Los líderes del mundo reunidos en París con motivo
de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático tienen ante
sí el desafío de lograr un acuerdo mundial para reducir las emisiones de gases
de efecto invernadero. Un resultado exitoso, que demuestre que los países
pueden trabajar conjuntamente por el bien del planeta, enviaría un poderoso
mensaje de esperanza al mundo (y a los parisinos, que mantienen la cabeza en
alto después de los recientes ataques terroristas).
Las promesas climáticas se basarán en las
Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (INDC), o compromisos para la
reducción mundial de las emisiones. Creo que el precio de las emisiones debiera
ocupar un lugar central en esas promesas.
Lograr la reducción de las emisiones de gases de
efecto invernadero con el menor costo posible requiere una revolución en el uso
y la producción de la energía. Los aumentos graduales, predecibles y confiables
en los precios de la energía proporcionarían fuertes incentivos para que los
consumidores redujeran el consumo energético. Al mismo tiempo, fijar un precio
adecuado a las emisiones de carbono nos permitiría lograr una transición suave
mientras nos alejamos de los combustibles fósiles, fomentando las inversiones
en innovación tecnológica.
Por eso el personal del Fondo Monetario
Internacional (FMI) ha recomendado una estrategia con tres acciones para los
combustibles basados en el carbono: «fijar un precio adecuado, usar
inteligentemente los impuestos, y actuar ya mismo». Cada una de esas partes es
fundamental.
Lograr la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero con
el menor costo posible requiere una revolución en el uso y la producción de la
energía
En primer lugar, fijar el precio adecuado para los
combustibles fósiles implica tener en cuenta sus verdaderos costos ambientales.
Los precios deben trasladar a los usuarios finales el coste completo, no solo
de la producción y adquisición, sino también de los daños —incluida la
contaminación del aire y el cambio climático— que causa la dependencia
intensiva de los combustibles fósiles. Un precio más justo para las emisiones
de carbono impulsará el ahorro de energía y la demanda de combustibles más
limpios e inversiones más «verdes».
En segundo lugar, el cambio necesario en los
precios se alcanzará aplicando impuestos a la energía, con herramientas que son
tanto prácticas como eficientes. La mejor opción es incorporar a los impuestos
existentes sobre los combustibles una tasa a las emisiones de carbono, y
aplicar gravámenes similares al carbón, el gas natural y otros productos
derivados del petróleo.
Su impacto sobre la recaudación sería
significativo. Si los países con grandes emisiones impusieran precios de 30
dólares por tonelada emitida de CO2, podrían generar ingresos fiscales de
aproximadamente el 1% de sus PIB. Esos ingresos se podrían usar para gestionar
la carga fiscal general derivada de la acción climática y para financiar
recortes en los impuestos al trabajo y el capital, que distorsionan la
actividad económica y limitan el crecimiento, o para reducir los déficits
cuando sea necesario.
En pocas palabras, fijar un precio a las emisiones
de carbono tiene que ver con impuestos «inteligentes», no más elevados. Los
impuestos inteligentes se deben implementar gradualmente para que los hogares y
las empresas dispongan de tiempo para adaptarse y que las nuevas tecnologías
comiencen a funcionar. Los ajustes graduales y personalizados son especialmente
importante para las economías en vías de desarrollo, muchas de las cuales
aportan muy poco a las emisiones mundiales. Puede hacer falta tiempo, en muchos
casos, para garantizar que haya redes de protección social que protejan a los
hogares con bajos ingresos y para proporcionar programas de capacitación a los
trabajadores de las industrias con uso intensivo de la energía. Este enfoque
también permitiría que las inversiones ecológicas sean financiadas a través de
flujos de capital privado.
La mejor opción es incorporar a los impuestos existentes sobre los
combustibles una tasa a las emisiones de carbono
En tercer lugar, no hay tiempo que perder: los
responsables de las políticas deben actuar inmediatamente. Considerando la
bajada de los precios de la energía, nunca hubo un mejor momento para iniciar
la transición hacia una fijación de precios inteligente, creíble y eficaz para
las emisiones de carbono. Los países tampoco deben esperar que otros actúen
primero. El trabajo en el FMI ha demostrado que fijar un precio justo a las
emisiones de carbono favorecería a muchos países —incluso si ignoramos los
efectos adversos del clima sobre los demás— porque los ayudaría a solucionar
importantes problemas ambientales internos. Según la Organización Mundial de la
Salud (OMS), la contaminación del aire exterior causa más de tres millones de
muertes prematuras al año. Y la acción temprana es fundamental para evitar
tener que implementar esfuerzos mucho más drásticos y costosos más adelante.
Antes de la cumbre de París, más de 160 países
presentaron sus compromisos de mitigación de emisiones. Mediante la
implementación de estos compromisos, los países reducirán sustancialmente el
calentamiento global proyectado para el futuro. El desafío ahora es cumplir
esas promesas y por eso necesitamos dar un impulso concertado a la fijación de
precios de las emisiones de carbono. En París, un grupo selecto de líderes que
son verdaderos paladines de la fijación de precios a las emisiones de carbono
lanzarán un llamado a la acción. El Panel de Fijación del Precio del Carbono,
liderado por el FMI y el Banco Mundial, aumentará aún más el impulso a las
políticas a nivel nacional, regional y municipal.
Además de los esfuerzos del sector público, también
necesitamos una sólida participación de las instituciones y los mercados
financieros. Los instrumentos de cobertura, como los llamados «bonos
catástrofe», pueden ayudar a tomar seguros contra el aumento del riesgo que
generan los desastres naturales. Otros instrumentos financieros, como los
índices bursátiles «verdes» y los bonos «verdes», pueden ayudar a reasignar las
inversiones hacia sectores que apoyan el crecimiento ambientalmente sostenible.
Aquí también, unos precios predecibles y suficientemente elevados para las emisiones
de carbono resultan fundamentales para orientar las elecciones de inversión.
Hay mucho juego en la Ciudad Luz. París
recientemente experimentó lo peor de la humanidad. La cumbre climática es una
oportunidad para mostrar lo mejor de ella.
Foto: MARAVILLAS DELGADO
Christine Lagarde es directora gerente del FMI.
Copyright: Project Syndicate, 2015.
www.project-syndicate.org
http://economia.elpais.com/economia/2015/12/03/actualidad/1449159134_077598.html
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