El debate acerca del cambio climático y el
calentamiento global tiene larga data. A principios del siglo XIX, los
científicos descubrieron por primera vez la existencia de variaciones
históricas en el clima que demostraban que no siempre había sido tal y como era
en el presente. Hasta ese momento se pensaba que el planeta Tierra, con sus
masas de agua, sus continentes y su atmósfera, habían sido siempre más o menos
estables a lo largo del tiempo y que su estado presente no difería demasiado
del remoto. Sin embargo, la climatología y la geología dieron un vuelco en la
historia al evidenciarse que el planeta distaba mucho de ser estable: su suelo,
sus mares y su clima habían experimentado muchos cambios, algunos de ellos tan
dramáticos que desviaron el curso de los acontecimientos de la noche a la
mañana. El mundo era, entonces, un sistema inexorablemente sometido al cambio.
Hacia finales del siglo XIX, algunos científicos
comenzaron a medir el cambio climático, asociando la temperatura global con la
concentración de CO2 en la atmósfera. Así nació el concepto de “efecto
invernadero”, un fenómeno natural que pronto ocuparía el eje argumental de
quienes predijeron un calentamiento global por causas directamente relacionadas
con la actividad humana.
El cambio climático y el calentamiento global
¿natural o inducido?
Por un largo tiempo, el debate en torno al
calentamiento global giró en torno a si era verdad o no. La comunidad científica
estaba dividida entre quienes creían que era una realidad y quienes no: fueron
realizados estudios a favor y en contra. Hoy en día, ya nadie niega el hecho de
que el clima está cambiando y que la temperatura global tiende a elevarse, pero
lo que se discute ahora es la razón. En efecto, hay quienes afirman que el
aumento en la concentración de CO2 en la atmósfera es el resultado de acciones
humanas y quienes dicen que simplemente es producto del curso natural de los
acontecimientos, apoyándose en la evidencia histórica de que el clima es un
sistema en cambio permanente.
La gran polémica que gira en torno al debate poco
tiene que ver con la ciencia y mucho con la política. Sabemos que hoy en día
los hidrocarburos son un recurso de vital importancia para las sociedades
humanas. El mapa geopolítico viene determinado en buena medida por el control de
dichos recursos, lo cual ha suscitado guerras, tanto armadas como financieras,
a lo largo y ancho del globo. Está claro que hay intereses muy fuertes detrás
de cada postura que no deben ser ignorados a la hora de formar una opinión con
respecto al tema. Pero ¿en dónde se encuentra el límite entre lo político y lo
científico?
Los detractores del calentamiento global
Como se dijo anteriormente, ya no existen
detractores del calentamiento global. Las mediciones demuestran aumentos en la
temperatura global, alteraciones en las áreas más sensibles, como los polos y
los glaciares, y un incremento en la concentración de los llamados gases de
efecto invernadero. Lo que los detractores discuten es la responsabilidad del
ser humano en el cambio climático actual.
Uno de sus argumentos más sonantes es el hecho,
totalmente cierto, de que el clima es un sistema que se encuentra en cambio
permanente y con sólo revisar el paleoclima, es decir, el clima a lo largo de
las eras geológicas, se evidencia el hecho de que siempre estuvo sometido a
cambios, algunos de ellos muy bruscos. Los científicos que sostienen este
argumento niegan el impacto del ser humano en el clima y minimizan la
relevancia de un calentamiento global para el desarrollo normal de la vida en
el planeta.
¿Por qué negar la responsabilidad humana en el
calentamiento global? Muchos dicen que resulta una postura muy antropocéntrica
el afirmar que la especie humana ha logrado cambiar el clima de la Tierra. Pero
¿por qué es esa una idea tan descabellada? El ser humano ha cambiado
radicalmente el planeta en muchos otros aspectos. Ha llevado especies a la
extinción, ha borrado del mapa ecosistemas enteros por efectos de la
deforestación, ha logrado incluso cambiar el curso de ríos con la construcción
de represas, junto con todos los efectos medioambientales que tienen esa clase
de megaproyectos. Las mismas ciudades son ejemplos de cómo el humano puede y de
hecho cambia la naturaleza a pequeña, mediana y gran escala.
Por otro lado, todo ser vivo deja una huella en su
vida que cambia en alguna medida el lugar de su existencia. Tan solo para
ejemplificar este hecho, cabe mencionar que todas las rocas organogénicas del
mundo se formaron a partir de esqueletos microscópicos de seres vivos que, al
morir, se depositaron unos sobre otros formando lo que hoy son rocas como la
caliza, el carbón o el coral. La existencia misma de la vida ha sido decisiva
en la formación de la atmósfera y la geología del planeta, y de no haber
existido, hoy por hoy el relieve que habitamos y el aire que respiramos serían
otros.
A la hora de revisar los números, se puede
constatar que el volumen de gases de efecto invernadero procedentes de las
actividades humanas no es para nada despreciable. Hoy en día, absolutamente
todas las actividades económicas más importantes generan enormes volúmenes de
gases.
·
El uso de combustibles fósiles: La combustión de los hidrocarburos constituye un 80% del total de las
emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el ser humano. El
abastecimiento energético de prácticamente toda la humanidad depende del
petróleo, el carbón y el gas natural.
