domingo, 20 de diciembre de 2015

Un paso adelante en la gobernanza mundial del clima - Agora


Tras dos semanas de negociaciones y cuatro años de trabajo desde que la Conferencia de Durban (Suráfrica) en 2011 diera un mandato para superar el Protocolo de Kioto, ayer a las 20 horas se logró un acuerdo histórico para la lucha contra el cambio climático.

El acuerdo supone un gran salto respecto del protocolo de Kioto. Mientras que aquel fue suscrito únicamente por 37 países desarrollados, en éste se comprometieron 195, incluidos los dos mayores contaminantes, China y Estados Unidos, que no habían suscrito el de Kioto. Un nuevo escenario de gobernanza internacional para la conservación del planeta.
La UE ha liderado las negociaciones en un obligado compromiso por incorporar a los países más reticentes a un acuerdo obligatorio aunque muchas de las propuestas iniciales de la UE hayan quedado en el camino, como la financiación “adecuada y suficiente” para los países en desarrollo que ha devenido en un aporte de recursos financieros sobre una base voluntaria y el objetivo de la “descarbonización” haya terminado diluido en la fórmula de compromiso:cómputo de emisiones de gases atenuadas por la captación de CO2. La exigencia de Cañete de que se incorporaran en el acuerdo medidas para el transporte marítimo y aéreo, también quedaron fuera.

Las Claves del Acuerdo

Aspectos legales
El acuerdo será vinculante, pero no serán legalmente vinculantes los objetivos de reducción de emisiones de cada país, en una concesión a los países como China o EEUU, para que no se quedasen fuera del acuerdo. Y además, los objetivos que cada país se fija nacionalmente para recortar las emisiones de gases de efecto invernadero no aparecen en el texto como legalmente vinculantes, aunque es obligatorio presentar planes para reducirlos o limitarlos.
El acuerdo establece que las contribuciones se revisarán cada cinco años al alza. El primer análisis se realizará en 2018 y la primera actualización en 2020, cuando entraría en vigor el acuerdo de París. A los países desarrollados se les exige que reduzcan sus emisiones en sus contribuciones nacionales. A los que no lo son, se les insta a que las limiten o las reduzcan en función de sus capacidades.
Tal como se estableció en el segundo borrador, de Protocolo se pasa a la denominación de Acuerdo, lo que supone rebajar la fuerza legal del texto. El Acuerdo facilita la entrada de más partes, pudiéndose adherir a él países hasta abril de 2017.
Límite de calentamiento global
El texto final del Acuerdo de París tiene como objetivo principal conseguir que el aumento de la temperatura media del planeta a final de siglo se quede “muy por debajo” de los dos grados con respecto a los niveles preindustriales. También se apunta a que se deben hacer esfuerzos para que “no se superen los 1,5 grados”. Los científicos del Panel de Expertos de la ONU advierten de que la mitad de ese crédito está casi consumido. Para 2015, el incremento rozará ya 1ºC. De hecho, si se examinan en conjunto las contribuciones nacionales de 187 de los 195 países que han negociado, el resultado es que la temperatura media aumentaría cerca de tres grados al final del siglo.
Herramientas de control
Para conseguir este objetivo los países tendrán que recortar las emisiones de gases de efecto invernadero, mediante “un equilibrio entre las emisiones de origen antropogénico y las captaciones [de esos gases] que hagan los sumideros”.
En el camino de las negociaciones ha quedado el objetivo de descarbonización de la economía.  Los combustibles fósiles se libran de una censura expresa, aunque la meta de emisiones netas cero de gases de efecto invernadero para la segunda mitad del siglo significa, de forma efectiva, que el camino idóneo para reducir estas emisiones sea abandonar los combustibles fósiles.
En su lugar, se apuesta por los mecanismos de secuestro y almacenamiento de carbono, una vía que defiendieron los países petroleros para no romper drásticamente con los combustibles fósiles. Por otra parte, el uso de las plantaciones de bosques para la captura de CO2, inquieta a las organizaciones de los Pueblos Indígenas, al considerarse como una carta blanca para “privatizar y vender los bosques como compensaciones para el carbono”, según el abogado experto en derechos humanos, Alberto Salamando.
El seguimiento del acuerdo incluye en el texto la obligación de que los países proporcionen regularmente “un inventario nacional” de las emisiones netas que producen: el gas que lanzan menos el que acaba en los sumideros. También “ofrecerán la información necesaria para evaluar si se están consiguiendo los objetivos de emisiones nacionales”. Se perfilan tres categorías de inventarios: los de los países desarrollados, que deberán dar una completa información; los emergentes, que tendrán una menor exigencia; y los más pobres, que tendrán el nivel mínimo de obligaciones.
Era un punto especialmente delicado para países como EE UU y China (los máximos emisores de CO2 del mundo). Además, la información ofrecida por los Gobiernos tiene que ser revisada por un experto. A cambio de ese mecanismo para “promover el cumplimiento” del acuerdo, se subraya que no se hará de manera “intrusiva” o “punitiva” o que colisione con la “soberanía nacional”.
Justicia climática
Para que los países con menos recursos puedan adaptarse a los efectos del cambio climático se establece la obligación de que exista ayuda internacional. Se ha establecido un fondo de 100.000 millones de dólares –cifra que se puede revisar anualmente- pero ha quedado pendiente concretar cuánto debe aportar cada uno y en qué medida deben contribuir también los emergentes. Los países desarrollados serán los encargados de movilizar los fondos y el resto de los estados harán aportaciones voluntarias.
Además, en el documento se incluye la creación de un organismo internacional nuevo dedicado a las “pérdidas y daños”; es decir, para compensar a los Estados que se verán más afectados por las consecuencias del cambio climático, pero se excluye cualquier reclamación de responsabilidades a los países industrializados por lo que han contaminado. Este último aspecto, a nuestro juicio, resulta controvertido, a la vista del carácter vinculante de los DDHH (véase el último editorial de Agora, Otra forma de luchar contra el cambio climático) y no exime en su caso, de las posibles denuncias a las empresas contaminantes.

Para Greenpeace, este acuerdo no contiene lo necesario para aquellas naciones y personas que sufren en  primera línea los impactos del cambio climático. Y considera que resulta una injusticia en sí misma que las naciones que causaron este problema se han comprometido muy poco para ayudar a las personas más vulnerables frente al cambio climático, que ya están perdiendo sus vidas y medios de subsistencia.
Mercado mundial de emisiones de carbono
Otro de los mecanismos de lucha contra el cambio climático es la “mitigación de transferencia internacional”, esto es la compensación de emisiones de efecto invernadero entre países, en base al mercado de bonos de emisiones y el crecimiento limpio, o la plantación o conservación de una masa forestal. El mercado ETS ya funciona, por ejemplo, en la Unión Europea: los países o las industrias que superen sus límites de CO2 pueden comprar excendentes en un mercado
Queda mucho camino por recorrer- desde el control y una mayor transparencia de los objetivos de emisión de gases de efecto invernadero por cada país, la búsqueda de mecanismos efectos entre las emisiones y la capacidad de absorción del planeta, la promoción activa por autoridades nacionales e internacionales por las energías limpias y por un modelo productivo que abandone paulatinamente los combustibles fósiles, el control y progresivo abandono de la financiación bancaria de estas actividades, la protección de los bosques y sobre todo, el control de la mercantilización y especulación con los nuevos mecanismos del mercado mundial de emisiones. La transición no será fácil pero sí será irreversible.


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