La temperatura a final de siglo habrá aumentado entre 3,7 y 4,8 grados si no se adoptan medidas de control
El planeta bate
todos los récords de temperatura casi cada mes. Este agosto ha sido el más
cálido desde que hay registros globales, que arrancan en 1880, según ha advertido la Administración Nacional Oceánica y
Atmosférica de Estados Unidos. No es un hecho
aislado, los seis primeros meses del año ya habían sido los más cálidos jamás
registrados en la Tierra. Y varias agencias oficiales internacionales fijaron
2014 como el año con la temperatura media más alta. España tampoco es la
excepción: este verano se ha vivido la ola de calor más larga y el mes de julio
más caluroso desde que la Agencia Española de Meteorología tiene
registros fiables.
Que la Tierra se está calentando es ya incuestionable. “El calentamiento
en el sistema climático es inequívoco y, desde la década de 1950, muchos de los
cambios observados no han tenido precedentes en los últimos decenios a
milenios. La atmósfera y el océano se han calentado, los volúmenes de nieve y
hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado”. Así resumía el estado
del planeta el Grupo Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus
siglas en inglés) de la ONU.
El quinto informe que este panel de 800
científicos presentó a finales de 2014 es la base que se está utilizando para
las negociaciones de la cumbre sobre clima de París, el próximo diciembre. Del
encuentro se espera que salga el protocolo que permitirá luchar contra el
calentamiento del planeta, que ya está causando estragos en forma de fenómenos
meteorológicos extremos. “Sin lugar a dudas, el cambio climático es el mayor
problema ambiental al que nos enfrentamos”, opina José Manuel Moreno,
catedrático de Ecología de la Universidad de Castilla-La Mancha y uno de los
científicos que forma parte del IPCC. “Este año se van a batir todos los
récord”, añade.
“Científicamente
no hay argumentos para negar el calentamiento y no hay ningún Gobierno en el
mundo que diga lo contrario”, añade este experto.
Acción del hombre
Pero, ¿por qué
se está calentando el planeta? “La influencia humana en el sistema climático es
clara”, se indica en el informe del IPCC. Y uno de los principales impulsores
es la emisión de gases de efecto invernadero desde el sector energético, el
transporte y por el cambio de usos del suelo, ligado a la deforestación. “Es
extremadamente probable que el hombre esté detrás del calentamiento global”,
señala Moreno basándose en las conclusiones del informe IPCC. Eso quiere decir,
explica este científico, “que hay un 95% de probabilidad”.
“Es verdad que
hay otros factores (como el vulcanismo, las variaciones de la órbita y del eje
de la Tierra o el ciclo solar), pero numerosos estudios científicos señalan que
la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la
gran concentración de gases de efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano,
óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad
humana”. Estas palabras son del papa Francisco. En su primera encíclica –Laudato
Si, difundida en
junio– el pontífice señalaba al cambio climático como uno
de los principales retos de la humanidad. Y apuntaba a los efectos adversos que
se están detectando ya, como “catástrofes naturales regionales” y “crisis
sociales o incluso financieras”.
El G7 se ha comprometido a llegar a un mundo sin
combustibles fósiles
La encíclica del
líder la Iglesia católica se enmarca en un contexto de declaraciones
internacionales y pronunciamientos políticos alertando del calentamiento global
y de la necesidad de frenarlo. Unos días antes de hacerse pública Laudato Si, el G7, que agrupa a las principales
potencias económicas, aprobó una declaración en la que mostraba su compromiso
de llegar a un mundo sin combustibles fósiles, que son los que generan los
gases de efecto invernadero cuando se queman para producir energía.
El problema
reside en que emitimos más CO2 del
que el planeta es capaz de digerir. Los científicos apuntan a que las
concentraciones de dióxido de carbono han alcanzado niveles nunca vistos en los
últimos 800.000 años. Y varios expertos señalan hacia la necesidad de dejar sin
explotar un tercio de las reservas de petróleo del planeta, la mitad de las de
gas y el 80% del carbón que aún queda por extraer de las entrañas de la Tierra
si se quiere evitar llegar a un punto crítico de calentamiento.
