El Instituto Jane Goodall-España y el pueblo de Dindefelo se conjuran Su misión: proteger el amenazado hábitat de medio millar del 'pan
troglodytes verus'
Antes, Diba Diallo, de 30 años,
desconfiaba de los chimpancés. En su pueblo, Dindefelo, se contaban toda suerte
de historias sobre ellos. Que podían ver el futuro, que si te cruzabas con uno
y estabas embarazada, el bebé nacía con cara de mono, o que eran agresivos.
"Cuando iba a por agua a la cascada, nunca me salía del camino, temía
encontrarme con uno". Ahora, Diba es asistente de investigación del
proyecto que desarrolla el Instituto Jane Goodall-España (IJG) en la región de Kedougou, en el sur de Senegal, donde
vive la última población de chimpancés que queda en el país. Cada día sale al
campo para contar nidos, analizar restos de comida o para comprobar los cambios
en el hábitat de estos animales singulares, tan próximos al ser humano.
"Mi generación no sabía nada de ellos, no sabía nada de la naturaleza.
Ahora tenemos una visión diferente, somos conscientes de nuestro tesoro aquí,
en Dindefelo".
Como casi todas las historias, esta
empieza por casualidad allá por el año 2004. El padre de la criatura es Ferrán
Guallar, un economista catalán que trabajaba en Microsoft y que, harto de
despachos y corbatas, ese año decidió coger la mochila y recorrer medio mundo.
"Cuando llegué a Tanzania me acerqué hasta Gombe porque quería entrevistar
a Jane Goodall, quería conocerla", asegura. La famosa primatóloga
inglesa no sólo estaba en Gombe, lo que no es nada habitual pese a que hace 55
años que investiga a los chimpancé salvajes en este parque nacional, sino que
le recibió. Tras la entrevista, le propuso montar una delegación de su
instituto en España. Sólo tres años más tarde, el propio Guallar y el
antropólogo Federico Bogdanowicz —hoy vicepresidente de de la institución en
España— ya la tenían registrada y en marcha. Poco después, Guallar viajó a
África con un proyecto de turismo sostenible. Y recaló en el sur de Senegal.
“Nadie estaba trabajando por la conservación de los chimpancés en este país y
el IJG no estaba activo en África occidental, así que pusimos en marcha el
programa”, explica.
El fundador y presidente del IJG en
España habla a la protectora sombra de los techos de bambú y paja de la
flamante Estación Biológica Fouta Jallon, uno de los últimos hitos logrados por
el equipo del IJG en Senegal. Inaugurada en febrero de 2014 por la propia Jane
Goodall, está construida en cemento y adobe respetando el modo tradicional y
totalmente integrada en el paisaje. Tiene cuatro cabañas con capacidad para
unas 12 personas y varios espacios comunes, como un aula de formación,
laboratorio, cocina, comedor, sala de trabajo y hasta un pequeño huerto
gestionado por las mujeres del pueblo de donde salen verduras y hortalizas para
completar la dieta local. La estación biológica nace con la idea de albergar a
investigadores y doctorandos, se abastece de placas solares y cuenta con un
pozo propio para obtener el agua.
El primer objetivo del programa del
IJG en Senegal es la conservación del chimpancé, que se encuentra amenazado por
la presencia humana. “El problema no es tanto que los cacen, porque aquí no se
consume su carne, sino la pérdida de su hábitat debido a la actividad humana”,
asegura Guallar. El pan troglodytes verus (así se llama la
subespecie) necesita de vegetación abundante y puntos de agua, y la apertura de
campos de cultivo ha provocado la reducción y fragmentación de estos espacios.
“Si se trabajan nuevas tierras y no se dejan corredores entre los distintos
grupos de chimpancés, es una muerte más lenta, pero es una muerte segura”,
explica. Por eso, uno de los primeros logros del IJG, alcanzado en 2010, fue
conseguir que las autoridades senegalesas competentes crearan la Reserva
Natural Comunitaria de Dindefelo, con una superficie de unas 14.000 hectáreas,
en las que la prioridad es proteger a los chimpancés (ya se está trabajando
para crear otra área protegida en Diakateli y extenderla luego a la cercana
Guinea en una reserva transfronteriza de casi 100.000 hectáreas).
