Este año será recordado como el punto de inflexión histórico en la lucha
contra dos grandes males de nuestra era
Este año se recordará por los importantes avances que se han conseguido
mediante la cooperación internacional a la hora de afrontar los dos retos
definitorios de nuestra generación: la erradicación de la pobreza y la lucha
contra el cambio climático.
En julio, países ricos y pobres se reunieron en Addis
Abeba (Etiopía) para la Tercera Conferencia Internacional sobre Financiación
para el Desarrollo. Los representantes gubernamentales han admitido
que se ha progresado mucho desde la primera conferencia celebrada en Monterrey
(México) en 2002, pero siguen existiendo enormes desafíos en muchos lugares del
mundo, especialmente en el África subsahariana.
Ha sido muy decepcionante el que muchos países ricos no respetaran el
compromiso adquirido en Monterrey de aportar el 0,7 % de su producto interior
bruto a la ayuda internacional para los países pobres. Muy pocos países han
alcanzado este objetivo, y ello debería causar una gran vergüenza a aquellos
Gobiernos que no han cumplido la promesa hecha a los pueblos más pobres del
mundo.
Pero en la cumbre de Addis Abeba se ha tomado conciencia de la escala de
los esfuerzos necesarios para alcanzar el objetivo de erradicar la pobreza y el
hambre, y lograr un desarrollo sostenible mediante el fomento del crecimiento
económico inclusivo, la protección medioambiental y el aumento de la inclusión
social.
La concienciación colectiva sobre este reto y el compromiso de los
países ricos de incrementar la ayuda internacional han
sentado las bases del acuerdo alcanzado
en septiembre en la Asamblea General de Naciones Unidas. Los 17 Objetivos de
Desarrollo Sostenible para 2030, y un conjunto de 169 propósitos relacionados
con ellos, pretenden luchar contra la desigualdad, el consumo y las formas de
producción insostenibles, las infraestructuras deficientes y la falta de
trabajo digno en todos los países del mundo.
Fue decepcionante que muchos
países ricos no respetaran el compromiso adquirido en Monterrey de aportar el
0,7 % de su PIB a la ayuda internacional para los países pobres
Mientras los distintos países trabajaban duro en la elaboración del
nuevo plan de desarrollo sostenible, también seguían adelante con las
iniciativas para afrontar los enormes peligros del cambio climático completando
un proceso iniciado hace cuatro años en Durban (Sudáfrica).
En diciembre de 2011, los Gobiernos acordaron, en la cumbre anual de
Naciones Unidas sobre cambio climático, trabajar para alcanzar un nuevo pacto
en 2015. Hasta finales de 2014 se habían producido avances lentos, pero este
año era necesario acelerar el proceso. Por suerte, algunos acontecimientos han
contribuido a que las negociaciones internacionales lleguen a buen puerto.
En noviembre
de 2014, el presidente Xi Jinping y el presidente Barack Obama, los dirigentes de China y Estados Unidos, que son los mayores emisores
de gases de efecto invernadero del mundo, pactaron una declaración conjunta que
planteaba nuevos compromisos para reducir y limitar las emisiones anuales a
partir de 2020. Ello persuadió a más de 180 países más a comprometerse también,
con vistas a la cumbre de Naciones Unidas sobre cambio climático, prevista para
diciembre de este año en París.
Las negociaciones entre los distintos países se aceleraron en mayo de
este año, cuando el papa Francisco publicó Laudato Si, su encíclica
sobre el medioambiente y la ecología humana. El papa combinaba su valoración de
los aspectos científicos y económicos con un poderoso argumento moral a favor
de la lucha contra el cambio climático, lo que contribuyó a convencer a muchos
católicos, y sin duda a la gente en general, sobre la necesidad de tomar
medidas urgentes.
Cuando
llegó el momento de que se reunieran en París más de 190 Gobiernos, se había generado un impulso que propició un acuerdo verdaderamente
histórico, adoptado el 12 de diciembre, para limitar el calentamiento del
planeta muy por debajo de los 2 grados centígrados con respecto a la
temperatura preindustrial.
Espero que este año se
recuerde como un punto de inflexión en la historia humana, cuando se logró una
victoria crucial en la batalla contra la pobreza y el cambio climático
Una de las razones cruciales por las que el Acuerdo de París ha sido
posible es que cada vez más países han caído en la cuenta de que, para luchar
contra el cambio climático, no hay que sacrificar el crecimiento económico y el
desarrollo. La transición hacia un nivel bajo de emisiones de carbono nos
conduce a un camino para incrementar la calidad de vida y erradicar la pobreza
que es más atractivo y emocionante que su muy dañino predecesor, el de las
elevadas emisiones de carbono.
Creo y espero que este año se recuerde en el futuro como un punto de
inflexión importante en la historia humana, cuando se logró una victoria
crucial en la batalla contra la pobreza y el cambio climático, la cual trajo
más prosperidad y bienestar no solo a nosotros , sino también a nuestros hijos,
nietos y generaciones futuras.
Desarrollo urbanístico junto al desierto, en Cathedral City, California, en plena sequía. /DAMON WINTER (NYT)
Nicholas Stern es
presidente del Instituto Grantham de Investigación sobre Cambio Climático y
Medio Ambiente, de la Escuela de Ciencias Económicas y Políticas de Londres, y
presidente de la Academia Británica.
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