La demanda de petróleo supera los 92
millones de barriles diarios (REUTERS/Jonathan Alcorn)Solo los ecologistas más fervientes creen que la humanidad se
independizará del petróleo en el siglo XXI. La tozuda demanda de combustibles
fósiles, aunque no crece al ritmo de años atrás, hace creer lo contrario. Pero
esa adicción por el crudo tiene sus matices: algunos provocan la emisión de más
gases de efecto invernadero y son, por tanto, tan letales como una sobredosis
de heroína.
La fiebre de los petróleos no convencionales
A principios de este siglo no pocos expertos del sector energético
predijeron el agotamiento de las reservas mundiales de petróleo. Algunos
cálculos situaban ese momento entre mediados y finales de la centuria. Sin
embargo, las grandes compañías no se amilanaron con esos augurios e invirtieron
miles de millones de dólares en la prospección de lo que se conoce como
petróleos no convencionales.
La apuesta dio enormes frutos en muy poco tiempo. Nuevas tecnologías han
permitido extraer el oro negro del esquisto, las arenas bituminosas, el lecho
oceánico a grandes profundidades, las placas de hielo del Ártico y las
profundidades de la Tierra, lugares descartados cuando abundaba el petróleo
fácil. Estas operaciones han multiplicado la estimación sobre las reservas
planetarias, que ahora se elevan a 24 billones de barriles, de los cuales seis
billones podrían recuperarse con el equipamiento disponible.
El alto precio del combustible estimuló
este desenfreno. A pesar del costo superior de la extracción en estas nuevas
fuentes, un barril por encima de los 100 dólares garantizó durante varios años ganancias
fabulosas a gigantes de la energía como Chevron, Exxon y Royal Dutch Shell. El
descenso en picada del precio del crudo en las últimas semanas ha puesto en
duda la viabilidad de esta filosofía de perforar a toda costa.
El
petróleo de las arenas bituminosas canadienses clasifica como el más
contaminante (AFP | Mark Ralston)
Petróleo “sucio” vs. petróleo “limpio”
La emergencia de los petróleos no convencionales ha sonado la alarma
sobre el impacto ambiental de algunas de estas operaciones de extracción. El
Cargenie Endowment’s Energy and Climate Program, la Universidad de Stanford y
la Universidad de Calgary han creado un Índice Petróleo-Clima (Oil-Climate
Index, OCI) para calcular el efecto ambiental de todo el proceso de explotación
petrolera, desde la perforación hasta el consumo. Ese estudio ha revelado que
en materia de combustibles no todos contaminan en igual medida.
En la investigación, titulada “Conoce tu petróleo”, el grupo de
especialistas explica cómo distintas variables influyen en el volumen de gases
de efecto invernadero (GEI) emitido por cada tipo de petróleo. La cantidad de
vapor necesaria para la extracción, el por ciento de agua en el yacimiento, la
viscosidad del crudo, la profundidad del depósito, la tecnología de refinación,
la transportación y el uso de los productos derivados, entre otros factores,
determinan el grado de “suciedad”.
El informe divide las emisiones en tres fases: upstream, midstream y downstream,
las cuales coinciden con la estructura de la industria petrolera. En un primer
momento la prospección y posterior extracción generan GEI por el uso del
terreno –al alterar su capacidad de almacenamiento de carbono-, la utilización
de vapor en la producción y la generación de gases contaminantes (dióxido de
carbono, metano), que suelen liberarse a la atmósfera.
Luego la tecnología usada en las refinerías y la calidad del crudo
procesado definen cuánta energía será necesaria para convertirlo en derivados.
El uso intensivo de hidrógeno constituye una de las claves que diferencian a
los petróleos ligeros de los pesados. Estos últimos requieren mayores
cantidades de este elemento y por tanto demandan un mayor consumo
energético.
Los
combustibles fósiles generan el 35 por ciento de los gases de efecto
invernadero (AFP/Archivos | .)
Finalmente, el transporte de los
derivados del petróleo desde las refinerías hasta los mercados y las emisiones
producidas durante la combustión completan la ecuación. Los camiones cisterna
clasifican como el medio de transporte más contaminante, bien lejos de los
supertanqueros. Los crudos pesados, como los provenientes de las arenas
bituminosas de Canadá, generan más de 560 kilogramos de dióxido de carbono
equivalente por barril de crudo, mientras el petróleo Tengiz de Kazajstán ronda
los 390 kilogramos.
En resumen, hay una diferencia notable entre los distintos tipos de
petróleo en cuanto a la emisión de GEI. El citado estudio, que abarcó 30
variedades, concluyó que esta distancia se eleva hasta el 80 por ciento entre
el extremo más sucio –el Suncor Synthetic H, producido en Alberta, Canadá—y el
mencionado Tengiz.
Los cinco petróleos más “sucios”
El ranking de crudos más contaminantes y el estudio del impacto
climático global de cada barril deben de fortalecer la autoridad de los
gobiernos para ajustar las regulaciones ambientales en este sector. A las
organizaciones ambientalistas esta investigación ofrece un sustento estadístico
para sus críticas contra ciertos hidrocarburos, en particular las arenas
bituminosas canadienses. Los datos llegan, además, en medio del debate sobre la construcción del oleoducto Keystone XL.
Estos son los cinco tipos de petróleo más contaminantes:
1. Canada
Suncor Synthetic H (SCO)
2. China
Bozhong
3. Canada
Syncrude Synthetic (SCO)
4. Venezuela Hamaca
5. U.S. California Midway Sunset
El proyecto de Suncor Firebag tiene una zona habilitada en la que viven los empleados.Crédito: REUTERS/Todd Korol
Las excavadoras trabajan en la limpieza de una nueva zona para extraer brea. La necesidad de eliminar los árboles del entorno se convierte en una de las consecuencias perjudiciales para el medioambiente.
Un empleado comprueba un tanque de aceite en el centro de operaciones de Suncor, en Alberta. Crédito: REUTERS/Todd Korol
Los volquetes transportan las arenas bituminosas que sirven de materia
prima para convertirse en un sucedáneo del petróleo. Crédito: REUTERS/Todd Korol
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