Océanos desprotegidos
Apenas el 3% de los mares y océanos gozan de algún tipo de protección En
su último informe sobre pesca y acuicultura, la organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) apuntaba de nuevo hacia la
mala situación de los caladeros mundiales. El 90% de las poblaciones de peces
del planeta está en situación de sobreexplotación o plenamente explotadas,
según se indica en ese análisis.
Más allá de las 200 millas de Zona Económica Exclusiva de cada Estado
los mares son el “salvaje oeste”, explica Juan Carlos Castilla, catedrático de
Biología Marina de la Universidad Católica de Chile. Los océanos son los
grandes desprotegidos del planeta y, al margen de la explotación con destinos
pesqueros, se espera en los próximos años un aumento de los aprovechamientos
marinos de minerales.
El compromiso internacional es llegar a la protección del 10% de los
océanos en 2020 y al 30% en 2030. A la vista de los progresos hechos hasta la
fecha, esta meta parece muy complicada de cumplir. En este momento, apenas el
3% de los mares están bajo alguna figura de protección. Y, en demasiados casos,
cuando existe una de esas áreas de conservación esta no va acompañada de
verdaderos planes de gestión.
Este fenómeno se conoce como parques de papel. Además de ser reservas de
biodiversidad, los océanos son también grandes captadores de CO2. Se
estima que absorben aproximadamente el 30% del dióxido de carbono que se emite
en el planeta, con lo que contribuyen a frenar el calentamiento global. Pero,
según alerta José Manuel Moreno, catedrático de Ecología de la Universidad de
Castilla-La Mancha, el cambio climático ha causado también una acidificación de
los océanos.
El IPCC estima que el aumento del CO2 desde 1750 ha hecho que el pH marino
haya disminuido en 0,1 unidades desde entonces. Y, aunque no está
suficientemente estudiado el efecto sobre la biodiversidad, se teme que este
proceso de acidificación termine por castigar también a las especies marinas.
El IPCC, que ya
alerta de los fenómenos extremos que el mundo está sufriendo por el cambio
climático, avisa de que la temperatura a final de siglo habrá aumentado entre
3,7 y 4,8 grados si no se adoptan medidas de control. Y, para evitar unas consecuencias
desastrosas, los científicos han fijado en 2 grados el aumento máximo que el
planeta se puede permitir en 2100. Para ello, se necesita recortar las
emisiones de gases de efecto invernadero entre un 40% y un 70% en 2050 y llegar
a un nivel cero a final de este siglo.
“Hemos perdido
ya una década”, apunta Alejandro Lago, director de lacátedra Unesco
de Territorio y Medio Ambiente de la Universidad Rey Juan Carlos. En diciembre, París acogerá la cumbre internacional del clima. Se
espera que de este encuentro, auspiciado por la ONU, salga el protocolo de
reducción de emisiones que sustituirá al de Kioto, caducado ya. Como recordaba
hace unas semanas la ministra española de Medio Ambiente, Isabel García
Tejerina, el pacto que salga de la capital francesa “será para siempre”. Es
decir, que no se espera un compromiso para unos años, sino la hoja de ruta sin
fecha de caducidad para conseguir que a final de siglo el balance de emisiones
sea cero y así controlar el calentamiento del planeta.
“Ya tenemos un
cambio climático comprometido”, alerta el profesor Moreno. “Independientemente
de lo que hagamos a partir de ahora, aumentará la temperatura”, señala en
referencia a las toneladas de CO2que se han lanzado ya a la
atmósfera. “Nos hemos comido ya el 60% de nuestro presupuesto de emisiones, y
en 20 años ese presupuesto estará agotado”. “Kioto no era nada comparado con la
cumbre de París”, añade Moreno sobre el encuentro de diciembre. De Kioto se descolgaron
las principales economías del planeta y, entre ellas, las más contaminantes,
como EE UU y China. Esto parece que no ocurrirá en París. Ambos Estados han
presentado ante las Naciones Unidas sus compromisos de reducción de emisiones
para las próximas décadas.
