, 2016. 197 pp, 18’50E
CRISIS CLIMÁTICA-AMBIENTAL. LA HORA DE LA RESPONSABILIDAD. ANTXON OLABE. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2016. 300 pp, 18’90E
El Cultural-El Mundo España, 6 de mayo 2016.
PABLO
FRANCESCUTTI
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