lunes, 19 de octubre de 2015

Una ducha, un sueño inalcanzable para millones de latinoamericanos - Mariana Kaipper Ceratti


La falta de agua hace que en el nordeste de Brasil y otros lugares, tengan que escoger entre cocinar o lavar los platos



A sus 40 años, la repostera María Dilvânia Lima jamás se ha dado una ducha. Dos veces por semana, se junta con otras siete integrantes de una asociación de mujeres en esta pequeña ciudad de Rio Grande do Norte, en el noreste de Brasil, para hornear pasteles. Ninguna de sus recetas requiere de agua. "Hemos sustituido por pulpa de fruta o leche", dice con orgullo.
En los días de la producción normal, de la pequeña cocina que comparten salen 25 tipos diferentes galletas, pasteles y otras delicias de coco, yuca y otros sabores, que después venden entre los vecinos.
En los últimos tiempos, sin embargo, ha sido difícil mantener la producción. Hace tres años que la sequía se ensaña con este asentamiento rural semi-árido, que no recibe suficiente lluvia para llenar los tanques de las casas o el pozo de la zona. Peor aún, no hay otra fuente de agua, lo que obliga a las mujeres de Caraúbas a tomar decisiones cada vez más difíciles.
"El agua es necesaria tanto para lavar los vasos como para los trabajos de ampliación de nuestra cocina. Estamos dejando de gastar para que no le falte a la casa, la familia y el rebaño", dice Dilvânia. Al igual que sus vecinos, se va a casa temprano todos los días para llenar las 10 latas de agua a las que tienen derecho cada familia. A cada semana, el Ejército lleva agua al asentamiento.
Si no hay agua, no se pueden hacer pasteles y la asociación de mujeres no produce dinero. Las familias terminan dependiendo casi en su totalidad en el pago de Bolsa Familia, el Seguro de Cosecha (que protege a los agricultores contra pérdidas) y la jubilación, tres de las principales ayudas sociales otorgadas por el gobierno brasileño.
Aguas grises
La historia de las reposteras de Caraúbas ilustra un reto que enfrentan 36 millones de personas en América Latina y otros 748 millones en el mundo. La falta de agua significa que todos los días, esta gente tiene que elegir entre cocinar y lavar los platos, o bañarse y lavar la ropa.
Con el cambio climático, el problema de la falta de lluvia -y del suministro de agua- tiende a empeorar en las regiones más áridas del mundo. "El nordeste de Brasil sufre, en particular los impactos de las sequías relacionadas con el fenómeno de El Niño, que podrían llegar a ser más frecuentes en un planeta 4°C más caliente", dice el informe del Banco Mundial Bajemos la Temperatura en su apartado sobre América Latina.
Con tantas limitaciones, cualquier proyecto de suministro de agua requiere enseñar también a la gente a usar la red de la forma más eficiente posible.
La buena noticia para las reposteras y las demás madres de este lugar es que ya no tendrán que esperar por la temporada de lluvias para tener agua. Entre septiembre y diciembre de 2015, el pueblo tendrá finalmente un suministro regular a través de una tubería.
"Será posible llevar agua corriente a 45 familias del asentamiento, que les permita tener pequeñas plantaciones en sus patios, vender el excedente en la feria. Y las mujeres serán capaces de continuar con sus actividades", cuenta emocionada Ana Guedes, directora ejecutiva del proyecto de desarrollo de Río Grande del Norte Sustentable, un programa conjunto del gobierno del estado y el Banco Mundial.
Además, las familias aprenderán a aprovechar hasta el agua de después de las duchas o las descargas del inodoro, que los especialistas llaman "aguas grises".
Es una lección que las regiones más ricas de Brasil, como São Paulo, están aprendiendo por experiencia propia, pues la sequía y escasez de agua ya no son sólo un problema de la región noreste de Brasil, sino que está cada vez más presente en los grandes núcleos urbanos.
El propósito de un peso
Una iniciativa similar, terminada en 2010, permitió a 53.000 familias tener acceso al agua potable en varios municipios de Ro Grande do Norte. El impacto social fue inmediato y muy significativo.
Las mujeres de estos municipios -anteriormente responsables de ir a buscar agua en latas enormes- se deshicieron de esa carga y ahora pasan más tiempo trabajando o jugando con los niños. Un estudio hecho en 20 comunidades demostró que, en consecuencia, hubo un aumento del 30% de los ingresos familiares.
"Incluso con las inversiones ya realizadas, la demanda de agua sigue siendo una necesidad para muchas familias de las zonas rurales", dijo Fátima Amazonas, especialista en desarrollo rural en el Banco Mundial. Agregó que el nuevo proyecto para traer agua a Caraúbas también ayudará a recuperar el medio ambiente y en la formación de los agricultores.
Estas posibilidades animan a Jane Fernandes, un ama de casa de 27 años y madre de dos hijas. Cada día, Jane pasa al menos una hora y media entre ir y venir a la cisterna abastecida por el ejército. "Mi sueño es que el agua finalmente llegue y pueda terminar mis estudios para darles una vida mejor a las niñas", dice Jane. Y también, claro, darse una ducha.
Mariana Kaipper Ceratti productora online del Banco Mundial

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