El presidente de
EE UU, Barack Obama, a diferencia de la mayoría de sus predecesores, ha fijado
como una línea estratégica de su último mandato la lucha contra el cambio
climático. Y el Gobierno chino, presionado por los efectos nocivos de la contaminación
para la salud de sus ciudadanos, también está haciendo una apuesta por las
energías renovables y se ha comprometido a reducir sus emisiones de CO2.
Balance ecológico
El acuerdo de
París se espera que incluya a todos los países del mundo. No solo a algunas
economías desarrolladas como ocurrió con Kioto. A finales de septiembre, 83 de
los casi 200 Gobiernos del mundo habían presentado ya sus compromisos de
reducción de emisiones. Las principales economías están ya presentes. El modelo
por el que se ha optado en esta ocasión, entre otras cosas para facilitar que
exista un acuerdo, es el de los compromisos voluntarios que asume cada país
ante la comunidad internacional.
Christiana
Figueres, responsable de cambio climático de la ONU, explicaba a mediados de año a EL
PAÍS, esta fórmula: “Lo que se construye es
una autopista ancha, con diferentes carriles. La autopista lleva a la meta
final que es el restablecimiento del balance ecológico entre las emisiones y la
capacidad del planeta de absorberlas. Toda la autopista lleva a esa meta. Pero
tiene varios carriles, porque cada país tiene que progresar de una manera
diferenciada”.
De momento, ya
se sabe que los compromisos presentados ahora por los diferentes países no
serán suficientes para evitar sobrepasar el límite de los dos grados en 2100,
porque no implican recortar a mediados de siglo las emisiones entre 40% y un
70%, como propone el IPCC. Ante esta situación, la Unión Europea ya ha puesto
sobre la mesa la necesidad de que los compromisos de cada Estado se revisen
–siempre al alza– cada cinco años.
Durante las
próximas semanas, hasta llegar al encuentro de París, los Gobiernos seguirán
negociando el texto legal. Las principales discrepancias pueden surgir sobre
los mecanismos de control de los compromisos de reducción de emisiones y sobre
la financiación de las políticas de mitigación de los efectos del cambio
climático. Existe ya una promesa de crear un Fondo Verde para el clima a partir
de 2020 que cuente con 100.000 millones de dólares cada año.
De la cita de parís en diciembre se espera un
acuerdo con una hoja de ruta para siempre
Alejandro Lago
aprecia que en esta ocasión “hay una movilización más alta” que otros años
entre los líderes mundiales. Pero recuerda que “ya se han perdido muchas
oportunidades” en las cumbres del clima anteriores. “El tiempo apremia”,
insiste José Manuel Moreno sobre la necesidad de que en París se cierre un
acuerdo consistente. “Tiene que existir el convencimiento de que esto es lo que
viene y no hay un plan B”, opina Lago sobre las reducciones de las emisiones de
gases de efecto invernadero.
Desde distintos
organismos internacionales ya se ha apuntado en esta dirección y se están analizando
los efectos sobre la economía del planeta que un verdadero cambio en el modelo
de emisiones de CO2puede provocar. La Agencia Internacional de la
Energía (AIE) ha cifrado en 300.000 millones de dólares los activos en petróleo, gas y carbón que se devaluarán en las carteras de empresas e
inversores en 2050 solo en el sector energético. Y entes como el Fondo
Monetario Internacional o la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos han instado a los Gobiernos de todo el mundo a que eliminen los
subsidios al petróleo, el gas y el carbón para no prolongar más su vida.
Mientras las
Administraciones discuten el acuerdo de París, los efectos del calentamiento se
siguen notando en el planeta. “No resolveremos la crisis migratoria o la crisis
de pobreza sin resolver la crisis climática”, explicó a mediados de septiembre
Carole Dieschbourg, la ministra de Medio Ambiente de Luxemburgo, que ostenta
ahora la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea. “Existe una
conexión entre las sequías en Irak y Siria con el cambio climático”, indica el
Moreno. Estas sequías desencadenan pérdidas de cosechas. “Y cuando la gente no
tiene qué comer hay migraciones”, añade este profesor, que sostiene que existen
varios informes internacionales que resaltan a la vinculación entre conflictos
y el calentamiento global.
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