El último censo, de 2003, recogía una población
de entre 300 y 500 individuos
El proceso no fue fácil; hubo que
convencer a la comunidad de que esto les traería beneficios. “La gente
desconfiaba porque cuando se creó el vecino Parque Nacional de Niokolo Kobá
echaron a gente de sus tierras sin darles ninguna compensación. Tuvimos que
explicarles que aquí no se trataba de desplazar a nadie, que el chimpancé podía
generar alternativas económicas, como el turismo, y que tan solo habría algunas
restricciones”, añade Guallar, quien destaca la excelente colaboración y la
“visión compartida” con las autoridades locales personificada en el que fuera
presidente de la Comunidad Rural y hoy alcalde, Kikala Diallo. Un ejemplo: el
IJG creó unos lavaderos para que las mujeres no fueran a lavar la ropa a la
cascada, donde suele merodear y beber un grupo de chimpancés. Otro: cada vez
que alguien quiere cultivar en una zona nueva, debe solicitar un permiso a la
Reserva.
El programa de conservación es
posible gracias al compromiso de los trabajadores, muchos de ellos locales,
pero sobre todo por la generosidad de decenas de voluntarios, que conviven con
los vecinos. Literalmente. Se alojan en sus casas, comen su comida y juegan con
sus hijos. A sus anfitriones les llaman "mi madre y mi padre", a los
hijos de estos "hermanos". Se crea un vínculo muy estrecho que se
extiende en todos los aspectos de la vida y que, además, representa unos
ingresos extra para la comunidad. En la actualidad hay una veintena de ellos
que van rotando constantemente y que viven en diferentes pueblos, algunos de
ellos alejados hasta cinco horas a pie de Dindefelo.
Por allí ha pasado gente de todos
los colores y todas las procedencias: biólogos, ambientalistas y técnicos
forestales por supuesto, pero también periodistas, administrativos,
diseñadores… Y trabajo no falta, desde la educación ambiental hasta la
formación de eco-guías, pasando por la elaboración de un boletín de la Reserva,
la ardua tarea de llevar las cuentas de todo o, incluso, la organización de un
torneo de fútbol con el trasfondo de la sensibilización. En este momento está
abierta una campaña de captación de voluntarios para Senegal.
Dos alumnas toman nota en el campo durante una de las formaciones. El
Instituto Jane Goodall ofrece cursos de primatología, de guía eco-turístico o
de investigación aplicada a la conservación. / INSTITUTO JANE GOODALL
Pero, sin duda, junto a la
conservación, la otra gran actividad del IJG en Senegal es la investigación. Es
necesario conocer al chimpancé para poder protegerlo. Y de todo ello está al
frente la primatóloga Liliana Pacheco. “La desaparición de los bosques y la
falta de agua debidas a la actividad humana y al cambio climático son los
principales problemas a los que se enfrentan estos animales. Antes llegaban
hasta Gambia, pero ahora sólo quedan en esta región de Kedougou”, asegura. El
último censo de 2003 recogía una población de entre 300 y 500 individuos, pero
la experta cree que puede haber más ejemplares. Eso sí, amenazados. “En la
actualidad, uno de los grandes peligros es la actividad minera (Kedougou atrae
a decenas de miles de personas y a grandes empresas en una suerte de fiebre del
oro). Y lo creo porque es una actividad no sostenible, es devastadora”. En las
últimas semanas se ha abierto una explotación aurífera artesanal en Segou, muy
próxima al hábitat de los chimpancés.
Liliana Pacheco y su equipo, entre
los que hay varios asistentes locales, acostumbran a realizar salidas al campo
para seguir a los grupos de chimpancés. “Es un seguimiento ecológico, te basas
en indicios indirectos, como las heces, los nidos, los restos de comida, porque
hasta ahora la finalidad no ha sido observarlos directamente, no hacemos
estudios de comportamiento”. Aun así hay un subgrupo de chimpancés, el más
próximo a Dindefelo, que está semi habituado a la presencia de investigadores.