·
Los procedimientos de extracción
de combustibles fósiles: Las técnicas para extraer
hidrocarburos son también responsables de la liberación de grandes volúmenes de
gases a la atmósfera, así como también de contaminantes a la tierra y a los
acuíferos.
·
La deforestación: La tala de bosques indiscriminada reduce dramáticamente la absorción
de CO2 y la liberación de oxígeno a la atmósfera.
·
La ganadería: La explotación de los animales es una actividad que produce millones
de litros de gas metano fruto de la fermentación del estiércol.
·
La agricultura intensiva: Algunos cultivos son fuente de emisión de gases por acción de la
descomposición de la materia orgánica, así como también lo es el uso de ciertos
fertilizantes químicos y orgánicos.
El calentamiento global como cuestión de Estado
Naomi Klein, en su más reciente libro, “This
changes everything: capitalism vs. the climate” escribió que “la verdad
realmente inconveniente es que no se trata del carbono –se trata del
capitalismo.” Con esto quiere decir que el problema, en última instancia,
tiene que ver con el modelo económico y su forma de relacionarse con el mundo y
la naturaleza. Quiere decir que el capitalismo actual ha llegado a un punto en
el que se encuentra en abierta guerra en contra de la vida en este planeta.
Desde hace algunas décadas se ha abordado el tema a
nivel estatal e internacional. El Protocolo de Kioto consiste en una serie de
disposiciones, normas y mecanismos que buscan regular las emisiones de gases de
efecto invernadero provenientes de las actividades humanas, en un compromiso
asumido voluntariamente por algunos países para reducir dichas emisiones. La
mayoría de los países del mundo han firmado y ratificado este acuerdo, con la
excepción de Estados Unidos y Canadá.
Muchos jefes y jefas de Estado en la actualidad han
expresado su preocupación por los efectos del calentamiento global, sin embargo
el camino por recorrer es largo y tortuoso. Los intereses económicos que están
detrás del status quo son muy grandes y poderosos y representan un verdadero
obstáculo hacia un consenso decidido para hacerle frente a la problemática.
Está claro que el problema debe ser enfrentado con políticas públicas claras
que van mucho más allá de expresiones de preocupación por parte de algunos
mandatarios.
Al planeta no le importa su temperatura
Después de todo, ¿a quiénes les interesa tener un
lugar habitable para desarrollar la propia vida? Pareciera que los grandes
magnates que controlan los hidrocarburos y el poder financiero vivieran en otro
planeta, libre de contaminación y en perfecta armonía con la naturaleza.
Resultan llamativas las exhortaciones a “salvar al planeta”, cuando el verdadero
llamado es a salvar nuestra propia continuidad como especie. A la Tierra no le
importa tener unos grados más o menos, o tener vida en su suelo o no. Su
incansable rotación alrededor del Sol seguirá ocurriendo con o sin vida en su
superficie. El planeta no necesita salvación. El planeta no nos necesita. Somos
nosotros quienes lo necesitamos.
¿Acaso tiene sentido negar la responsabilidad del
ser humano en el calentamiento global? ¿Podemos afirmar que las cosas están
bien así como están? Millones de hectáreas deforestadas irresponsablemente con
la consecuente inutilización de los suelos, contaminación de las aguas
subterráneas, extinción de especies, aumento exponencial de la cantidad de
residuos y falta de políticas serias para su tratamiento, polución del aire,
técnicas de extracción de hidrocarburos destructivas, dependencia de recursos
no renovables, tendencia hacia una economía improductiva, basada en el capital
financiero y la especulación. Olvidando por un segundo el calentamiento global,
¿acaso todo esto está bien así como está?
La respuesta a esta pregunta es evidente. Otra de
las cuestiones que cada vez toma más fuerza, al menos en el debate público, es
la sostenibilidad de un modelo de producción lineal que depende de recursos
agotables. La necesidad de migrar hacia un modelo de producción sustentable es
imperiosa, pero depende de nosotros mismos y de cuán dispuestos estamos a
cambiar drásticamente nuestras vidas en pos de este modelo. Este es, sin duda,
uno de los grandes desafíos de la humanidad.
El calentamiento global es un hecho y las
evidencias hacen imposible mirar hacia otro lado. Para lograr subsistir en este
mundo, es indispensable que tomemos consciencia y reflexionemos sobre nuestro
propio estilo de vida, desde lo más cotidiano, y que tomemos una decisión sobre
qué queremos para nuestro futuro. La cultura del consumismo está fuertemente
arraigada, pero está en poder de cada ser humano el comprenderla y el decidir
hacerla a un lado en las acciones cotidianas. Quizás creemos que la sustentabilidad
no es compatible con un mundo altamente tecnificado. Pero la realidad es que
nuestro modelo lineal no es compatible con ningún mundo y que el verdadero
progreso tecnológico sólo puede darse a partir de procesos eficientes y
estables. Las alternativas existen, ahora es nuestra responsabilidad darles un
lugar en nuestras vidas y, especialmente, en nuestras consciencias.
Fuentes
Imagen
28 DE SEPTIEMBRE, 2015
Escritora y correctora. Estudiante de Ciencias
Ambientales en la Universidad de Buenos Aires. Apasionada de la literatura y la
naturaleza. Geopolítica aficionada. Argentina y mexicana a la vez. Siempre
atenta al estado de los derechos humanos y animales. Latinoamericana.
Admiradora de gatos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario