La
eficiente y barata tecnología LED está ampliando las zonas iluminadas del
planeta
La imagen de arriba es de 2012. Compuesta por sucesivas imágenes captadas por un satélite de
la NASA, muestra la contaminación lumínica del cielo
nocturno del planeta que había
entonces. La composición es además el punto de partida de un estudio que ha
comprobado cómo, cinco años más tarde, la Tierra brilla más que nunca. Ni la
crisis económica, ni las restricciones legales ni el despegue de la tecnología
LED han logrado reducir la cantidad e intensidad de la luz artificial. De
hecho, solo una cosa lo ha logrado en algunas partes del planeta: la guerra.
Un grupo de investigadores europeos y estadounidenses han usado las
imágenes del satélite Suomi NPP de la agencia espacial NASA y meteorológica NOAA (ambas de EE UU)
para medir la luz artificial emitida desde la Tierra. El artefacto, que orbita
el planeta de polo a polo 14 veces al día, lleva sensores específicos para un
amplio espectro de frecuencias que incluyen la luz visible. Son sensores que
solo ven luz. Son los expertos los que, con su información, recrean esas
imágenes tan espectaculares del planeta iluminado. Imágenes que, además de
mostrar la gravedad de la contaminación, también desvelan otros aspectos de la
sociedad humana, como que la luz artificial es cosa de ricos y de urbanitas.
"Las noches de la Tierra son cada vez más brillantes", alerta
el científico del Centro Alemán de Investigación en Geociencias de Potsdam y autor principal del estudio, Christopher Kyba. Según publican en
la revista Science Advances,
el área iluminada del planeta ha crecido a un ritmo del 2,2% desde 2012. El
crecimiento ha sido particularmente fuerte en regiones de América Latina,
África y el sudeste asiático, zonas que, por otro lado, partían de umbrales de
iluminación más bajos. Solo en unas pocas zonas, como Libia, Siria o Yemen, ha
habido un retroceso claro y en todas se ha debido a la guerra.
Las
ciudades españolas están entre las más iluminadas de Europa
La investigación, además, ha revisado las zonas que ya estaban
iluminadas en 2012 para comprobar los cambios que ha habido. Lo que han
encontrado los investigadores es que, además de que la superficie iluminada es
mayor, la iluminación hoy es más intensa. Desde el satélite no se puede ver el
porqué, pero es lógico pensar que se deba a un aumento de farolas y otros
elementos de alumbrado público por unidad de superficie. En concreto, los datos
apuntan a un aumento de la radiación de más del 10%.
Sin embargo, hay una cincuentena de países donde la iluminación se ha
mantenido más o menos estable o con ligeras reducciones. Entre ellos están los
que en 2012 ya eran los más iluminados del planeta, como Estados Unidos,
Italia, Países Bajos o España. Pero se trata de un espejismo y es probable que
la transición a la iluminación LED tenga mucho que ver: los sensores del
satélite Suomi NPP no captan la luz azul, componente principal de la mayoría de
las luces LED.
Los autores del estudio ponen el ejemplo de Milán [ver fotos]. El centro
de la ciudad ha reducido su emisión lumínica mientras ha aumentado en la
periferia. En realidad, la ciudad italiana no se ha oscurecido. Lo que ha
sucedido es que las lámparas de sodio del centro han sido reemplazadas por
lámparas LED. "Aunque sabemos que la tecnología LED ahorra energía en
proyectos específicos, cuando miras a nivel nacional o global ves que estos
ahorros son neutralizados por nuevas o más brillantes luces en otros
partes", comenta Kyba.
La mayor eficiencia y menor coste de la tecnología LED estaría
provocando un efecto rebote, facilitando un aumento del consumo de energía en
vez de su ahorro. España podría encajar en este efecto. A pesar de la crisis
económica y, a la vez, la proliferación de proyectos de eficiencia energética,
"las ciudades españolas son las que más brillan de Europa", recuerda
el investigador de la Universidad de Exeter (Reino Unido) y coautor del
estudio, el español Alejandro Sánchez.
Asesor en contaminación lumínica del Instituto de Astrofísica de
Andalucía, Sánchez lideró en 2014 uno de los escasos mapas nacionales
de polución por luz artificial.
Entonces, su investigación mostró la paradoja española: "España es la que
más gasta en alumbrado público por habitante, con un gasto total que iguala al
de Italia, que casi nos dobla en población", explica. Sin embargo, añade,
"si la divides por cada persona, la luminosidad per cápita es de las más
bajas de Europa". Además de que la elevada concentración poblacional en
las grandes ciudades compensa la baja densidad demográfica, Sánchez señala
otros factores que explicarían la paradoja: mala gestión, ineficiencia de los
planes de eficiencia energética, corrupción...
Además de impedir ver las estrellas, la contaminación lumínica tiene un
gran impacto ecológico. Al menos el 30% de las especies de vertebrados y el 60%
de los invertebrados son animales nocturnos. Durante una teleconferencia, el
ecólogo del Instituto Leibniz de Ecología de Agua
Dulce y Pesca Interior(Alemania), Franz
Holker, recordó que después de millones de años sin luz artificial, su
expansión está cogiendo desprevenida al resto de la vida: "La luz se ha
introducido en lugares, momentos e intensidades a los que no llegaba de forma
natural y, para muchos organismos, no hay posibilidad de adaptación a este
nuevo factor estresante".
23 NOV 2017 - 13:56 CET EL PAIS
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