Los toleran. Este grupo está formado por nueve individuos y suele estar en el
bosque de galería próximo a la cascada. El líder, al que han bautizado como
Sinthiou, es un macho adulto de unos 30 años que acostumbra estar acompañado de
Male, un juvenil, su compañero de aventuras. Asimismo, hay tres hembras adultas
y varios infantiles, aunque no van siempre todos juntos, sino que a veces se
separan. “Su organización social es de fusión-fisión”, añade Pacheco.
Estos
simios están amenazados por la pérdida de su hábitat debido a la actividad
humana
Los investigadores se reparten por
cinco zonas desde donde parten cada mañana, temprano, para trazar un mapa
ecológico de la zona. Se trata de analizar a fondo la presencia de chimpancés,
conocer sus zonas de paso, de nidificación, lo que ayuda a protegerlos de la
actividad humana, como la tala o la deforestación para la agricultura... Hoy se
dirige hasta un pueblo llamado Nandumari el ingeniero forestal Roberto
Martínez. Debe subir una empinada cuesta y caminar más de dos horas. En la
aldea no hay luz ni agua corriente ni cobertura de móvil, pero los voluntarios
del IJG se han mimetizado con el ambiente. A primera hora del día
siguiente inicia el descenso al frondoso valle para intentar localizar a un
grupo de chimpancés. Escucha sus gritos al otro lado, ya casi en la frontera
con Guinea, y, tras cruzar, ve nidos y restos de comida, sobre todo el fruto
del baobab que precisamente en francés se llama pan de mono. Pero los
chimpancés están hoy escurridizos. "Lo primero que debemos hacer es
detener la alteración del ecosistema, eso es lo más importante, porque luego la
naturaleza hace el resto, eso sí, a su ritmo. El bosque seco subtropical es el
más amenazado de África por la falta de agua y la acción del hombre, la presión
antrópica es enorme", cuenta Roberto mientras vuelve a Dindefelo.
Una de las ideas del proyecto del
IJG es promocionar el turismo sostenible. Para ello no descartan que un día
pueda haber observación de chimpancés. “La única manera de que la Reserva se
pueda mantener por sí misma es teniendo un producto de alto valor”, apunta
Ferrán Guallar. Pero esto hay que hacerlo con mucho cuidado, con grupos muy
reducidos y de manera bien organizada. “El sector turístico está interesado en
este tipo de posibilidades”, añade. Dindefelo ya era un destino a pequeña
escala, pero esta posibilidad podría generar un flujo interesante de
visitantes. Los tres campamentos turísticos que existen en el pueblo, uno de
ellos gestionado por la propia comunidad, sueñan con que llegue ese día.
Esa noche hay fiesta en el pueblo. Una de las voluntarias, Elena
Mellado, quien ha estado al frente del departamento de Comunicación durante
muchos meses, regresa a España. En el patio de la casa de su familia adoptiva,
a la luz de la luna, tres griots peul (músicos de esta etnia)
tocan y cantan mientras las mujeres y las niñas, vestidas para la ocasión,
bailan golpeando el suelo con las plantas de sus pies descalzos. Es uno de esos
momentos mágicos que África da de vez en cuando. "El pueblo ha
cambiado", asegura Diba Diallo. "La creación de la Reserva nos ha
traído nuevas oportunidades. Hay teatro para los niños, cosas que hacer,
movimiento de gente. Y nosotros ya no cortamos los árboles como antes,
conocemos mejor la naturaleza. Al principio hubo gente que se resistió, pero
acabaron entendiendo. Y a mí, personalmente, estar cinco minutos sentada
contemplando a un chimpancé me parece la experiencia más increíble del
mundo".
Foto 01: Un chimpancé joven observa al fotógrafo entre las hojas. / HELIO-VAN INGEN
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